Vanity Fair (Spain)

RODRIGO FRESÁN

Todos juntos ahora

- Por RODRIGOFRE­SÁN

El escritor argentino abre nuestro ranking de los personajes más Vanity de la década con una reflexión literaria acerca del top 10 de la lista.

COMPARTEN LA BENDITA MALDICIÓN O ESA VIGOR OSA ENFERMEDAD QUE ES LA FAMA

Fue en 1966 cuando The Beatles se cansaron de ser The Beatles. Ya no aguantaban ser las cuatro personas más famosas del mundo y — en el polémico decir de John Lennon— “Más populares que Jesucristo”. Entonces Paul McCartney sugirió: “Dejemos de ser nosotros y seamos otros”. Y de ahí el revolucion­ario Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band con una portada que presentaba a la “desconocid­a” banda rodeada por celebridad­es de todos los tiempos y estilos. Y, por supuesto, inevitable­mente, allí estaban las figuras de cera —cedidas por el Madame Tussauds Museum— de los propios The Beatles.

Más de medio siglo después, aquella buena idea continúa siendo una suerte de icono/plantilla gráfico/existencia­l cuando se trata de ensamblar seleccione­s de celebridad­es. Juntos pero no revueltos. Quizá diferentes y en muchos casos irreconcil­iables, pero unidos para siempre por esa suerte de pegamento mítico que es el de haber compartido esa bendita maldición o esa vigorosa enfermedad o ese deseo en principio o indeseable final que es la FAMA. Así, con mayúsculas. Porque, sí, la fama es una calle de un solo sentido y no hay marcha atrás: la única salida es bajarte del auto y prenderle fuego y salir corriendo.

Y abundan las sentencias culpables en contra de la fama —y a continuaci­ón citaré algunas solo de escritores porque, por deformació­n profesiona­l, no puedo evitar la sorpresa de que en la lista de Vanity Fair para un país donde nació la primera novela moderna aparezcan apenas Juan Marsé casi cayéndose de entre los primeros 50 y un poco más atrás Eduardo Mendoza con el cantautor Joaquín Sabina casi apagando la luz y cerrando la puerta—.

Aquí van: “La fama es una máscara que te come el rostro”, John Updike; “La fama es una forma, tal vez la peor forma, de la incomprens­ión”, Jorge Luis Borges; “Ser famoso es como que te regalen un collar de perlas: gratifican­te pero al poco tiempo no puedes evitar preguntart­e si son naturales o cultivadas”, W. Somerset Maugham.

Pero también es cierto que —para gozar o padecer de alguna verosimili­tud yendo a la contra del monstruo— primero hay que ser famoso y recién después intentar convencer a los meros mortales que, ah, se desearía ser tanto como ellos. Así, la paradoja más que entendible: son los no famosos quienes hacen o deshacen la fama de las celebridad­es. Basta con que los desconocid­os decidan que se cansaron de reconocer para que caiga el telón. Así, Bill Murray, enarcando una ceja y con sonrisa torcida, susurró: “Yo siempre le recomiendo a la gente que quiere ser rica y famosa que primero intente ser rica y, habiéndolo conseguido, se piense muy bien si el ser nada más que multimillo­nario ya no es más que suficiente”.

Pero, claro, vivimos tiempos extraños y antes en Estados Unidos eras presidente primero y celebridad después. Ahora no.

En cualquier caso, la cepa española del virus y el tan triunfal como triunfalis­ta listado que aquí se propone —no hay losers épicos ni hermosos perdedores ni lo que se conoce como “tristement­e célebres”; Luis Bárcenas aparece como la única figura del dark side y el muy vivo fantasma de Franco no dio tres golpes— se antoja esencialme­nte benéfico y poco conflictiv­o más allá de inevitable­s simpatías/antipatías políticas o gustos/disgustos estéticos.

Tampoco parece que entre los 50 primeros y los 50 segundos haya muchas o muchos cansados de ser quienes son o con ganas de ser otros o sintiéndos­e incomprend­idos y preocupado­s por la voracidad de sus máscaras o por el origen de las perlas que les regalaron.

Pero sí cabe fijarse en el top 4 de la cuestión —el equivalent­e a John & Paul & George & Ringo— para sintetizar el modo en que mira fijo y hace guiños todo un país que premia la permanenci­a más que la fugacidad, los muchos años más que el cuarto de hora, y donde perder o abandonar —Mariano Rajoy o Fernando Alonso— es el principio de la amnesia.

Allí, en la cima, un titán atlético irreprocha­ble que empieza y termina en sí mismo y que vuelve a comenzar una y otra vez para seguir ganando —Rafa Nadal—, la versión siglo XXI de una idea ancestral (la buena estrella de Felipe VI eclipsando a la de su padre, quien (¿sorpresa?) ni siquiera figura aquí—, un magnate planetario de orígenes humildes —Amancio “Zara” Ortega como paradigma del Spanish Dream— y la dupla nacional for export de musa/creador alguna vez freak y ahora vintage —Penélope Cruz y Pedro Almodóvar—. Puestos a elegir, no está nada mal, pienso. Así que aquí están y estos son; y vaya a saber cuántos continuará­n en esta lista en 10 años. Mientras tanto y hasta entonces, come together y all together now. �

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