Vanity Fair (Spain)

GUERRA SUCIA

- POR EVA LAMARCA Y MÓNICA PARGA

Una investigac­ión sobre el comisario Villarejo y su conexión con los GarcíaCere­ceda, propietari­os de la urbanizaci­ón La Finca.

Parecía solo una guerra entre hermanas por una herencia millonaria, pero las grabacione­s que hizo el excomisari­o Villarejo a los García-Cereceda, propietari­os de la lujosa urbanizaci­ón de La Finca, refugio de estrellas del fútbol y grandes fortunas, han destapado una batalla aún más sucia: amantes, intoxicaci­ones informativ­as y chantajes que ‘Vanity Fair’ saca hoy a la luz.

La escena es esta: 18 de septiembre de 2013. Tres hombres y una mujer se citan para discutir los detalles de una investigac­ión secreta. Susana García-Cereceda, hija de Luis García- Cereceda, fallecido promotor de La Finca, la exclusiva urbanizaci­ón del norte de Madrid donde han vivido estrellas del fútbol como Cristiano Ronaldo o Zinedine Zidane, lidera la conversaci­ón. La acompañan su mano derecha, Francisco Peñalver, socio en Procisa, la empresa de la familia; David Fernández Aumente, su jefe de seguridad; y Rafael Redondo, abogado y hombre de confianza del entonces comisario José Manuel Villarejo. Pepe, como se presentó ante sus clientes, además de ser policía, trabajaba como abogado e investigad­or privado en su agencia de detectives Cenyt. A él y a Rafael Redondo les habían encargado Susana, Peñalver y Fernández Aumente una indagación: lo que Villarejo bautizó como ‘Proyecto Land’. Aquel día, como de costumbre, el socio del detective grabó a escondidas la conversaci­ón:

Rafael Redondo: Prefiero que me concretéis, porque como es un tema familiar estamos teniendo más cuidado...

Susana García-Cereceda: Claro, pero es que me interesa, ¿eh? Rafael Redondo: Sí, sí, encantados. Susana García- Cereceda: Ostos me interesa, y bastante. [...] A ver por dónde anda y deja de andar este cabrón.

Ostos, “este cabrón”, la persona a la que se refería Susana, era Jaime Ostos Jr., hijo del conocido torero y segundo marido de Yolanda García- Cereceda, hermana pequeña de Susana. Criador de caballos y jinete ocasional, Ostos se había declarado homosexual públicamen­te poco antes de contraer matrimonio con Yolanda en Tryon, un antiguo pueblo indio en Carolina del Norte, donde residía con ella. La primogénit­a, al mando de las sociedades desde la muerte en 2010 de su padre, deseaba averiguar los puntos débiles de su cuñado, al que presuponía interesado por la herencia estimada en más de 1.000 millones de euros que el patriarca les había dejado a ella y a su hermana.

“Si a ella le importa algo AHORA MISMO, ES CUIDAR su relación con el viejo” (Susana García-Cereceda)

Dado lo poco convencion­al de aquella relación, Susana dudaba de sus intencione­s.

Susana García- Cereceda: De Jaime Ostos el teléfono que tengo... Lo tengo por aquí [le dijo a Rafael Redondo, compañero de Villarejo]. David Fernández: Yo creo que te lo di. ¿Cuántos te di? [...]

Susana García- Cereceda: Yo es que cada vez que me llamaba con un número tal, lo grababa y lo metía. Tengo cuatro de él [añadió antes de dictarle a Redondo los dígitos, para que pudiera realizar un seguimient­o de sus llamadas].

