LA DECISIÓN BEGOÑA de
Como protagonistas o escondidas en la sombra, las segundas damas de la democracia española han navegado los círculos del poder bajo el escrutinio mediático. El polémico fichaje de Begoña Gómez por una escuela de negocios privada ha reabierto el debate sobre los límites de mantener una actividad profesional siendo consorte del jefe del Gobierno. Veteranos de la Moncloa y asesores políticos hablan con MÓNICA PARGA y analizan el indefinido papel de las esposas de los presidentes.
Son mujeres que siempre van a ser criticadas”, Mª Ángeles López de Celis, exempleada de la Moncloa
Era mayo de 1988. Yakarta se preparaba para la visita oficial del entonces presidente Felipe González y su esposa, Carmen Romero, y las calles de la capital indonesia habían sido inundadas de fotografías del matrimonio para darle la bienvenida. Cuando todo estaba listo para su llegada, sonó el teléfono de la Embajada española. La mujer del líder socialista no viajaría con él. Sin margen para reaccionar, solo se les ocurrió una solución: tapar la mitad de las pancartas. En el encuentro, los Suharto, sus anfitriones, obsequiaron al presidente una espada de plata para él y un pañuelo de seda “para la señora González”.
Han pasado tres décadas de aquella anécdota y el rol de la “segunda dama”, como se conoce
en nuestro país a la cónyuge del presidente —la “primera dama” correspondería a la consorte del rey—, una figura sin reflejo en el ordenamiento jurídico, todavía resulta difícil de enmarcar. Tras el papel tradicional ocupado por Amparo Illana y Pilar Ibáñez-Martín, las esposas de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo- Sotelo que hicieron del cuidado de sus maridos e hijos su misión, fue Romero quien intentó mostrar a los españoles que la mujer del jefe del Gobierno podía tener sus propias aspiraciones y llevar una vida independiente, incluso si eso suponía no acompañar a su esposo en todas las visitas de Estado —Illana tampoco solía hacerlo, pero por otra razón: sufría pánico a los aviones—. La sociedad había avanzado, aunque no lo suficiente. Mientras residió en la Moncloa, Romero mantuvo su empleo como profesora en un instituto pero se cambió al turno de tarde y, según revelaría, decidió esconder que había traducido un libro del italiano y no lo promocionó “por pudor”. Preocupada quizá por no mezclar su trabajo con su posición, pausó su carrera hasta que en 1989 se presentó como diputada por Cádiz.
La última inqui l i - na de la Moncloa, Begoña Gómez, recoge el testigo de las seis mujeres que habitaron el palacio antes que ella. ¿Adoptará el modelo estadounidense y emulará a la visible Ana Botella, a quien el propio Aznar llamaba “Hilaria”, equiparándola a Hillary Clinton? ¿O blindará su intimidad como hizo Sonsoles Espinosa, que antepuso su trabajo como soprano en un coro a su perfil político? Los hechos recientes descartan el modelo de Elvira Fernández, que abando- nó un puesto en Telefónica y vivió casi en el anonimato.
Poco después de ganar Pedro Sánchez la moción de censura el pasado junio, Begoña Gómez pidió una excedencia como directora de consultoría en el grupo Inmark, una firma de asesoría con presencia en Europa y América Latina dedicada al sector de la banca, las telecomunicaciones y, entre otros, las ONG, la especialidad de Gómez. Formada en Marketing en la ESIC y con un máster en Administración de Empresas, su carrera se ha enfocado en la recaudación de fondos, área
Yo no he hecho oposiciones para ser primera dama”, solía decir Sonsoles Espinosa
del título propio que codirige en la Universidad Complutense.
El propósito de aquella excedencia, según los medios, era dedicarse por completo a su labor como segunda dama y promocionar causas solidarias. Unos días antes había asistido a una gala benéfica en apoyo al trabajo de los dermatólogos en el este de África y también hizo acto de presencia en el desfile de la diseñadora Juana Martín en la pasarela madrileña, dedicado a la lucha contra el cáncer de mama. Pero su marcha no significaba que se retiraba de la vida profesional.
