Vanity Fair (Spain)

EL PODER DEL MECENAZGO

Hace 25 años comenzó a asesorar a grandes fortunas en la adquisició­n de arte y hoy Carmen Reviriego es uno de los grandes referentes en el sector. Hablamos con ella de cómo ser mecenas y no arruinarse en el intento.

- – IANKO LÓPEZ

Carmen Reviriego (Madrid, 1965) gestiona una de las agendas más endiablada­s del arte nacional. Acaba de estar en México para presentar la segunda edición de su libro, La suerte de dar, y antes de que termine el año le esperan sendas conferenci­as sobre mecenazgo en República Dominicana y Perú, un almuerzo benéfico con la reina emérita en Nueva York junto a otros miembros del Queen Sofia Spanish Institute y las citas internacio­nales del arte: FIAC (París) y Art Basel Miami. Y lo que surja. Hace 25 años comenzó a asesorar a grandes patrimonio­s internacio­nales en la adquisició­n de arte, su pasión. Y promueve el mecenazgo a través de la Fundación Callia, que entrega unos premios iberoameri­canos que en sus cuatro ediciones ha distinguid­o a nombres como Carmen Thyssen, Carlos Slim, Elena Foster o Patty Phelps de Cisneros. Habla de su fundación como “una incubadora de grandes mecenas”. VANIT Y FAIR: ¿Se aprende a ser mecenas? CARMEN REVIRIEGO: ¡Por supuesto! Los coleccioni­stas deben aprender a ser más responsabl­es, más profundos. Hay muchos que compran de oídas. Y hay que comprar con el corazón, la mirada y la cartera. V. F.: Veo que no teme hablar de dinero. C. R: El que piensa que el dinero no les importa a quienes tienen mucho, no ha estado en su vida con un rico de verdad. Quien tiene dinero, tiene cultura del dinero y cada dólar le cuenta. Hay que hablar de dinero, sobre todo cuando nos referimos a los grandes mecenas, pero también disfrutar del arte en toda su plenitud. V. F.: ¿Todo ha de vivirse con intensidad? C. R: Nada que se haga de manera superficia­l tiene realmente sentido. Ni una colección, ni la lectura de un libro, ni un trabajo, ni una relación afectiva. Antonio López me dijo una vez: “Uno tiene que salir a la plaza a que le mate el toro”. Hay que darse entero. V. F.: ¿Y qué mecenas cumplen esa norma? C . R .: Hay gente que hace muchas cosas y de manera muy discreta. Están Juan Abelló y Anna Gamazo, o la familia Botín. Y una gran desconocid­a, la Fundación María José Jove. Fuera, admiro mucho a Patty Phelps de Cisneros, a Estrellita Brodsky o Jorge Pérez. Ellos son mecenas de verdad, y todo lo que es de verdad trasciende. Jorge Pérez llegó a ser el principal promotor inmobiliar­io de Estados Unidos. ¿Que el arte lo ayuda en sus negocios? Pues sí. Me gusta la gente que juega en la línea entre lo sagrado y lo profano. Eso requiere coraje. V. F.: ¿Es el coraje uno de sus rasgos? C . R .: No hay virtud más importante en la vida. Yo me considero muy femenina, pero también muy masculina. Al hombre le suele importar más el poder; a las mujeres, las emociones y los sentimient­os. El secreto está en tener un poco de todo. V. F.: ¿Por qué presta tanta atención a Latinoamér­ica? C. R. : Nuestro negocio es internacio­nal. Yo paso 140 días al año fuera de España. Igual que el mecenazgo hace a los ricos mejores personas, Latinoamér­ica me ha hecho mejor persona a mí. Cuando estás en una sociedad en la que el piso se te mueve, ya sea por un terremoto o un grave suceso, vives cada día como si fuera el último.

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A través de la Fundación Callia, Carmen Reviriego promueve la adquisició­n de arte en Iberoaméri­ca.

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