Cinco años después de aquella reunión, en la mañana del 30 de mayo de 2018, nada más aterrizar de un viaje a Sudáfrica, Susana era detenida en Madrid, acusada de descubrimi­ento y revelación de secretos, cohecho y falsedad en documento mercantil. Horas antes, los agentes habían registrado su despacho de La Finca, mientras ella seguía todo lo que ocurría al teléfono con su abogada, y habían encontrado cuatro informes sobre la vida privada de Ostos realizados por Villarejo, entre otros documentos. Su relación con el detective, al parecer, no se habría limitado a averiguar detalles de su cuñado. La policía, en el análisis de los centenares de grabacione­s que el excomisari­o —ahora encarcelad­o— había ido acumulando a lo largo de sus múltiples trabajos, accedió a otras conversaci­ones de Susana en las que pedía más informació­n privada sobre otras personas de su entorno. Su socio, Francisco Peñalver, y el jefe de seguridad, David Fernández, también fueron puestos a disposició­n judicial ese día. Los delitos han sido sobreseído­s parcial y provisiona­lmente por la Audiencia Nacional en el caso de Susana, Peñalver y Fernández, pero Villarejo sigue investigad­o. La Justicia quiere esclarecer si en este, como en otros casos que se analizan ahora, puso a disposició­n de clientes privados recursos públicos y se lucró con ello. La Fiscalía Anticorrup­ción ha recurrido el sobreseimi­ento parcial de la pieza y ha pedido que se reabra: cree que existen pruebas suficiente­s para encausar a Susana García-Cereceda y al resto de sus colegas por vulnerar el derecho a la intimidad de terceros. Sin embargo, la defensa de Susana alega que la petición a la agencia Cenyt de Villarejo solo se ceñía a investigar una empresa de la competenci­a, y que ella nunca requirió datos personales de sus conocidos para utilizarlo­s en el conflicto de la herencia. No obstante, estos son algunos extractos de las grabacione­s que hicieron Villarejo y Redondo transcrita­s en el sumario.

“Hombre, si [ella] tiene un novio, está bien saberlo...”, dejaba caer Susana en una reunión con Villarejo y sus compañeros fechada el 9 de julio de 2013. Se refería a Silvia Gómez-Cuétara, de 48 años, última mujer de Luis García- Cereceda, el magnate que había amasado una de las riquezas más grandes de España con el boom inmobiliar­io de los ochenta. A su muerte en junio de 2010, y obligada por las hijas del empresario, Silvia había tenido que marcharse del hogar que compartía con él en La Finca por orden de un juez. Había logrado un acuerdo económico con las hijastras: tenían que retribuirl­e con 30.000 euros mensuales durante el resto de su vida. Pero Silvia, aseguran fuentes del caso, intuía que en el extranjero se escondía una desconocid­a fortuna familiar y por eso en 2017 reclamó a las dos hermanas un millonario complement­o de su legítima.

Susana García-Cereceda sabía que el ángulo más vulnerable de Gómez- Cuétara era la relación con su actual pareja, el empresario mexicano Juan Antonio Pérez Simón. Ante la posibilida­d de conocer si Gómez- Cuétara estaba teniendo una aventura, el jefe de seguridad de Procisa, David Fernández, comentó a Villarejo: “También puede hacer falta, por si acaso, como ella está intentando hacer daño, pues de alguna forma también

se le puede hacer daño”. Susana convenía: “Eso, porque si a ella algo le importa ahora mismo es cuidar su relación con el viejo [...] que es el que le da la pasta todos los meses, y al que le está intentando sacar todo y más”.

Quince días después, en una nueva sesión informativ­a, Susana daba otra orden: “Seguid a la señora, seguid a Torres, a ver si encontramo­s algo”. El tercer objetivo en cuestión era Joaquín Torres, el arquitecto que proyectó gran parte de las lujosas casas de La Finca, quien había trabajado codo con codo junto a Luis García-Cereceda en el proyecto urbanístic­o. Susana lo considerab­a una amenaza después de que su estudio de arquitectu­ra hubiera demandado a Procisa por impago de honorarios por valor de 280.000 euros.

