TEST A VICTOR HUGO
Nada tiene más fuerza que una idea a la que le ha llegado su hora”. Esa frase de Victor Hugo puede explicar muchos de los grandes logros de la humanidad.
Hace seis años, cuando lanzamos la idea de crear un campeonato mundial de coches eléctricos, pocos creyeron en él. A veces, incluso a nosotros mismos nos costó seguir adelante; tal era el escepticismo que rodeaba nuestro proyecto. Estuvimos a punto de ir a la quiebra. Los patrocinadores no llegaban. Las televisiones no apoyaban. Los equipos no venían.
Pero poco a poco, como impulsados por una fuerza invisible, salimos adelante. Algunos de los que no creían empezaron a creer y a apoyar. No teníamos nada, solo una presentación. Pero a la idea le había llegado su hora. Contra todo pronóstico, eso nos ayudó a sobrevivir y a crecer de una forma que nos ha sorprendido a los fundadores del proyecto.
Hoy muchas de las grandes compañías de automóviles, patrocinadores, pilotos, televisiones y ciudades se han subido al ya imparable tren de la Fórmula E. La revolución eléctrica está en marcha. Pero esto que le ha pasado a un proyecto como la Fórmula E no es más que una pequeña parte de algo mayor. La idea a la que le ha llegado la hora no es la de crear un campeonato eléctrico. Eso, como mucho, es una “subidea” de otra más importante: la de salvar nuestro planeta, como casa y refugio de la especie humana.
La Tierra, en sí misma, no corre ningún peligro. La frase “salvar el planeta” por sí sola no tiene sentido. Este planeta lleva girando alrededor del Sol 4,6 billones de años. Nosotros llevamos rondando solamente unos 200.000 años, dependiendo de cuándo empecemos a contar. Es decir, si la vida de la Tierra fuese un año, los humanos solo llevaríamos en ella unos cuantos minutos. Incluso en el escenario más catastrófico, en el que por la acción humana la contaminación, nuclear, fósil o de cualquier otro tipo, consiguiera acabar por completo con nuestra especie, y todas las demás, eso no pasaría de ser una anécdota en la larga vida de este planeta.
La Tierra no está en peligro. Lo que está en peligro es la supervivencia en ella de los seres humanos. Y teniendo en cuenta que estamos muy lejos de desarrollar medios para llegar a cualquier otro planeta similar al nuestro, si es que existe alguno, hacer el nuestro inhabitable para los humanos supondría, irremediablemente, nuestra extinción.
Pues bien, a pesar de la simpleza de lo anteriormente expuesto, los humanos hemos conseguido, en un tiempo récord, colocar a la Tierra en un camino directo hacia condiciones que pueden
hacer inviable nuestra supervivencia en ella. Calentamiento global, polución, exterminación de especies y sobreexplotación de recursos son solo algunas de las caras de este proceso.
Ante esa situación vamos a poner a prueba a Victor Hugo. La idea es esta: mantener un planeta habitable para los humanos. Está claro que a este plan le ha llegado su hora. Si esperamos más, será demasiado tarde. ¿Tendrá la idea la fuerza suficiente para revertir el curso en el que hemos colocado al planeta? Yo creo que sí. Por encima de todo, hay que mantener la confianza en la inteligencia de la especie humana. Muchos tenemos la esperanza de que, ante un escenario cada vez más catastrófico, se produzca una reacción general para salvarnos antes de que sea tarde. El problema es cuándo y de qué modo esa reacción se produce. Si esperamos a que sean solo nuestros dirigentes los que la lideren, no llegaremos a tiempo. Esa reacción tiene que venir de todas partes: de los individuos, de las empresas, de los Gobiernos, de los órganos supranacionales. Algunas ya se están dando. El Acuerdo de París es la más importante hasta ahora. Pero hace falta mucho más.
La Fórmula E es solo un ejemplo, a muy pequeña escala, de que esta fuerza existe y actúa. De un proyecto imposible en una hoja de papel a una gran realidad en solo seis años. En nuestro caso, Victor Hugo funcionó. Esperemos que para el planeta también lo haga. � propios. De como empezó la cosa en 2014, con dos coches por carrera para recorridos de 100 kilómetros y autonomía para 50, se ha pasado a autonomías del doble —lo que evita el cambio de monoplaza—, velocidades punta de 240 km/h (frente a los 350 de la F1) y ocho minutos de “supervelocidad”, repartidos en dos ventanas como si de los coches del Super Mario Kart se tratara. Con apenas el 60% de contaminación acústica de la tradicional (80 dB en la Fórmula E versus 128 dB en la F1; y 70 dB en un coche estándar), uno de los factores más apreciados por el público es lo efímero de su montaje, su inmediatez. “Me gusta el elemento callejero, porque trae las carreras a la gente. Mónaco [circuito icónico de la F1] es muy cool, pero no puedes acercarte demasiado. Si la meta es hacer atractivos los coches eléctricos, hay que mostrarlos de cerca”, argumenta Stevens.
Con carreras en Marrakech, Santiago de Chile, Ciudad de México, Punta del Este, Roma, París, Berlín, Zúrich y Nueva York, la segunda categoría en importancia después de la Fórmula 1 ya es mucho más de lo que en 2011 apuntaron a Agag Antonio Tajani —hoy presidente del Parlamento Europeo— y Jean Todt —presidente de la FIA—. Los tres se conocían de su época de eurodiputados y transmitieron al madrileño las presiones de la ONU para que el automovilismo profesional se subiera al carro de la sostenibilidad; guante que no tardó en coger. Hoy escuderías aliadas como Renault-Nissan se están partiendo en dos con una de sus cabezas dedicada a la Fórmula 1 (Renault) y otra (Nissan), a la E. Además, el trasiego de patrocinadores hacia la segunda es constante. “La Fórmula E no deja de ganar patrocinios que ya no vuelven a la tradicional”, señalan desde la organización.
“Llegará el día en el que la Fórmula 1 será la Fórmula E. Es decir, la F1 se hará con coches eléctricos. Por eso no creo que haya una fagocitación de una categoría o de otra, sino que cuando los coches sean eléctricos, la F1 ya no llevará motores de combustión. No creo que esto suceda antes de una década, pero es cierto que la operación de la E es magistral. Me quito el sombrero con Agag y con [el cofundador] Alberto Longo. Han hecho un trabajo excepcional”, me explica Carlos Miquel, periodista responsable de Motor Competición, de la Cadena Cope. Al cierre de esta edición, el empresario madrileño ha hecho una oferta de 600 millones de euros para hacerse con el control total de la categoría, según recoge la prensa especializada del 4 de mayo, noticia que me confirma el propio Agag vía WhatsApp.
El glamour de la velocidad sin el elemento contaminante quiere ser el santo y seña de la Fórmula E; y aunque Stevens se muestra algo cínico al respecto, también le ve un carácter práctico: “A los corredores les gusta correr, no el medioambiente, pero puede que sí haya gente que se conciencie cuando los vea; así que conviene mezclar cultura pop con ecología”. El chicaguense cree que el salto a la conciencia colectiva se producirá cuantos más espectadores sea capaz de alcanzar: “Leo y yo queremos hacer una película de ficción sobre el medioambiente porque mucha gente la vería. Estamos escribiendo una historia sobre Ric O’Barry, el protagonista de The Cove que pasó de entrenador de delfines a salvador de delfines”. Ojalá la vea mucha gente. Y en ese caso, una vez más, todo el mérito será de Edward Norton. �