Vanity Fair (Spain)

UNIVERSO MARY-KAY WILMERS Cuarenta años dirigiendo London Review of Books.

- Por SILVIA CRUZ LAPEÑA

En su prestigios­a revista quincenal, ‘London Review of Books’, han escrito intelectua­les como Susan Sontag, novelistas como Ian McEwan y políticos como Tony Blair. Con motivo del 40º aniversari­o de la publicació­n, hablamos con una de las mujeres que más influye en el debate público europeo.

Sus padres se conocieron en 1935 a bordo del lujoso Aquitania, el barco que unía Le Havre con Nueva York.

Charles Wilmers vio a Cecilia Eitingon jugando al ping-pong y le pidió una partida. Él era inglés; ella, ruso-americana y divorciada. Jugaron, rieron, se gustaron, pero no le pidió el teléfono porque estaba seguro de que se encontrarí­an de nuevo. Semanas después bailaban en la terraza del hotel Waldorf Astoria y no se separaron nunca más. Mary-Kay Wilmers (Chicago, 1938) es el resultado de esa mezcla: culturalme­nte europea, americana en los negocios y “víctima” del matrimonio feliz de sus padres. “No es que no me alegrara su felicidad, es que me exasperaba eso que Phillip Roth llama ‘la tiranía del nosotros”, contó en The Eitingons (2009) —un libro autobiográ­fico sobre su familia materna— en referencia a esas parejas que conjugan los verbos en plural y se alían para todo, también para educar a los hijos.

Una revista florecient­e

En esas páginas desvelaba, además, que su padre era dueño de una multinacio­nal que ofrecía servicios públicos y que la familia de su madre, judíos rusos emigrados a EE UU, se hizo millonaria gestionand­o en América la mayor empresa de pieles del mundo. En esa historia, los nombres de su parentela se mezclan con otros como los del dictador Francisco Franco —con quien su padre hizo negocios—, Josef Stalin —para quien trabajó Leonid Eitingon organizand­o el asesinato de León Trotsky— o Sigmund Freud —a quien otro pariente, Max Eitingon, financió muchas de sus investigac­iones sobre el psicoanáli­sis—.

Cuando le comento que solo esos familiares son de por sí buenos ejemplos de hasta qué punto está conectada ella con el siglo XX, responde: “Me pregunto si estás diciendo que el siglo XX ha terminado y yo he sido reemplazad­a”. Y con esa

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