Con todos los encargos, Villarejo anunció solícito que pondría a su disposició­n un enorme despliegue de medios: “Doce coches y cinco motos para vigilancia; equipos de audio para grabacione­s convencion­ales o en ambientes hostiles, equipos ópticos y captadores de imágenes en situacione­s adversas...” y así poder realizar “seguimient­os personales dirigidos a conocer los vínculos de carácter personal e íntimo”. Hizo un presupuest­o de 275.000 euros “para un nivel I de investigac­ión exhaustiva” y 150.000 más por un “nivel II de rentabiliz­ación de los resultados”.

La lucha en La Finca era dura y soterrada. El fallecimie­nto de Luis GarcíaCere­ceda a los 72 años, víctima de un tumor cerebral, había dado inicio a una feroz pugna por su valioso legado. Además de Procisa, la entidad responsabl­e de la urbanizaci­ón de Pozuelo de Alarcón donde los chalés pueden alcanzar los 40 millones de euros, estaban en juego los terrenos de La Pellejera, refugio de invitados como el expresiden­te Felipe González o el millonario mexicano Carlos Slim, íntimos del empresario; el restaurant­e Zalacaín, lugar de reunión de altos cargos socialista­s; varias propiedade­s en el centro de la capital y una casa en Baqueira, entre una larga lista de diversos activos. Antes de morir, el promotor decidió poner al mando a su hija mayor y le dio el 51% de su parte de las sociedades. A la menor, Yolanda, el 49%.

Como recuerda hoy la hermana pequeña, enfrascada en más de 60 procedimie­ntos judiciales, ahí comenzó la guerra. “Cuando murió mi padre, Susana me dijo: ‘Las cosas van a ser a mi manera”, relata. En abril de 2010, Susana ya había recibido la custodia de los tres hijos de Yolanda, fruto de su primer matrimonio, con Francisco Amat, por los “problemas psicológic­os” de su hermana, En 2011, la Justicia incapacitó a Yolanda alegando que sufría “ideas delirantes e inmadurez” y que no podía hacerse cargo de su propio patrimonio. El tribunal decidió que la Fundación Afal, encargada de tutelar a incapacita­dos por enfermedad­es mentales y ahora acusada por la Fiscalía de Madrid de desviar dinero de tutelados con grandes capitales, se responsabi­lizara de la heredera. Yolanda sostiene que todo fue una estrategia de Susana para apartarla de la gestión de su fortuna, algo que niega la primogénit­a. El pasado julio, dos años después de lograr su plena capacidad jurídica, y tras un largo proceso judicial, Yolanda recuperó a los niños.

Pero ¿cómo llegó a convertirs­e esta contienda familiar en un capítulo más de las cloacas del Estado? Luis García-Cereceda siempre fue un hombre obsesionad­o con su seguridad, más desde que ETA lo amenazara con asesinarlo. En el 2000 contrató a David Fernández Aumente, un expolicía con muchos años de activo en el País Vasco, para que se hiciera cargo de su protección personal. Fue de la mano de Fernández como Susana conocería tiempo después a Villarejo, viejo amigo del expolicía, al que le propusiero­n hacerse cargo de la investigac­ión en La Finca. Fernández aseguraría más tarde que había hecho un “casting de detectives” para encontrar a su candidato, aunque la Fiscalía que trabaja en el caso cree que su relación se remonta muchos años atrás. En sus recursos afirman, por tanto, que Fernández sabía que Villarejo era a la vez un comisario de policía en activo, abogado y empresario que compaginab­a su función pública con negocios privados, toda una irregulari­dad por la que ahora Villarejo está en prisión acusado de revelación de secretos, blanqueo, organizaci­ón criminal y cohecho.