En agosto saltó la noticia de que había sido nombrada directora del IE Africa Center, el recién creado centro de estudios del Instituto de Empresa, una escuela privada. Su programa MBA, en la modalidad internacional, cuesta 72.200 euros al año. En 2017 ocupaba el octavo puesto en la lista del Financial Times de las escuelas mejor valoradas del mundo.
El f ichaje desató la polémica. “La agencia de colocación ‘ Pedro Sánchez, presidente del Gobierno’ ha traspasado los límites de Ferraz para colocar a su mujer, Begoña Gómez, en el Instituto de Empresa”, publicó el Partido Popular en su Twitter. Marta Rivera, diputada por Ciudadanos, declaró: “El presidente interino, que sabe que va a estar poco en Moncloa, ha decidido aprovechar para colocar a todos los suyos. Como sea. En donde sea”. Entre el revuelo, la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, dejó caer una frase de apoyo: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia’, nos dijo Virginia Woolf. Es una cita muy muy oportuna para esta tarde”.
¿Existe favoritismo? ¿Se está beneficiando Begoña Gómez de su nuevo estatus? Y, por otro lado, ¿qué ventajas puede obtener el IE al contar con ella en su plantilla? Como apuntaron varios medios, la escuela cuenta con una fundación que recibe fondos públicos (según la entidad, no superiores al 5% de sus ingresos, dato que facilitaron al diario El Mundo). La presidenta del IE Africa Center y nueva jefa de Begoña Gómez, Felicia Appenteng, contó a Vanity Fair el pasado agosto: “Begoña ha tenido una larga carrera profesional, trabajando con emprendedores sociales y filántropos. (...) Su comprensión de ese sector, combinada con su pasión por cambiar la narrativa sobre África, la convierten en la directora ideal”. Una persona del IE que prefiere mantenerse en el anonimato añade: “Es un perfil adecuado para el puesto. A esto se suma, como es lógico, el prestigio que lleva asociada su posición actual en la Moncloa”. Un político del Partido Popular apunta: “Es un lucro lícito. Para el IE, de cara al exterior es mejor tener a la mujer del presidente que contratar a un directivo a secas. Pero Begoña Gómez estará obligada a mostrar una mayor transparencia en su puesto que sus colegas”. El caso ha reabierto el debate acerca del papel de las consortes. on mujeres que siempre van a ser criticadas. Si se implican, porque se implican, y si no lo hacen, porque piensan que tendrían que haberlo hecho. Es una posición bastante compleja”, me dice María Ángeles López de Celis, quien formó parte de la Secretaría de la Moncloa a lo largo de tres décadas. Esta testigo privilegiada de los sueños y frustraciones de cinco segundas damas recuerda a Amparo Illana encerrada en el dormitorio durante horas, sobrepasada por el peso del palacio y solo animada por las visitas inesperadas de la reina Sofía, que se autoinvitaba a almorzar, o a Sonsoles Espinosa “contando los días” hasta recuperar la libertad. “El objetivo en la vida de cualquier político es llegar a ser presidente del Gobierno. Son personas que cumplen sus aspiraciones. Pero no así su
Existen profundos comportamientos machistas. Hay una sobrefiscalización de las ‘mujeres de”, Antoni GuitiérrezRubí, consultor político
familia”, opina López de Celis; una realidad que variaba según el caso. Pilar Ibáñez-Martín, la mujer de Calvo- Sotelo, acostumbrada a moverse entre gente destacada, se desenvolvía con soltura en las altas esferas de la política, asistía a las votaciones en el Congreso y charlaba con periodistas y ministros. “Mira, a mí no me importa nada viajar, pero tiene que venir Pilar conmigo, porque si no, me aburro muchísimo”, comentó Calvo-Sotelo a su amigo Juan Lladó al poco de llegar al Gobierno.
