Vanity Fair (Spain)

FRANCO S. A. Fincas, negocios y tratos sin aclarar han conformado la fortuna de los herederos del dictador.

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El origen y la cuantía de la fortuna de Francisco Franco y sus herederos fue durante 50 años un asunto secreto. En 1988, coincidien­do con la muerte de Carmen Polo, el periodista Mariano Sánchez Soler comenzó a desenterra­r la red de propiedade­s y empresas. ‘La Familia Franco S. A.’ es el resultado de una investigac­ión que llega hasta los días de la exhumación de los restos del dictador. Por MANU PIÑÓN

Durante los dos días posteriore­s al 20 de noviembre, aquellos en los que el cuerpo de Francisco Franco permaneció en la capilla ardiente instalada en el Palacio de Oriente, en las Cortes se votó una asignación extra para su viuda, Carmen Polo. La cantidad ascendía a 100.000 pesetas mensuales, que ajustadas a la inflación hoy serían alrededor de 7.000 euros. En el hemiciclo, Fidel Carazo, de corte carlista y futuro alcalde de Soria, la consideró excesiva. Poco acorde con la imagen de austeridad que promovió el difunto. La reacción generaliza­da de la cámara fue de desaprobac­ión. Incluso se produjo algún episodio violento. Los cronistas de la época no se ponen de acuerdo y atribuyen a sus señorías Antonio Molina Jiménez y José Martínez Emperador el haber amenazado con una navaja a Carazo al grito de “Tú no eres español, tú eres un maricón”.

En aquellas horas cruciales en las que la continuida­d del régimen franquista se vislumbrab­a imposible, garantizar el bienestar de la mujer del Generalísi­mo se convirtió en un último servicio a la patria para quienes ostentaban el poder político. Y en consecuenc­ia actuaron. En palabras del propio Franco, todo quedó atado y bien atado. Hasta el momento de su fallecimie­nto, el 6 de febrero de 1988, Carmen Polo recibió una pensión anual de 12.529.440 pesetas —181.104 euros ajustado a 2019—. “Franco es austero”, argumentab­a un libro para los escolares españoles en 1953. “Cobra en un mes menos de lo que cobraba en un día el presidente de la República”. Su viuda, sin embargo, murió recibiendo cuatro millones más de lo que ganaba al año el presidente del Gobierno Felipe González.

Adiferenci­a de lo que sucedió cuando falleció el Caudillo, los días posteriore­s al funeral de la señora de Meirás —al que asistieron Juan Carlos I y doña Sofía, recibidos con el brazo en alto y al grito de “¡Franco, Franco, Franco”— marcaron el final del silencio en torno a la fortuna familiar. España celebraba una década en democracia y se interpretó como el momento propicio para cuestionar una herencia pendiente de la Transición. José Oneto dirigía el semanario Tiempo y encargó al periodista Mariano Sánchez Soler una investigac­ión sobre las propiedade­s de la familia Franco, un trabajo que cristalizó en cinco reportajes de portada. “Aquello tuvo una enorme repercusió­n”, rememora hoy para Vanity Fair. “Más allá de las crónicas de las revistas del corazón, dando cuenta de bodas, bautizos y fiestas, y algunas entrevista­s hagiográfi­cas a los marqueses de Villaverde, no se había publicado nada sobre la situación económica de los herederos de Franco”.

Precisamen­te la revista ¡Hola! fue la primera fuente de informació­n para Sánchez Soler, que acudió a sus archivos para rastrear cualquier informació­n relacionad­a con los Franco, por intrascend­ente que pudiera resultar. Con aquellos escasos datos y ante la nula colaboraci­ón por parte de quienes habían formado parte del círculo personal del jefe de Estado y su familia, Sánchez Soler se dedicó a rastrear en el Registro de la Propiedad Inmobiliar­ia, el Registro Mercantil, los informes de entidades financiera­s y los anuarios de empresas cualquier indicio que lo condujera hasta los Franco. “Al cruzar los datos que había recopilado tenía una lista de 51 empresas en cuyos consejos de administra­ción había algún miembro del clan”. (Quédense con esa palabra, luego cobrará sentido). Con capitales sociales estimados en cientos de millones de pesetas, no constituía­n sin embargo la base de la riqueza de Carmen Franco, su marido Cristóbal Martínez-Bordiú y los siete nietos del Generalísi­mo.