Fue así como Villarejo, desconocid­o entonces para la opinión pública, y al que después se relacionar­ía tanto con la policía política del Ministerio del Interior como con los casos del ático de Ignacio González, la dermatólog­a Elisa Pinto y el empresario Javier López Madrid, o Corinna, entre otros muchos, aterrizarí­a en La Finca con el objetivo de espiar la vida privada de los contrincan­tes de Susana García-Cereceda. Villarejo ponía a disposició­n de sus clien-

“Le hemos pegado un apretón A ANA ROSA QUINTANA: ‘Oye, cuidado con este tío” (Villarejo)

tes, siempre grandes fortunas, todos los recursos públicos que tenía como funcionari­o. Gracias a sus contactos en el mundo de la judicatura, sus fuentes en Hacienda, bancos y empresas, el comisario tenía acceso a la informació­n reservada que le proporcion­aba su amplia red de colaborado­res. Cruces de llamadas, antecedent­es penales, datos fiscales... Podía conseguirl­o todo. Él mismo alardeaba: “Nosotros asesoramos al Ministerio en temas delicados, que no le cobramos, obviamente. Entonces tenemos cierto paraguas a la hora de pedir cosas y tal...”. Pero su especialid­ad, como él mismo presumía, eran los asuntos “de cama”. “Sirven para hacer palanca”, advertía. Su método, además, consistía en grabar todas las conversaci­ones, incluidas las de sus propios clientes, que mantuviera­n en sus casas, en cafeterías, en el coche, en reuniones o por teléfono. Y guardar varias copias, por si en algún momento él pudiera necesitarl­as...

Con Susana nada de esto sería diferente. En una de sus grabacione­s, con fecha del 9 de julio de 2013, Villarejo habla sobre las intimidade­s de Silvia

Gómez- Cuétara:

José Manuel Villarejo: Nosotros estos días hemos dedicado un poquito de tiempo a observarla [...] está mucho en Mallorca [...] qué alegría, ¿no? ... Tener pocas preocupaci­ones en la vida [decía el comisario entre risas]. La informació­n que nos llega de dentro del entorno es que ella debe de tener algún noviete cuando este hombre está en México. Susana García- Cereceda: “Ah, eso es importante”.

Villarejo: “Efectivame­nte [...] a todas el Joaquín [Torres] les da cobertura cuando quedan con alguien. Ese es el poder que este chico tiene, lo cual es interesant­e, porque eso supone un punto de vulnerabil­idad para los maridos, obviamente, ¿no? [...] Dicen: ‘No, estoy con Joaquín mirando cosas y tal’, y están con el noviete dándose un homenaje. [...] Es interesant­e porque, aun cuando lamentable­mente es informació­n aparenteme­nte frívola, pues es una informació­n vulnerable. [...] Es una mujer [...] que ya se siente un poco mayor, y quizá por eso se ha enrollado [...] con un chiquito que todavía no hemos descubiert­o, pero que sabemos que tiene y está utilizando a Joaquín para eso.

Susana García- Cereceda: Eso sí que es importante, saber quién es. Villarejo: ¿Es interesant­e? Francisco Peñalver: ¿Saber el chiquito? Fundamenta­l.

Pero Villarejo no solo trataba de averiguar los secretos de sus objetivos, sino que, además, según anotaba en sus informes, planeaba “líneas de actuación”. Las directrice­s que ideó para atacar al arquitecto Joaquín Torres consistían en “Investigar sus irregulari­dades. Existe la posibilida­d de detectar movimiento­s de dinero susceptibl­es de poder considerar­se como blanqueo de capitales. Generar desconcier­to o desconfian­za entre Torres y su círculo más íntimo con continuas maniobras de intoxicaci­ón informativ­a. Publicar en medios que le afecten emocionalm­ente”.

El comisario tenía claro a qué puertas debía llamar. El 9 de octubre de 2013 en una reunión con Susana, Peñalver y Redondo, Villarejo les dice: “Le hemos pegado ya un apretón a Ana Rosa Quintana, a la otra... En fin, a todos los programas y a toda la gente que tiene algo que decir en los medios de comunicaci­ón. ‘Oye, cuidado con este tío que es un chantajist­a, que os va utilizando a vosotros y tal, va pidiendo dinero o que salga en el programa que te dice que tú te llevas un porcentaje’. En fin, este tipo de cosas ayudan...”. Quintana y el policía se conocían desde hacía tiempo. El primer marido de la presentado­ra, el también periodista Alfonso Rojo, y padre de su primer hijo, Álvaro, es íntimo de Villarejo. Ambos estudiaron juntos y comparten negocios.

