OPERACIÓN: VESTIR A LA REINA
Doña Sofía cumple 80 años. Biógrafos, cronistas y diseñadores de moda cuentan cómo pasó de princesa enfundada en conjuntos ‘sixties’ de Berhanyer y Pertegaz a consorte que asombró al mundo con su estilo regio.
Doña Sofía cumple 80 años. La reina creó un estilo único adecuado a su nuevo papel.
Cómo querrán verme los españoles? —Guapa, señora.
La princesa Sofía preparó con las hermanas Molinero el vestido que llevó el 22 de noviembre de 1975 a las Cortes a la proclamación de Juan Carlos I. Un modelo largo con manga tres cuartos confeccionado a partir de un patrón de Valentino. En la solapa, la Orden de Isabel la Católica. Pilar y María Antonia le contaron esta anécdota a su amiga Covadonga O’Shea, un diálogo entre la reina y sus modistas de confianza que ilustra la relación de la primera con la moda. “Tanto si estaba de luto por la muerte de su padre con un vestido negro recto impecable como cuando actuaba como reina de España, su prioridad era que los demás, en este caso los españoles, estuviesen contentos”, explica la periodista y escritora.
Ese 22 de noviembre empezaba una nueva era, por eso escogió a conciencia un vestido rosa fucsia en lugar de guardar luto. Fue muy criticada por ello. Las damas del régimen aún
velaban el cadáver de Franco —el dictador había muerto dos días antes— en la capilla ardiente del Palacio de Oriente.
Desde su llegada a España, doña Sofía (Atenas, 1938) había confiado su guardarropa a célebres modistas locales como Elio Berhanyer, a quien conoció a través de la marquesa de Llanzol y que le hizo, por ejemplo, el conjunto de vestido y abrigo de color malva que lució en el bautizo del príncipe de Asturias. Como recoge Pilar Eyre en su libro La soledad de la reina (La esfera de los libros), le gustaba ir a su taller en la calle de Ayala porque “le contaba cosas muy divertidas de la vida de España: los amores de Ava Gardner con un torero y que la condesa de Quintanilla era una americana muy guapa de la que se rumoreaba que era espía”. O a Manuel Pertegaz, que le realizó el vestuario de su viaje a París en 1968 y que le dijo a Eyre que la reina tenía unos gustos muy definidos: “Se daba cuenta de cuando una sisa le tiraba, un drapeado no estaba bien hecho o un cuello se desbocaba. Tenía una manía: ¡no le gustaban las medias azules! Decía que hacían piernas de muerta”. “La reina y el maestro escogían conjuntamente los colores y los tejidos y partían siempre de la colección de ese momento”, me aseguran desde el taller del turolense, fallecido en 2014. Solo en dos ocasiones, una cena de gala con Jacques Chirac en marzo de 2006 y la que precedió al enlace entre los príncipes de Asturias en mayo de 2004, le diseñó modelos exclusivos.
En los 15 años en los que los príncipes aguardaron pacientemente su momento para reinar, doña Sofía ofreció el aspecto austero y recatado que convenía a sus intereses. Nunca llevó minifalda ni escote. Una sobriedad que resultaba absolutamente moderna. En 1962 visitó la comarca del Vallès después de las inundaciones que causaron centenares de muertos. Lo hizo con “una falda de tergal, un abrigo discreto, pañuelo en la cabeza y zapato plano”, cuenta Eyre en su libro. Ofreció una impresión muy favorable a los barceloneses, habituados a ver al Caudillo y a su mujer —conocida popularmente como la Collares por su afición a adornar su cuello con varias vueltas de perlas— bajo palio.
El valentino fucsia marcó un punto de inflexión e inauguró lo que Lorenzo Caprile denomina la “edad de oro”, los 15 años en los que las Molinero adaptaban la moda internacional —Valentino, pero también Givenchy— a sus necesidades. “María Antonia se ocupaba de todo, de la media al zapato o la flor. La reina iba impecable y perfecta. Una cosa que aprecio y que para mí es un símbolo de estilo y profesionalidad es que, consciente de la importancia de la foto y del primer
“Se daba cuenta de cuando una sisa le tiraba, un drapeado no estaba bien hecho o un cuello se desbocaba. Tenía una manía: ¡no le gustaban las medias azules!”, recordaba Pertegaz