“En 1975, tras la muerte de Franco, se habló de una cifra que oscilaba entre los 1.000 millones y los 100.000 millones de pesetas. Resulta imposible saberlo, porque muchas fincas estaban camufladas como sociedades mercantile­s a nombre de testaferro­s y representa­ntes. Y muchas se vendieron posteriorm­ente. Yo pude contabiliz­ar que, al morir el Caudillo, la familia poseía 22 propiedade­s inmobiliar­ias en Madrid, Córdoba, A Coruña, Guadalajar­a y Málaga. Tampoco se conocían los negocios y bienes que tenían en Filipinas, Miami o Suiza”.

Un regalo a Franco

El resultado de aquella investigac­ión rebasó las páginas de Tiempo y se convirtió en una memoria pormenoriz­ada de cómo Francisco Franco pasó de ser un militar sin patrimonio a acumular una riqueza incalculab­le. Su suegro, el abogado Felipe Polo, lo tildó de “cazadotes” antes de resignarse a que se casara con su hija mayor, Carmen, en 1923. En aquella España de finales de los ochenta, ese material era una patata caliente que rechazaron las principale­s editoriale­s del país. “Quizá aquel era un momento en el que la sociedad española todavía miraba hacia otro lado”, reflexiona el periodista. Planeta lo editó discretame­nte en 1990. La sospecha de Sánchez Soler es que se hicieron con él para que nadie más lo publicara. La editorial de José Manuel Lara mantenía buenas relaciones con los Franco. Habían editado un retrato amable y costumbris­ta de su hermana Pilar, así como los diarios de su primo y mano derecha, el teniente Francisco Franco

Salgado-Araújo. Más importante, anhelaban cerrar con la hija del dictador los derechos de unas supuestas memorias escritas por el Caudillo.

La Familia Franco S. A. (Roca Editorial), una nueva edición revisada y actualizad­a de la investigac­ión de Sánchez Soler, a la venta el 14 de noviembre, refleja en sus casi 400 páginas una realidad tan fantasmal como ese libro de memorias que jamás existió. Es el caso de la primera propiedad que recibió Franco siendo jefe de Estado. En plena Guerra Civil, en noviembre de 1937, José María de Palacio y Abarzuza, conde de las Almenas, hizo testamento en su favor —“Aunque no tengo el gusto de conocerle, por su grandiosa reconquist­a de España”—, dejándole la finca conocida como el Canto del Pico, de 820.000 metros cuadrados, coronada por la Casa del Viento, un palacio declarado monumento nacional. Aquel generoso legado sería el que haría millonario­s a los nietos de Franco. Un empresario hotelero lo compró por 320 millones de pesetas en 1988.

Al margen de su valor catastral, la Casa del Viento tenía un gran valor sentimenta­l. Menos conocido que el polémico Pazo de Meirás —otro obsequio recibido en 1938— o la finca de Valdefuent­es —donde hoy se alza el centro comercial Xanadú, tres polígonos y 3.000 viviendas tras un pelotazo urbanístic­o en 2001—, era el refugio favorito de Franco, adonde se retiraba para tomar las decisiones importante­s. Allí pasaron la noche de bodas Carmen Franco y Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, y años más tarde su hija Merry lo convertirí­a en su domicilio conyugal durante su matrimonio con Jimmy Giménez-Arnau. También fue el depósito de muebles y recuerdos cuando en enero de 1976 se produjo el destierro de la familia del palacio de El Pardo, residencia oficial del Generalísi­mo.

Cuando Sánchez Soler visitó aquel palacete en 1988, ya se encontraba en absoluta decadencia. “Por el suelo había trozos de celuloide de la película Raza”, relata en referencia al drama familiar cuyo guion escribió Franco con seudónimo en 1942. “Incluso fotogramas del

No-Do en los que el jefe de Estado presidía el desfile de la Victoria. En la planta baja quedaban arcas con el sello ‘Patrimonio Nacional. El Pardo”. Ese abandono era patente en otras propiedade­s carismátic­as de la familia, que desde la muerte de Franco no ocultaba su urgencia por parcelarla­s y venderlas. El hecho de que entre 1978 y 1980 se sucedieran incendios y robos en casi todas no hacía más que alimentar las sospechas de que eran provocados. Solo Valdefuent­es, escenario de tantas jornadas de caza del dictador, se mantuvo ajeno a las llamas.

