Vanity Fair (Spain)

Mi tribu es mi reino

Entramos en la casa de Pablo de Grecia y Marie-Chantal Miller, que a los 50 años hace balance de su vida.

- Por EMMA ROIG ASKARI

No hay ciencia más exacta para calibrar la importanci­a social de una persona que observar dónde la sientan en uno de los restaurant­es parisiense­s que hacen del esnobismo su bandera. El termómetro en este caso es L’Avenue, una brasserie no especialme­nte lujosa pero extremadam­ente exclusiva de la Avenue Montaigne. El establecim­iento lleva décadas de moda y su estrategia a la hora de asignar las mesas haría palidecer hasta a los más versados cortesanos de Versailles. Allí he quedado con la princesa Marie-Chantal Miller (Londres, 1968). Por supuesto, espero no tener que subir al primer piso, donde sientan a los comensales con menos glamour. Ella me espera en la mejor mesa de la planta principal. Sentada en una silla que está orientada hacia la entrada y parece casi un trono, y acompañada por su marido, el príncipe Pablo, saluda a todos los griegos y europeos ilustres que se acercan a rendirles pleitesía. Ambos responden amablement­e. Hoy los príncipes de Grecia podrían haber salido a comer con cualquiera del Tout-Paris, pero han decidido hacerlo con su hija Olympia. Pablo (Tatoi, Grecia, 1967), segundo hijo del rey Constantin­o de Grecia, es primo del rey Felipe VI, con el que le une una estrecha amistad desde la infancia. Acaba de llegar de Nueva York, donde trabaja en el fondo de inversión Ortelius. Los tres van a pasar juntos el fin de semana en la ciudad en la que Marie-Chantal fue tan feliz. “Quiero enseñarles a Olympia y a Pablo los lugares de París que frecuentab­a cuando viví aquí de joven, como Toraya, la sala de té japonés en el Boulevard Saint Honoré a la que mi madre me llevaba después del colegio. En aquella época la zona no era tan lujosa como ahora, pero este local se las apañó para seguir abierto. También iremos a Île Saint-Louis, donde estaba nuestra casa, y pasaremos por todos los pequeños restaurant­es y cafés a los que solía ir. Mientras vivía aquí, mi madre me dejaba ir en bici al colegio. A los 16 años tenía una Chappy, una moto Yamaha. Siempre he dicho que París es una ciudad para conocer a pie, pero mañana alquilarem­os un coche pequeño. De todas formas, no podré enseñarles todos los sitios que me gustaría. Disponemos de ocho horas”.

Nacida en Londres en 1968, se crio en Hong Kong, fue al colegio Le Rosey en Suiza y a los 14 años se trasladó a París para completar su formación en la escuela secundaria. Allí acabó estudiando cocina en el prestigios­o instituto Ecole Ritz Escoffier, justo detrás del emblemátic­o hotel de la plaza Vendôme donde ahora se aloja, y que recibe a sus huéspedes con una clásica cita de Hemingway: “La única razón para no quedarse en el Ritz cuando uno visita París es no poder permitírse­lo”.

M. C. (Emsi) —como la llaman sus amigos— hoy es un referente de moda, una empresaria especializ­ada en ropa de niños y directiva de la compañía fundada por su padre. Después de pasar un rato con ella, enseguida te das cuenta de que tiene más conexiones internacio­nales que las aerolíneas British Airways, Singapore Airlines y Air France combinadas. “Estar expuesta a tantas culturas me ha hecho ser más sensible y abierta a los cambios. Me casé con Pablo, y su familia tiene una gran historia detrás. Si él me hubiera pedido que nos fuéramos a vivir a Grecia, para mí habría sido muy fácil, porque me adapto con gran facilidad y me siento cómoda en cualquier sitio”.

Hija de Robert Warren Miller —el multimillo­nario estadounid­ense que hace medio siglo apostó por montar en el mercado asiático los Duty Free, una de las cadenas más grandes del mundo, ahora participad­a por LVMH—, mujer de un apuesto príncipe y madre de cinco hijos —Olympia, de 22 años; Constantin­o, de 20; Achileas, de 18; Odysseas, de 14; y Aristides de 10—, Marie-Chantal ha cumplido 50 años y aprovecha para hacer balance.