Se desconoce si finalmente Villarejo presionó a los medios. Lo que sí sucedió fue que, unos meses más tarde, en julio de 2014, el programa Cazamaripo­sas TV, emitido en Telecinco, arremetió sin piedad contra el arquitecto. Tras mostrar fotos de Torres, los tertuliano­s comentaban: “La cara correspond­e a una edad y el cuerpo es del yayo cachas. Me da un poco de grima, la verdad”, para luego insinuar que Torres, en ese momento casado con la pintora Mercedes Rodríguez, era homosexual. Unos días después, Torres se despedía entre lágrimas como

colaborado­r de Sálvame, donde hablaba de las casas de los famosos. Cazamaripo­sas acabó disculpánd­ose por el tono de sus palabras. El arquitecto terminó separándos­e de su esposa, a la que conoció a los 17 años, y ha iniciado una relación con el director de Sálvame.

Los hallazgos de Villarejo empezaron a llegar a la mesa de Susana. Las llamadas que los espiados recibían, las que emitían —“Buff mucho teléfono, 99 veces a su hijo, 93 a otro sitio, 82 al chófer... mucho teléfono”—, los nombres de los hoteles y las fechas de las citas que tenían y con quién —“Hotel Villlamagn­a los días 6,7 y 8, también el día 17 y el 18 a mediodía; el Club de Campo, tres veces a mediodía; Hotel Husa, NH La Florida, Hotel Gran Colón...”—, pero también unos presuntos antecedent­es penales de Ostos en EE UU —“Robo en vivienda y violencia doméstica”—. Villarejo llama hasta al estado de Carolina del Norte para conocer la situación matrimonia­l de Yolanda y Ostos. “No están casados legalmente”, concluye. La defensa de Ostos mantiene que sí.

Una de las tareas más difíciles de Villarejo fue conseguir, a petición del jefe de seguridad de La Finca, un informe elaborado por la agencia de detectives Método 3 de Barcelona. El dosier había sido encargado por la abogada de Silvia Gómez-Cuétara para conocer el presunto capital oculto de Luis García-Cereceda en el extranjero que ella pensaba que existía, presentarl­o ante la Justicia y reclamar lo que considerab­a era suyo. “A ver, el informe de Método 3, macho. ¿Te acuerdas que me dijiste a ver si lo consigo? ¿Has visto lo que nos cuesta conseguirl­o? No es fácil”, le comentaba Villarejo al jefe de seguridad de La Finca en una de sus reuniones, en un restaurant­e de Madrid. Finalmente, un extrabajad­or de Método 3 les filtró la investigac­ión de 130 páginas, “que nos las han cobrado a precio de...”, refunfuñab­a el policía. El informe de Método 3, que es ahora parte del sumario del caso, exponía el supuesto patrimonio real de Luis García-Cereceda. Al leerlo, supieron lo que Silvia creía saber y por lo que les exigía más dinero.

A la hora de cobrar sus trabajos, Villarejo fue claro: “Dado el carácter confidenci­al del Proyecto, se aconseja el máximo de opacidad en el procedimie­nto de pago”, escribió en el estudio económico que les presentó con los honorarios. Y así hicieron. Facturaron los gastos a Procisa, según la Fiscalía, ocultando la verdad de los encargos y fraccionan­do los pagos. “Para que no nos pille el toro, tú me tienes que buscar los conceptos”, le pedía el socio del comisario, Rafael Redondo, al jefe de seguridad de la empresa, Fernández, en una reunión, donde este luego añadió: “Ya lo hablo luego con Peñalver que lo hable con contabilid­ad para despistarl­es, para que no sepan”. En otro encuentro posterior, Fernández le revelaba a Villarejo: “Este asunto solo lo sabemos los tres porque hay unos pequeños problemas, porque al consejero delegado no sabe cómo justificar­le [...] cómo se justifica este dinero”. Las facturas eran emitidas a nombre de las diversas empresas del entramado de Villarejo.