José Enrique Serrano, jefe de los gabinetes de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero reconoce, en conversación telefónica, que para la mujer de un presidente es complicado mantener un empleo estando en la Moncloa y que por esta dificultad Carmen Romero acabó renunciando al suyo. López de Celis añade: “Te enfrentas a la parafernalia del poder, y es que salir todos los días al trabajo implica llevar un dispositivo de seguridad, que en tu puesto las cosas ya no funcionen de la misma manera... Muchas veces prefieren renunciar a estar en el ojo del huracán, pasar a la retaguardia y esperar”.
El modelo estadounidense de primera dama se usa como referencia, a pesar de las distancias. Allí son percibidas como embajadoras de los valores de sus maridos y se espera dedicación plena. Las más vocales incluso pueden promover reformas legislativas. En el país americano, donde surgió el término, tampoco está regulado ni reciben un sueldo. “Para finales del siglo XX, el título fue absorbido por otros idiomas y utilizado (...) para referirse a la mujer del líder de la nación, incluso en países en los que la consorte recibe mucha menos atención y ejerce mucha menos inf luencia que en EE UU”, explica la Enciclopedia Británica.
Tras las recientes apariciones de Begoña Gómez en actos públicos, muchos apuntan a que se inclinará por el ideal de la Casa Blanca, una figura que en España tuvo su mayor representación con Ana Botella. En 1996, con la victoria del PP en las elecciones, dejó su plaza en el Ministerio de Hacienda. López de Celis la recuerda así en sus tiempos de la Moncloa: “Se ocupaba de planear los almuerzos oficiales, de eventos, estaba presente en todas las visitas de Estado... No se perdió nada”. Un funcionario de Protocolo relataba en Las damas de la Moncloa, el libro que publicó la entrevistada en 2013: “La he visto organizar su agenda, hacer maletas, llamar a sus hijos a diario, cambiarse de traje cinco veces al día, revisar discursos y hasta llevarle la contraria a su marido”. Si no viajaba con Aznar, el presidente
Emmanuel y Brigitte Macron no son solo marido y mujer, son un equipo político”, Maëlle Brun, biógrafa francesa
estaba “tristón”, en palabras de un corresponsal citado en el libro, así que Botella se recorría el mundo con él, aunque eso supusiera depender de los peluqueros del hotel de turno. “Unos días salgo como si fuera Rocío Jurado y otros como Ana Blanco. No importa, luego yo me lo adapto a mi estilo”, dijo la que luego sería alcaldesa de la capital. “Hay gente que opina que su presencia fue excesiva. Hubo algún malentendido con la casa real por el protagonismo que ella tomaba, parecía que la reina no quedaba en buen lugar”, me confiesa la extrabajadora del palacio. “Aunque hizo una labor de acompañamiento muy interesante”. Con aquella experiencia aprovechó para dar su propio salto a la política. En 2003, aún con Aznar en la presidencia, Botella fue elegida concejala del Ayuntamiento de Madrid.
“Sonsoles fue justo lo opuesto”, continúa López de Celis, una visión compartida por su colega Serrano, que vivió cómo la mujer de Zapatero evitaba posar siempre que la ocasión se lo permitía. “Yo no he hecho oposiciones para ser primera dama”, repetía. Como soprano en un coro, sus obligaciones eran esporádicas y pudo compaginarlo, aunque todavía se recuerda su ausencia en el 70º cumpleaños del rey Juan Carlos, al que faltó porque cantaba en el Liceu. D e quien más se aleja Begoña Gómez hasta ahora es de su predecesora, Elvira Fernández. Aún más reacia que Sonsoles a los focos, Viri, como la llaman sus allegados, realizó su labor entre bambalinas. Economista de formación, se encargó de llevar las políticas de austeridad a los presupuestos de la Moncloa con una constante supervisión de los gastos. Rechazó tener asesores, cambió los arreglos florales por plantas y pasó las suscripciones de periódicos impresos a abonos digitales. Solo acompañaba a Rajoy en contados actos oficiales, pero se prodigó más en los encuentros con líderes de Latinoamérica, donde las primeras damas tienen un peso mayor. Aunque gestionar las cuentas se convirtió en una ocupación a tiempo completo, según revela hoy una persona de su entorno en aquel momento, Viri siempre echó de menos su carrera. Un año antes de ganar su marido las elecciones, renunció a su empleo en Telefónica, en gestión de contenidos, para evitar posibles críticas.