La princesa de Grecia es una gran anfitriona. Ha organizado con éxito fiestas tan especiales como la que reunió el año pasado a 500 personas en su casa de la campiña inglesa para celebrar por todo lo alto el 50º aniversari­o de su marido, el 20º cumpleaños de Olympia y el aniversari­o de

boda de la pareja. En cambio, cuando le tocó el turno a ella, el pasado 17 de septiembre, hizo una pequeña cena en su casa de Nueva York y festejó a la vez su cumpleaños y el de su hijo Odysseas, nacido el mismo día que ella y al que llama “mi gemelo celestial”. Quizá el hecho de que estuviera a punto de morir mientras daba a luz, la llevó a conectar con él a otro nivel. Era el año 2004 y Marie- Chantal estaba embarazada de Odysseas, su cuarto hijo. El 17 de septiembre, sus amigas celebraban en casa de su hermana Alexandra en Londres el baby shower cuando recibieron una llamada para avisarles de que la homenajead­a iba al hospital porque se había puesto de parto. Las invitadas, que brindaron a su salud, no sabían que el nacimiento del niño se complicarí­a y que la princesa perdería tanta sangre que su vida correría peligro.

Parece que el haber superado esta experienci­a ha reforzado su resolución de ser fiel a sí misma: “No me disculpo por ser como soy. No tengo nada que ocultar. Poseo opiniones propias, soy fuerte y tengo los pies en la tierra. Además, he decidido ser una figura pública en Instagram, porque dirijo un negocio y llevo un blog”. Y, como consecuenc­ia, considera inevitable el hecho de que, al igual que ella, sus propios hijos sean también muy activos en las redes sociales. La exposición digital, desde luego, tiene su cara B, como han comprobado en varias ocasiones. En 2017, unas fotografía­s de la fiesta de cumpleaños de su hija Olympia en Instagram provocaron duras críticas sobre lo ostentoso de su estilo de vida. “Hay que aceptarlo, yo lo hago, mis hijos también, no nos queda otra opción. Ellos han elegido ser figuras públicas y mostrar su vida en cuentas abiertas. Es muy importante tener opiniones libres, ser capaz de elegir tu vida y decidir lo que te gusta y lo que no”.

Ha hecho de la espontanei­dad su bandera y no teme usar las redes sociales. Hace unos meses, antes de la boda de Meghan Markle y el príncipe Harry, en una entrevista con Paris Match dijo: “Estamos en una nueva era de la comunicaci­ón. Yo tengo un blog que me permite expresar lo que siento. La familia real británica debe utilizar también las redes para conectar con las nuevas generacion­es que no leen periódicos”. La princesa de Grecia tiene las ideas claras respecto al presente de las casas reales y los cambios que están experiment­ando las monarquías tradiciona­les.

Y sabe de lo que habla. A su boda asistieron más cabezas reales —Gran Bretaña, España, Suecia, Dinamarca, Jordania, Bulgaria— de las que fueron al enlace de Meghan y el príncipe Harry; el padrino de su hijo mayor es el príncipe Guillermo; y la reina Isabel II acudió en 2010 a cenar a su casa para celebrar el 70º cumpleaños del rey Constantin­o de Grecia y se fue pasada la medianoche, con una sonrisa de oreja a oreja a pesar de que alguien le derramó un poco de café en su impecable traje largo.

“No me disculpo por ser como soy. No tengo nada que ocultar. Poseo opiniones propias, soy fuerte y tengo los pies en la tierra”

Quince años antes, Isabel II fue también una de las invitadas a la boda de Marie-Chantal y Pablo de Grecia, que unieron sus destinos en la catedral ortodoxa de Santa Sofía en Londres el 1 de julio de 1995. La novia vestía un Valentino con aplicacion­es de perlas y un velo de cuatro metros y 12 tipos de encaje de chantillí que forman parte de la historia de los trajes nupciales. Este gran acontecimi­ento real comenzó un año antes y por casualidad: el financiero griego Alex Papamarkou, amigo de los padres de Marie-Chantal, insistió en invitarla al 40º cumpleaños de Philip Niarchos en Nueva Orleans. Al principio ella no quería ir, pero en el momento en el que se sentó al lado del príncipe Pablo conectaron “inmediatam­ente”. Se comprometi­eron en un telesilla en la estación de esquí de Gstaad.

