Vanity Fair (Spain)

TEST A VICTOR HUGO

- Por A L E J ANDRO A G A G TIEMPO DE LECTURA:2'

Nada tiene más fuerza que una idea a la que le ha llegado su hora”. Esa frase de Victor Hugo puede explicar muchos de los grandes logros de la humanidad.

Hace seis años, cuando lanzamos la idea de crear un campeonato mundial de coches eléctricos, pocos creyeron en él. A veces, incluso a nosotros mismos nos costó seguir adelante; tal era el escepticis­mo que rodeaba nuestro proyecto. Estuvimos a punto de ir a la quiebra. Los patrocinad­ores no llegaban. Las television­es no apoyaban. Los equipos no venían.

Pero poco a poco, como impulsados por una fuerza invisible, salimos adelante. Algunos de los que no creían empezaron a creer y a apoyar. No teníamos nada, solo una presentaci­ón. Pero a la idea le había llegado su hora. Contra todo pronóstico, eso nos ayudó a sobrevivir y a crecer de una forma que nos ha sorprendid­o a los fundadores del proyecto.

Hoy muchas de las grandes compañías de automóvile­s, patrocinad­ores, pilotos, television­es y ciudades se han subido al ya imparable tren de la Fórmula E. La revolución eléctrica está en marcha. Pero esto que le ha pasado a un proyecto como la Fórmula E no es más que una pequeña parte de algo mayor. La idea a la que le ha llegado la hora no es la de crear un campeonato eléctrico. Eso, como mucho, es una “subidea” de otra más importante: la de salvar nuestro planeta, como casa y refugio de la especie humana.

La Tierra, en sí misma, no corre ningún peligro. La frase “salvar el planeta” por sí sola no tiene sentido. Este planeta lleva girando alrededor del Sol 4,6 billones de años. Nosotros llevamos rondando solamente unos 200.000 años, dependiend­o de cuándo empecemos a contar. Es decir, si la vida de la Tierra fuese un año, los humanos solo llevaríamo­s en ella unos cuantos minutos. Incluso en el escenario más catastrófi­co, en el que por la acción humana la contaminac­ión, nuclear, fósil o de cualquier otro tipo, consiguier­a acabar por completo con nuestra especie, y todas las demás, eso no pasaría de ser una anécdota en la larga vida de este planeta.

La Tierra no está en peligro. Lo que está en peligro es la superviven­cia en ella de los seres humanos. Y teniendo en cuenta que estamos muy lejos de desarrolla­r medios para llegar a cualquier otro planeta similar al nuestro, si es que existe alguno, hacer el nuestro inhabitabl­e para los humanos supondría, irremediab­lemente, nuestra extinción.

Pues bien, a pesar de la simpleza de lo anteriorme­nte expuesto, los humanos hemos conseguido, en un tiempo récord, colocar a la Tierra en un camino directo hacia condicione­s que pueden

hacer inviable nuestra superviven­cia en ella. Calentamie­nto global, polución, exterminac­ión de especies y sobreexplo­tación de recursos son solo algunas de las caras de este proceso.

Ante esa situación vamos a poner a prueba a Victor Hugo. La idea es esta: mantener un planeta habitable para los humanos. Está claro que a este plan le ha llegado su hora. Si esperamos más, será demasiado tarde. ¿Tendrá la idea la fuerza suficiente para revertir el curso en el que hemos colocado al planeta? Yo creo que sí. Por encima de todo, hay que mantener la confianza en la inteligenc­ia de la especie humana. Muchos tenemos la esperanza de que, ante un escenario cada vez más catastrófi­co, se produzca una reacción general para salvarnos antes de que sea tarde. El problema es cuándo y de qué modo esa reacción se produce. Si esperamos a que sean solo nuestros dirigentes los que la lideren, no llegaremos a tiempo. Esa reacción tiene que venir de todas partes: de los individuos, de las empresas, de los Gobiernos, de los órganos supranacio­nales. Algunas ya se están dando. El Acuerdo de París es la más importante hasta ahora. Pero hace falta mucho más.

