Vanity Fair (Spain)

SEÑORA JOHANSSON El cambio de Scarlett a actriz de carácter.

- POR JUAN SANGUINO

Durante años, Scarlett Johansson fue más estrella que actriz. Su madre y mánager, intérprete frustrada, le inculcó una obsesión por el Hollywood dorado que ella emuló en la alfombra roja y entrando en hoteles con gafas de sol. Ahora, muta en actriz de carácter en ‘Historia de un matrimonio’.

Lo primero que la mayoría del público vio de fue su trasero. Scarlett Aquel Johansson plano inicial de Lost in Translatio­n con sus bragas semitransp­arentes y de color melocotón era más poético que erótico, sin embargo, Johansson fue más sexualizad­a que ninguna otra estrella de este siglo. Y, en vez de luchar contra ello, la actriz ha sabido jugarlo a su favor.

A pesar de hacerse famosa con 18 años, Johansson se desmarcó de sus personajes de chicas corrientes apareciend­o en eventos con una belleza sobreprodu­cida como la de las starlets del Hollywood clásico: pelo rubio platino con ondas elaboradas, vestidos que acentuaban sus curvas y labios siempre pintados de rojo. Si era

Megan Fox expuesta como una criatura sexualment­e disponible con una imaginería que rozaba lo pornográfi­co, la imagen de Johansson era más glamurosa, pero el efecto no era muy distinto. Los medios la describían como “la personific­ación de las fantasías sexuales masculinas”, regodeándo­se en su “complexión cremosa”, su “cara con forma de corazón” y su “voz con sabor a whisky”. En la alfombra roja de los Globos de Oro de 2006, el diseñador le tocó un pecho mientras la entrevista­ba. Isaac Mizrahi Johansson tenía 21 años.

Sus películas alimentaba­n esta imagen de mito erótico oficial: objeto de deseo en medio de dos hombres —La dalia negra—, mujer fatal que lleva a un hombre a la perdición —Match Point—, elemento decorativo —The Prestige— o reclamo sexy en blockbuste­rs para hombres —La isla, The Spirit o Vengadores, donde al principio era la única mujer y llegaba a exclamar “¡Siempre tengo que estar recogiendo vuestros juguetes!” mientras agarraba el escudo de Capitán América—.

rodó tres películas con ella y confesó Woody Allen lo difícil que es ser divertido con una mujer “sexualment­e abrumadora y más ingeniosa que yo”. se negó a darle el papel protagonis­ta David de Fincher Millennium por considerar­la “demasiado guapa”. confesó que su

Katy Perry primer éxito, I Kissed a Girl —besé a una chica, en español—, estaba inspirado en Johansson. Ella participó de esta percepción posando en multitud de portadas en ropa interior, en posturas eróticas o tumbada sobre una cama. En 2008, una

periodista le preguntó si se considerab­a feminista a pesar de que la palabra no fuese “demasiado sexy”.

Johansson fue imagen de Calvin Klein, Dolce & Gabbana,

L’Oréal y Louis

Vuitton. Los paparazzi retrataron cada día de sus relaciones de alto perfil con Hartnett,

Josh y

—con Sean quien Penn estuvo Ryan casada Reynolds entre

2008 y 2010—, y su fama ascendía sin parar mientras ninguna de sus películas funcionaba en taquilla. Cuando le preguntaro­n por qué aceptó el título de “mujer más sexy del mundo” de la revista

Esquire por segunda vez, respondió que para ser la primera mujer en conseguirl­o dos veces porque, con

28 años, tenía que aprovechar esas oportunida­des. El periodista describía en el reportaje los esfuerzos que tuvo que hacer para no mirarle el culo.

Por eso, 2014 cambió su carrera.

En Under the Skin interpreta­ba a un alienígena que, con el objetivo de aparearse con humanos, adquiría, lógicament­e, el aspecto de Scarlett Johansson.

Su físico aparecía desprovist­o de toda identidad, al igual que en Lucy —su primer y único éxito de taquilla como protagonis­ta—, mientras que en Her solo aparecía su voz interpreta­ndo a un sistema operativo que enamoraba a

Phoenix. Johansson consiguió las Joaquin mejores críticas de su carrera sin necesidad de afearse o alterar su físico, sino experiment­ando con su emblemátic­a sensualida­d. El resultado fue un tríptico que parecía exponer cómo Hollywood consume a sus mujeres por partes, pero no en su totalidad.

Y eso que la totalidad de Scarlett Johansson es un espectácul­o. Cada vez que se ha encontrado en el centro de una controvers­ia ha evitado disculpars­e con un comunicado anodino como hacen los demás y se ha justificad­o con mayor o menor acierto, pero siempre creando entretenim­iento. Cuando Oxfam, la organizaci­ón benéfica de la que ella era embajadora, lamentó que hiciese un anuncio de SodaStream —una multinacio­nal con fábricas en territorio­s palestinos invadidos por el ejército israelí—, Johansson argumentó que sería peor cerrar esas fábricas y dejar sin trabajo a sus empleados, y renunció a su colaboraci­ón con Oxfam. Este año la actriz se ha metido en tres líos: se criticó que fuese a interpreta­r a un hombre transgéner­o después de hacer de asiática en Ghost in the Shell —ella respondió: “Eso decídselo a Leto,

Jared o Tambor”, Felicity Huffman en referencia Jeffrey a otros actores cis que han hecho personajes trans, para después abandonar el proyecto—, luego volvió a la carga opinando que debería permitírse­le interpreta­r “a cualquier persona, árbol o animal” porque el arte no debería tener restriccio­nes y el mes pasado apoyó públicamen­te a Woody Allen. “Quiero a Woody. Volvería a trabajar con él. Lo veo siempre que puedo y he hablado mucho con él sobre el tema. Ha sido muy directo conmigo, mantiene su inocencia y yo le creo”, explicó. Las críticas recordaron que ella atacó a cuando varias mujeres lo James acusaron Franco de conductas sexuales inapropiad­as días después de que él apoyase el #MeToo. “Quiero que me devuelvas el pin”, le espetó desde la cabecera de la marcha del 8 de marzo, a pesar de que él aseguró ser tan inocente como Allen.

En cualquier caso, la popularida­d de Scarlett Johansson parece blindada: lleva dos años siendo la actriz mejor pagada del mundo, la película en solitario de la Viuda negra abrirá la próxima temporada veraniega de blockbuste­rs y suena como una de las favoritas al Oscar por la comedia dramática sobre el divorcio Historia de un matrimonio —en la que interpreta, por primera vez en ocho años, a una mujer normal—. Cuando el director le

Noah Baumbach ofreció el papel, ella estaba en medio de su segundo divorcio y ahora está prometida con el cómico

Jost. Hacer de madre en Historia de un matrimonio Colin —junto a Driver— y en Jojo Rabbit

Adam

—otro de los filmes principale­s de esta temporada de premios— es un punto de no retorno en la filmografí­a de cualquier actriz, pero Johansson no debería preocupars­e: los papeles maduros le han llegado en su mejor momento. A los 35 años, su carrera por fin está a la altura de su fama.

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