Pablo nació siete meses antes de que su padre, el rey Constantin­o, su madre, Ana María —hermana de Margarita de Dinamarca—, su hermana, Alexia (1965), y él mismo partieran al exilio tras el golpe de Estado militar en Grecia en 1967. Después de un breve paso por Roma y Dinamarca, se establecie­ron en Londres, aunque pasaban las vacaciones en España, donde Pablo creció junto a sus tíos, los reyes Juan Carlos y Sofía, y sus primos, las infantas Elena y Cristina y el príncipe Felipe. Apenas le separa un año de diferencia con el rey Felipe VI, con quien compartía campamento­s. Además, les unía una pasión, la vela. En su juventud navegaban en Mallorca, afición que llevó a Pablo a conseguir el récord mundial con el velero Maricha por cruzar el Atlántico. Después de graduarse en la Real Academia Militar de Sandhurst, en Inglaterra, como miembro de los Royal Scots Dragoons, sirvió en el Ejército británico tres años antes de estudiar un MBA y máster en Relaciones Internacio­nales en la Universida­d de Georgetown, en Washington, donde compartió casa con su primo, el entonces príncipe de Asturias; allí, Marie-Chantal, que ya era novia de Pablo, les cocinaba.

Pese a todas sus conexiones y el hecho de que es princesa danesa por su matrimonio con Pablo, descendien­te de Christian IX de Dinamarca, Marie- Chantal es muy realista. “Pablo tiene una gran familia y con ello viene una gran responsabi­lidad. Pero también hay que tener en cuenta la reali-

“Todos los recuerdos que tengo de mi infancia son de una gran familia unida, y creo que he sido capaz de crear lo mismo con mis hijos”

dad. El padre de Pablo se fue de Grecia, hubo un referéndum en 1974”, afirma. Aunque no existe un trono vacío esperando en Grecia, para Marie- Chantal inculcar a sus hijos el respeto por la tradición de la familia de la que provienen es muy importante: “Siempre les digo que teniendo un nombre así deben ser muy cuidadosos. Esto es en lo que han nacido y viene con una rica historia”.

La familia es su pasión

“En mi blog estoy en conversaci­ón constante con otros padres que me piden consejos para criar a sus hijos. Es parte de quien soy y es también parte del pequeño negocio que he creado”, afirma la princesa. El blog de Marie-Chantal adapta la tendencia Goop —el imperio de Gwyneth Paltrow valorado en 250 millones de dólares— al universo infantil. Publica recomendac­iones para llevar una vida saludable basadas en las nuevas dietas de suplemento­s y superalime­ntos, para practicar ejercicio más allá de lo convencion­al y para adoptar el mindfulnes­s y otras técnicas en boga como camino hacia la estabilida­d emocional.

Ahora, además de su blog y su firma de ropa infantil —“No ha sido un camino de rosas, porque el sector textil es bastante complicado”—, ha decidido escribir un libro sobre modales para niños. “Los modales comienzan en la mesa”, explica, y recuerda con ternura

cómo fue su infancia: “Mi padre era un hombre muy ocupado, pero siempre se las arreglaba para hacer del tiempo en familia el rato más importante. Se sentaba con nosotras a desayunar. Todos los recuerdos son de una gran familia unida, y creo que he sido capaz de crear lo mismo con mis hijos. Voy al supermerca­do, cocino. Solo porque tenga un nombre antes de Marie- Chantal [princesa] y algo detrás [de Grecia], no quiere decir que sea inaccesibl­e”.

Marie- Chantal tiene una risa traviesa que demuestra que disfruta de la vida con entusiasmo. A menudo repite lo agradecida que está por las circunstan­cias que le han tocado vivir: “Soy inmensamen­te privilegia­da. Mi padre viene de una familia humilde y trabajó muy duro para tener éxito.

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