GORILA CON MENTÓN DE CRISTAL
E l mayor problema de los móviles de gama alta es su fragilidad estética. Los diseñadores de los móviles que presentamos hoy son gente estupenda — Jony Ive, el cerebro creativo de Apple desde la última etapa de Jobs, es una leyenda—, pero todos viven en un mundo de ficción: uno en el que sus bellos dispositivos envueltos en cristal no se caen. Estamos en 2018 y estas bestias de la computación en miniatura con potencia superior a la de la mayor parte de los portátiles del mercado ya no se estropean ni se rompen con una caída — desde una altura normal— porque visten el Gorilla Glass de Corning. Pero en este tipo de diseños en el que el 99% del móvil es cristal es bastante fácil que surja la antiestética grieta o raja tras un accidente; lo que nos lleva a tener que usar fundas — con lo que ese maravilloso diseño se va al traste— o a que alguna de estas marcas ya ofrezca recambios del cristal gratuitos — hasta dos al año— en según qué países.
Y todo por un empeño meramente estético: si un móvil cuesta 1.000 euros, ofreciendo pantallas con más resolución que la mayor parte de los cines actuales, con una potencia que hace inútil al ordenador — sobre todo el Note 9, que se puede conectar a ratón, teclado y monitor— y con cámaras de hasta 25 megapíxeles (Find X), la lógica nos pediría algo inmortal. Pero con estos objetos de ensueño la lógica no tiene lugar y ha de rendirse al placer visual, con el coste y el riesgo que esperamos en las mejores cosas de la vida. �