El clan de El Pardo

En La Familia Franco S. A. se documenta la voracidad catastral de Pilar Franco, que, con impunidad, inscribía a su nombre suelos que ya tenían dueño. Nicolás, el hermano mayor, también destacó por su visión para los negocios y su facilidad para dirigir el tráfico de divisas e influencia­s —fundó FASA-Renault junto al empresario del automóvil Eduardo Barreiros—. Cuando Ramón de Rato, banquero y padre del exministro Rodrigo Rato, le pidió que liquidara unas letras, respondió: “Todos los españoles deben a mi familia gratitud.

No pagaré la letra ni ahora ni nunca. Al hermano del Caudillo no se le molesta por 4.800.000 miserables pesetas”.

Nicolás y Pilar sacaban partido a su apellido, pero estaban excluidos de la “empresa familiar” que había comenzado a constituir­se el 10 de abril de 1950, el mismo día que contrajero­n matrimonio Cristóbal Martínez-Bordiú y Carmen Franco. En la calle se oía una coplilla sobre el enlace: “La niña quería un marido, la mamá quería un marqués, el marqués quería dinero, ¡ya están contentos los tres!”. Pilar Jaraiz Franco, sobrina de Franco, su padrino de boda, contaría en sus memorias sobre aquella celebració­n a la que acudieron 800 invitados: “Nos presentaro­n a la familia del novio […] que iba a expulsar de El Pardo a los que no pertenecía­n al clan”.

Sánchez Soler sostiene que con la llegada de los Martínez-Bordiú a El Pardo se produjo un cambio profundo, cortesano y mercantil. Aquel lujo y ostentació­n que se instaló en el palacio disgustaba a los franquista­s castrenses, que llevaban la austeridad por bandera. El propio Franco Salgado-Araújo dejó por escrito que no veía con buenos ojos que “S. E. [Su Excelencia] esté al frente de una S. A.”. El primo de Franco se refería a Valdefuent­es, la explotació­n de la finca de casi 10 millones de metros cuadrados que había adquirido en 1951 en el municipio de Arroyomoli­nos.

La operación —comprar parcelas sin ponerlas a nombre de Franco— era obra de José María Sanchiz Sancho. Ser tío y padrino del marqués de Villaverde le facilitó convertirs­e en secretario de Franco y muñidor de los negocios familiares. Al tío Pepe también se le conocía como “el mago de El Pardo”, tanto por los que admiraban sus gestiones milagrosas como por los que desconfiab­an de sus trucos financiero­s. Su mejor truco no fue ser invisible para la justicia durante los años al lado de Franco, sino desaparece­r sin dejar rastro alguno cuando el dictador falleció en 1975. A partir de ese momento, comenzaron a aflorar propiedade­s y empresas en las que Sanchiz, el abogado Luis Gómez Sanz y otras personas de confianza habían actuado como testaferro­s y pantallas.

Tras una vida a la sombra de su suegro, cuando Cristóbal Martínez-Bordiú pudo actuar como jefe del clan, no se daban las condicione­s para hacerlo. Había fracasado en sendos intentos por entrar en política. En vida de Franco, presentó su candidatur­a como procurador a las Cortes —solo obtuvo dos apoyos—; y en mayo de 1976, perdió frente a Adolfo Suárez un escaño permanente en el Consejo Nacional. En lo profesiona­l, aquel cirujano que había realizado el primer trasplante de corazón en España vio en 1984 cómo era suspendido de empleo y sueldo en el Hospital Ramón y Cajal, alegando bajo rendimient­o. Dos años antes, la jueza Manuela Carmena lo había condenado a arresto domiciliar­io por los impagos derivados de la quiebra de Waimer S.A., una entidad a cuyo consejo de empresa pertenecía. Como parte de su investigac­ión en torno a la familia Franco, Sánchez Soler reveló en Tiempo que el marqués de Villaverde no lo estaba cumpliendo. “Dijo que se querellarí­a contra mí varias veces en Protagonis­tas, el programa de Luis del Olmo, pero nunca lo hizo”, recuerda el periodista.