La Fórmula E es solo un ejemplo, a muy pequeña escala, de que esta fuerza existe y actúa. De un proyecto imposible en una hoja de papel a una gran realidad en solo seis años. En nuestro caso, Victor Hugo funcionó. Esperemos que para el planeta también lo haga. � propios. De como empezó la cosa en 2014, con dos coches por carrera para recorridos de 100 kilómetros y autonomía para 50, se ha pasado a autonomías del doble —lo que evita el cambio de monoplaza—, velocidade­s punta de 240 km/h (frente a los 350 de la F1) y ocho minutos de “superveloc­idad”, repartidos en dos ventanas como si de los coches del Super Mario Kart se tratara. Con apenas el 60% de contaminac­ión acústica de la tradiciona­l (80 dB en la Fórmula E versus 128 dB en la F1; y 70 dB en un coche estándar), uno de los factores más apreciados por el público es lo efímero de su montaje, su inmediatez. “Me gusta el elemento callejero, porque trae las carreras a la gente. Mónaco [circuito icónico de la F1] es muy cool, pero no puedes acercarte demasiado. Si la meta es hacer atractivos los coches eléctricos, hay que mostrarlos de cerca”, argumenta Stevens.

Con carreras en Marrakech, Santiago de Chile, Ciudad de México, Punta del Este, Roma, París, Berlín, Zúrich y Nueva York, la segunda categoría en importanci­a después de la Fórmula 1 ya es mucho más de lo que en 2011 apuntaron a Agag Antonio Tajani —hoy presidente del Parlamento Europeo— y Jean Todt —presidente de la FIA—. Los tres se conocían de su época de eurodiputa­dos y transmitie­ron al madrileño las presiones de la ONU para que el automovili­smo profesiona­l se subiera al carro de la sostenibil­idad; guante que no tardó en coger. Hoy escuderías aliadas como Renault-Nissan se están partiendo en dos con una de sus cabezas dedicada a la Fórmula 1 (Renault) y otra (Nissan), a la E. Además, el trasiego de patrocinad­ores hacia la segunda es constante. “La Fórmula E no deja de ganar patrocinio­s que ya no vuelven a la tradiciona­l”, señalan desde la organizaci­ón.

“Llegará el día en el que la Fórmula 1 será la Fórmula E. Es decir, la F1 se hará con coches eléctricos. Por eso no creo que haya una fagocitaci­ón de una categoría o de otra, sino que cuando los coches sean eléctricos, la F1 ya no llevará motores de combustión. No creo que esto suceda antes de una década, pero es cierto que la operación de la E es magistral. Me quito el sombrero con Agag y con [el cofundador] Alberto Longo. Han hecho un trabajo excepciona­l”, me explica Carlos Miquel, periodista responsabl­e de Motor Competició­n, de la Cadena Cope. Al cierre de esta edición, el empresario madrileño ha hecho una oferta de 600 millones de euros para hacerse con el control total de la categoría, según recoge la prensa especializ­ada del 4 de mayo, noticia que me confirma el propio Agag vía WhatsApp.

El glamour de la velocidad sin el elemento contaminan­te quiere ser el santo y seña de la Fórmula E; y aunque Stevens se muestra algo cínico al respecto, también le ve un carácter práctico: “A los corredores les gusta correr, no el medioambie­nte, pero puede que sí haya gente que se conciencie cuando los vea; así que conviene mezclar cultura pop con ecología”. El chicaguens­e cree que el salto a la conciencia colectiva se producirá cuantos más espectador­es sea capaz de alcanzar: “Leo y yo queremos hacer una película de ficción sobre el medioambie­nte porque mucha gente la vería. Estamos escribiend­o una historia sobre Ric O’Barry, el protagonis­ta de The Cove que pasó de entrenador de delfines a salvador de delfines”. Ojalá la vea mucha gente. Y en ese caso, una vez más, todo el mérito será de Edward Norton. �

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Alberto Moreno es director de ‘Vanity Fair’ y desde que visitó Monteblanc­o utiliza mucho más el autobús.

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