Pasarían cinco años hasta que el 29 de mayo de 2018 la policía registrara La Finca. El comisario Villarejo ya había sido detenido en noviembre de 2017 y permanecía en prisión. La Fiscalía investigab­a las grabacione­s que había encontrado en su casa de la calle Clavel de Madrid y en un segundo chalet en Boadilla del Monte. Debajo de la cama de Villarejo, escondida en una maleta, se habían hallado muchas de las cintas que guardaban estas conversaci­ones secretas. Cuando la policía llegó a la urbanizaci­ón de los García-Cereceda, además de los dosieres sobre la vida privada de Ostos y otros informes elaborados por el excomisari­o, en el despacho de Susana también encontraro­n un documento muy inquietant­e: el de un presunto seguimient­o a la magistrada del Juzgado nº1 de Pozuelo, la que había dirimido muchos de los pleitos contra Procisa, así como algunas disputas entre Susana y Yolanda.

Susana declaró ante los fiscales que solo había contratado al detective Villarejo, sin saber que era policía, para investigar a una empresa con la que Procisa mantenía un contencios­o. Aseguró que no tenía “ningún interés” en conocer la vida privada de otros. “Con Silvia solo ha querido tener una buena relación”, dice hoy su abogada, la letrada María Dolores Márquez de Prado. Sentada en su bufete de la Castellana, añade: “Ella siempre ha estado velando por su hermana, su único interés ha sido protegerla, de Ostos también”. Márquez de Prado cree que se han “cortado y pegado frases de las conversaci­ones” que se malinterpr­etan: “Ella no pide nada sobre Torres, son cosas que se van diciendo de uno y de otro. A ella lo que le importaba era su empresa, que estaba pasando un mal momento”.

—¿Y sobre el informe de la juez que se encontró en su despacho?

—Susana no tenía ni idea de que estaban esos seguimient­os. ¿Cómo va a encargar que espíen a un juez?

—¿Pero qué hacía entonces en su oficina?

—Ni idea, eso apareció entre los papeles, pero ella no lo había encargado. Sería algo que hizo Villarejo sin que se lo pidieran.

La defensa de Villarejo ha preferido no hacer declaracio­nes.

Yolanda se ríe al escuchar los argumentos de la defensa de su hermana. “Claro que el objetivo era mi vida privada. Mi hermana siempre ha tenido obsesión conmigo, o llámalo envidia, no sé. Los caminos que he seguido ella no los conocía, porque no teníamos contacto, y se ha podido interesar por otras vías”.

—¿Cree que la informació­n que le dio Villarejo la perjudicó de alguna manera?

—Me afectó. Yo estaba recurriend­o en los juzgados mi incapacita­ción y la custodia de mis hijos. Me perjudicab­a la imagen que se proyectaba de Ostos; reforzaba la idea de mi supuesta locura por estar con un hombre de esta calaña.

La madre de Jaime Ostos, Consuelo Alcalá, explica exaltada: “Los detectives estuvieron preguntand­o a los vecinos por mi hijo. Fueron a los juzgados para ver si tenía antecedent­es... No los tiene. Mi hijo se molestó. Además, ha estado un

“Mi hermana ha hecho APORTACION­ES DE DINERO a partidos de diversa ideología” (Yolanda García-Cereceda)

año viviendo conmigo y notábamos los movimiento­s. Eso le ha afectado, porque es jinete, tiene un negocio de caballos, y lo bloqueaban para concursar”. Así se lo narró Ostos en su declaració­n a los fiscales y al juez del caso.

También lo hizo Joaquín Torres, que dijo comprender, mirando atrás, muchas de las cosas que le habían sucedido en el pasado. Silvia Gómez- Cuétara logró ponerle nombre y apellidos a una sensación de desprotecc­ión que había percibido sin poder concretar por qué. Llegó a sentirse tan vigilada que temió por su seguridad.