Después de tres meses en primera línea, en los que como acompañante de Pedro Sánchez se ha reunido con los reyes Felipe y Letizia y ha recibido la visita oficial de Angela Merkel y su marido, Joachim Sauer, Begoña Gómez ha preferido sin embargo modular su presencia pública. “Ahora está adoptando un perfil más bajo”, cuenta por teléfono Colleen Murphy, quien la asesoró en su visita a la pasarela y ayudó a elegir sus estilismos recientes. “Comencé a trabajar con ella hace seis meses, cuando me pidió que le presentara a diseñadores. Estaba interesada en apoyar a mujeres empresarias, y quedamos en que asistiría a los desfiles en julio. A pesar de que poco después entró en la Moncloa, quiso mantener su promesa y vino”.
Su primera crisis como segunda dama ha llegado con la controversia de su puesto en el IE. “El timing ha sido un poco inoportuno”, comenta una persona con una larga trayectoria cercana al Gobierno. “Las polémicas se alimentan cuando las explicaciones no son claras o convincentes o son parciales”, indica Antoni GutiérrezRubí, asesor de comunicación y consultor político. “Es un tipo de situación en la que hay que dar explicaciones convincentes. Cuando no se dan, se generan sospechas que alimentan a la crítica política”.
En mayo de 2017, la OTAN celebró su 28ª cumbre en Bruselas y las parejas de los mandatarios posaron para la foto de familia. Nueve mujeres, un hombre: Gauthier Destenay, el marido de Xavier Bettel, primer ministro de Luxemburgo. No estaba Philip May, esposo de Theresa May, ni tampoco Joachim Sauer, que optó por no viajar con su mujer, Angela Merkel. Ambos se perdieron las visitas culturales y la ruta de
Encuentro deplorable que los franceses quieran reducir el papel de la primera dama a algo incoloro e insípido”, Jacques Séguéla, exasesor de Sarkozy
compras que había ( VIENE DE LA PÁG. 119) preparado la organización para las esposas de los líderes mundiales. A diferencia de sus homólogas, pocos esperan que los consortes de la primera ministra y la canciller ejerzan de segundones.
Philip May es directivo en Capital Group, un fondo de inversión que maneja más de un billón de euros en activos. La prensa denunció un posible conflicto de intereses, pues como marido de la primera ministra podría acceder a información privilegiada sobre, entre otros, las intenciones del Gobierno de subir los impuestos o el rumbo en las negociaciones del Brexit. Pero las críticas fueron disipándose y ahora se elogia su papel, que en las últimas elecciones incluyó ponerse al teléfono para pedir votos. Además, también le ofrece consejos de estilismo. “Se le da muy bien elegirme los bolsos”, ha confesado Theresa May. Si él destaca por su discreción, Joachim Sauer, marido de Merkel, es aún más huidizo. El catedrático de Química en la Universidad Humboldt de Berlín aparece tan poco en público que se le conoce como “el fantasma de la ópera” (en honor también a su pasión por Wagner).
Sería difícil plantearse que Joachim Sauer o Philip May abandonaran sus carreras a favor de sus cónyuges. “Existen profundos comportamientos machistas. Hay una sobrefiscalización de ‘las mujeres de’, y le ha tocado a la actual pareja del presidente [Pedro Sánchez], como lamentablemente sucedió con las anteriores”, apunta Gutiérrez-Rubí. “Hay un exceso de celo que seguramente no sucedería con un hombre”.
Un colaborador clave de Aznar durante su paso por la Moncloa reflexiona: “En tiempos de igualdad, ¿por qué en los mítines y otros actos las consortes ocupan un sitio que por protocolo correspondería al vicepresidente o al secretario general del partido? Es contradictorio”.