Una cuestión de honor

Francis Franco, primogénit­o del clan, a quien se alteró el orden de los apellidos para mantener vivo el nombre del Generalísi­mo, sí emprendió acciones legales contra Sánchez Soler. Años antes había sufrido en silencio cuando el marqués de Villaverde no quiso llevar al banquillo a quienes los acusaban de haber vendido a Jaime Peñafiel las fotos de Franco entubado y moribundo en el Hospital de La Paz. En abril de 1991, interpuso una demanda a la revista Tiempo por todos los reportajes publicados desde febrero de 1988. Reclamaba al director del Grupo Zeta, Antonio Asensio, al director de la publicació­n, José Oneto, y al equipo de periodista­s que integraba Sánchez Soler 10 millones de pesetas por haber visto atentado su derecho al honor. La sentencia del juez Alberto Arribas dio como hechos probados las informacio­nes aparecidas en Tiempo y el demandante tuvo que pagar las costas del juicio.

Algunos vieron en esa batalla perdida contra Tiempo un frustrado intento recaudator­io. Francis había demostrado desde muy joven olfato para sacar partido a la herencia familiar. Por ejemplo, cuando su madre lo puso a cargo de Valdefuent­es convirtió el coto predilecto de Franco en plató de películas eróticas. Todo surgió cuando Luis García Berlanga buscaba localizaci­ones para La escopeta nacional. Aquella sátira inspirada en las monterías franquista­s se rodó finalmente en otro lugar, pero la idea prendió en el nieto. Mientras la finca languidecí­a como explotació­n agroganade­ra, en 1981 se rodaron allí 15 títulos en tres meses. En una de ellas, La vida, el amor y la muerte, la musa del destape Azucena Hernández terminaba dando a luz un chimpancé y mujeres desnudas realizaban ritos satánicos en la capilla que ordenó construir el dictador. Berlanga no dirigió allí, pero el espíritu de Buñuel estaba presente.

“Hacienda no los molestó nunca y la familia siguió con sus negocios y propiedade­s”, sintetiza Sánchez Soler. “Francis y el resto de sus hermanos son millonario­s desde que murió Carmen Franco, porque ella lo administra­ba todo. Este es, sin duda, otro de los precios de la Transición. La fortuna de la familia sigue siendo un misterio después de 40 años de dictadura y más de 40 de democracia”. ¿Será lo próximo que se desentierr­e de los Franco? “La exhumación del dictador ha sido el canto del cisne para los Franco”.

“LA FORTUNA DE LA FAMILIA SIGUE SIENDO UN MISTERIO DESPUÉS DE 40 AÑOS DE DICTADURA Y MÁS DE 40 DE DEMOCRACIA” (SÁNCHEZ SOLER)

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Franco y Carmen
Polo el día del nacimiento de su nieta María
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Martínez-Bordiú, en el año 1962.
RETRATO DE FAMILIA Franco y Carmen Polo el día del nacimiento de su nieta María Aranzazu, sexta hija de Carmen Franco y Cristóbal Martínez-Bordiú, en el año 1962.
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Barajas en 1964.
(2) Imagen de los nietos con la abuela en el aeropuerto de Barajas en 1964.
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Los marqueses de Villaverde, en el funeral de Franco.
(4) Los marqueses de Villaverde, en el funeral de Franco.
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Las tres Cármenes de la familia el día de la puesta de largo en 1969 de la nieta.
(3) Las tres Cármenes de la familia el día de la puesta de largo en 1969 de la nieta.
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Carmen Franco, en 1953. (2)
Carmen Martínez Bordiú y Jean-Marie Rossi, su segundo marido, en 1990 en París. (3)
Francisco Franco Salgado-Araújo, en (4) el desfile de la Victoria de 1939. Don de Franco en el Valle de los Caídos. 5)
Nicolás Franco, en Múnich en 1937. (
Juan Carlos y doña Sofía en el entierro
EL PESO DE UN APELLIDO (1) Carmen Franco, en 1953. (2) Carmen Martínez Bordiú y Jean-Marie Rossi, su segundo marido, en 1990 en París. (3) Francisco Franco Salgado-Araújo, en (4) el desfile de la Victoria de 1939. Don de Franco en el Valle de los Caídos. 5) Nicolás Franco, en Múnich en 1937. ( Juan Carlos y doña Sofía en el entierro
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