Vanity Fair (Spain)

LONDRES EN NAVIDAD Presentamo­s una selecta guía de hoteles y locales para visitar la capital británica en tiempo de villancico­s.

- POR JESÚS TERRÉS

El autor no es de los desalmados que le dirán que pasar la Navidad en la City no es buena idea. Es más: comparte aquí sus lugares favoritos. Incluido el callejón que inspiró a J. K. Rowling.

Siempre he pensado que si no te gustan los hoteles no es que no te guste viajar, es que no te gusta vivir. Porque en un hotel te has enamorado, las has pasado canutas —si yo les contara…—, te has sentido libre y también preso, te has aburrido como un calcetín y has vivido alguna de las mejores noches de tu vida; momentos para la memoria y momentos que parece mentira pero siempre resplandec­en, como cada vez que abres la puerta por primera vez, “ese instante en el que entras en tu habitación de hotel, cierras la puerta y sabes que ahí hay un secreto, un lujo, una fantasía. Que hay consuelo. Que hay tranquilid­ad” (Diane Fürstenber­g).

von

La vida pasa igual, pero mejor si es un hotel bonito, ¿no? Si no ha sido feliz en un hotel es que ha vivido a medias, pero no todo van a ser malas noticias: está a tiempo de alojarse en el —porque el hotel está a la

RITZ DE LONDRES venta y quién sabe qué será del legendario icono en piedra de Ritz—. De disfrutar de

César un manhattan en su The Rivoli Cocktail Bar y de la ceremonia del té —eso sí, hay una lista de espera de dos semanas— en el salón The Palm Court. Caballeros con traje y corbata y señoras de largo; solo faltaba.

Más de uno le dirá que pasar la Navidad en Londres no es buena idea, pero desde luego no seré yo ese desalmado. Londres siempre es buena idea, especialme­nte cuando el frío hiela las manos y el corazón. Al otro lado de Hyde Park —memorable paseo hasta Notting Hill— se ubica LEDBURY, el restaurant­e creativo

THE —una creativida­d soportable, eso sí— del australian­o Graham, obsesionad­o por la

Brett

Gran Bretaña más rural. Huerta y caza, ¿qué más le puede pedir uno al invierno? Quizá ostras, como las que trabajan Matt Lovell y Rob Hampton en The Oystermen, una de las sorpresas en Covent Garden y tal vez el hot spot de la temporada en la City.

Cientos, miles de libros —no hay brexit capaz de quitarnos el placer de pisar una librería— en el Waterstone­s de Piccadilly, en Koenig Books o en Cecil Court, la calle perdida de los libreros y la inspiració­n de

para el Callejón Diagon de Harry J. K. Rowling Potter. Las copas en el American Bar del

SAVOY, o The Laughing Heart y el THE TERROIRS paso ligero ante el pub BELLS, habitual

THE TEN de las víctimas de Jack el Destripado­r y espacio clave de esa obra maestra totémica de

Alan llamada From Hell; el de Northampto­n Moore cree sin matices en la certeza del azar, pero yo tengo otra teoría: estamos conectados por hilos invisibles con los lugares donde fuimos felices; donde sentimos cosas, donde sencillame­nte fuimos. Por eso, si sabe mirar, puede sentir la vibración de cada ciudad. Pues bien, no es el frío ni un metro bajo el asfalto, son los millones de besos dados en cada calle. Los que fueron… y los que serán.

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