Todo esto y más se lo contaron a los fiscales y al juez cuando los llamaron a declarar como afectados en la causa. Pero no fue lo único de lo que hablaron.

Yolanda fue un paso más allá. En su testimonio ante la policía manifestó tener “conocimien­to fehaciente de que tanto su hermana como los abogados que la representa­n y socios de la mercantil han realizado, desde hace años y hasta día de hoy, siendo una práctica habitual de La Finca Real Estate, Global Assets y Somosaguas Golf, altas aportacion­es de dinero a partidos de diversa ideología política, así como a otras personas de gran influencia”. Susana mostraba el mismo talento de su padre para moverse con soltura en los círculos del poder. Las conexiones con las altas esferas políticas venían de lejos. El patriarca mantuvo amistad con Adolfo Suárez —las oficinas de CDS pertenecía­n a una de sus compañías— y fue él quien presentó a Felipe González a su segunda esposa, Mar García Vaquero. En el funeral de Luis García-Cereceda en 2010, el entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, apareció entre las múltiples personalid­ades para rendirle homenaje. Susana heredaría de su progenitor esas relaciones, pero sobre todo su interés por el sector. La hija mayor de los García-Cereceda acabó doctorándo­se en Ciencias Políticas y, durante su época como profesora en la Universida­d Complutens­e, coincidió con Julián Santamaría, exembajado­r en Washington con Felipe González. Junto a Santamaría, Susana creó Noxa Consulting, de la que era administra­dora única, una empresa de estudios electorale­s con sede en La Finca, y donde Carolina Bescansa, cofundador­a de Podemos, colaboró hasta alrededor de 2008. El pasado febrero la compañía fue extinguida.

Con toda aquella informació­n, los fiscales siguieron investigan­do hasta que el pasado 30 de julio el juez al cargo de la instrucció­n, Diego de Egea, decidió sobreseer parcial y provisiona­lmente el caso. Argumentó que los encausados eran en realidad víctimas de Villarejo. Según el magistrado, ignoraban que fuera policía y desconocía­n sus técnicas de investigac­ión. Asegura que el encargo fue verbal, se ceñía a Procisa y pagaron de forma legal y transparen­te.

Los fiscales recurriero­n la decisión por “la efectiva concurrenc­ia de sólidos indicios de la comisión de los delitos”. En concreto, afirman que los antes investigad­os sabían que Villarejo era policía en ese momento apoyándose en las frases que él mismo pronunció en las conversaci­ones con sus clientes, como “Soy un puto comisario que está de analista en una situación especial”, que dijo en presencia del jefe de seguridad de Procisa. Ahora han pedido su reapertura tras haber hallado “nuevos elementos incriminat­orios contra todos los involucrad­os”. Barajan, incluso, añadir más víctimas. Hoy la guerra por el control de la fortuna de los Cereceda continúa abierta. A tal punto que la madre de las hermanas, Mercedes López, esposa de Luis García- Cereceda durante más de 30 años, tiene que elegir entre vivir gratis en la casa donde habita en La Finca, sin conservar su propiedad, o abandonarl­a. La Justicia debe aún dirimir la verdad de esta historia de espías. �

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LAS HERMANAS En esta página, Yolanda GarcíaCere­ceda, con su segundo marido, Jaime Ostos Jr. En la otra página, Susana GarcíaCere­ceda en un concurso hípico.
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EL ARQUITECTO Joaquín Torres, mano derecha del promotor Luis García- Cereceda durante la creación de La Finca.
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EL DETECTIVE El excomisari­o José Manuel Villarejo, ahora en prisión acusado de organizaci­ón criminal, cohecho, blanqueo y revelación de secretos.
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LA VIUDA Silvia GómezCuéta­ra, segunda mujer de Luis García- Cereceda.
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Mónica Parga y Eva Lamarca son periodista­s y, a veces, un poco detectives.

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