En aquella foto de la OTAN hubo otra protagonista: Brigitte Macron. Acosado por la dimisión de dos ministros, una reforma laboral poco bienvenida, Emmanuel Macron ha visto cómo su pareja lo supera en popularidad. Brigitte, que corrige sus discursos y le resume los libros que no tiene tiempo para leer, se ha convertido en la llave del Elíseo. “No son solo marido y mujer. Son un equipo político”, me cuenta Maëlle Brun, autora de la biografía de Brigitte Macron, L’affranchie (la liberada, en español). “Fue una campaña muy dura, la gente los insultaba por la diferencia de edad, pero a la vez se generó un gran afecto hacia ella para defenderla”, explica desde París. “Se hizo muy popular, y todavía lo es porque no da muchas entrevistas, así que no puede cometer demasiados errores”.
Brigitte, que llega después de cuatro años de una Francia sin primera dama (tras la ruptura con Valérie Trierweiler, François Hollande prefirió mantener su relación con Julie Gayet casi en secreto), tiene su propia oficina y está implicada en la defensa de la educación, la lucha contra la obesidad y el apoyo a los discapacitados, los temas que tradicionalmente se han destinado a las cónyuges de los mandatarios. Macron intentó reflejar de manera oficial las tareas de su esposa, pero el enfado de la oposición le hizo cambiar de idea. “Por ahora se acepta que Brigitte participe en las decisiones porque se ha involucrado solo en cosas en las que es competente. Fue profesora durante 30 años y está implicada en áreas de educación”, puntualiza Brun. “Pero sería diferente si se metiera en asuntos de economía o relaciones internacionales”. Cuál debe ser entonces el papel de las consortes? “Una primera dama sabe que nunca debe cruzar la línea que podría perjudicar a su marido, aunque no tiene por qué limitarse a inaugurar escuelas y asistir a cenas oficiales”. Quien contesta es Jacques Séguéla, el hombre que presentó a Nicolas Sarkozy a Carla Bruni en una velada entre amigos que había organizado en su casa. Allí, tras disculparse por ir sin corbata y acariciar el bichón maltés del anfitrión, Sarkozy conoció a la cantante y supermodelo de fama mundial con quien se casaría un año después. Bruni fue una primera dama atípica que “conquistó a los Gobiernos extranjeros combinando las cualidades de su marido con su feminidad, belleza, sensualidad y, sobre todo, su inteligencia y talento”, escribe Séguéla por correo electrónico. “La conquista de los franceses fue más difícil, requirió su compromiso político. Hubo que olvidar que su corazón era de izquierdas”. Preservar su alma de artista en su nueva función, revela el asesor y amigo de Sarkozy, fue el otro gran reto.
Séguéla también trabajó con François Mitterrand, cuya esposa, Danielle, no se cortó a la hora de defender las causas en las que creía, aunque ello supusiera enemistar a Francia con sus aliados políticos. Provocó la ira del Gobierno chino y del rey Hasán II de Marruecos por denunciar abusos de los derechos humanos, y sobrevivió a un atentado en el Kurdistán, hasta donde se había desplazado para apoyar la lucha del pueblo kurdo. “Continuaré con mi acción hasta la muerte”, dijo Danielle, que odiaba el apelativo de primera dama y fue definida por Le Monde como “la pesadilla de las embajadas, la bestia negra del Quai d’Orsay”. Séguéla lamenta que no queden más como ella: “Encuentro deplorable que los franceses quieran reducir el papel de la primera dama a algo incoloro e insípido. Danielle y Carla, aunque eran polos opuestos, no se doblegaron ante la norma, y por ello sufrieron parte de su desgracia”.
“Si hoy fuera la mujer del presidente del Gobierno, habría sido sustancialmente la misma, pero habría sufrido mucho menos y me habría reído más”, reveló Carmen Romero en una entrevista que concedió a Vanity Fair en el año 2009. Es pronto para saber qué tipo de segunda dama será Begoña Gómez. Quizá ayuden las palabras de su marido: “Una cosa que me encanta de ella es que no se dedica a la política”. �