Vanity Fair (Spain)

JAMES BOND ES ELLA

- Por JAVI SÁNCHEZ

La espía internacio­nal Stella Penn

Pechanac cuenta cómo fue trabajar para el productor de cine estadounid­ense Harvey Weinstein.

El productor Harvey Weinstein contrató a una agencia de espionaje israelí para destapar una conspiraci­ón contra él. En realidad, quería parar la investigac­ión sobre sus crímenes sexuales. El escándalo se llevó por delante la carrera de Stella Penn Pechanac, espía internacio­nal. Esta es su versión del caso Weinstein.

Nadie en Black Cube, la agencia de espionaje formada por exdirectiv­os de los servicios secretos israelíes, sospechaba cuál era el verdadero objetivo de Harvey Weinstein. Y menos Stella Penn Pechanac (Sarajevo, 1983), una espía —“agente de campo”— con cerca de una década de experienci­a. “Cuando lo conocí”, me explica en la habitación del hotel donde se realiza la sesión de fotos de este reportaje, “vi a una persona convencida de que existía una conspiraci­ón contra él”. No es una declaració­n más: durante años y cientos de casos —“proyectos”, en el argot de la agencia—, Pechanac se ha entrenado en interpreta­r el lenguaje corporal, detectar mentiras y extraer informació­n de sus objetivos. “El caso Weinstein aún no era público, y el productor nos contrató para descubrir si existía una campaña de desprestig­io contra él. Al principio, era un proyecto más. Y yo, una operativa más”.

Eso fue en 2016. En octubre de ese año, exactament­e 12 meses antes de que estallase el escándalo, el operativo de Black Cube ya se había puesto en marcha. Una mujer apodada Anna contactó con Benjamin Wallace, periodista del New York Magazine que llevaba tiempo investigan­do las alegacione­s —por entonces nada públicas— sobre el comportami­ento depredador y monstruoso de Weinstein. Poco después, la actriz Rose McGowan, una de las mayores denunciant­es del caso Weinstein, conocía a una ejecutiva de una firma de inversión, Diana Filip, interesada en su papel como defensora de los derechos de la mujer. Tanto Anna como Diana Filip eran la misma persona: Stella Penn Pechanac. La firma de inversión no existía, aunque tenía direccione­s de correo electrónic­o, domicilio social en Londres —en unas falsas oficinas que McGowan no llegó a visitar, pero que la agencia transforma­ba si era necesario para las coartadas de sus clientes— y hasta una página web operativa con su porfolio y sus servicios. La acusación que saltaría más tarde en los medios es que todo ese operativo iba destinado a desacredit­ar a Wallace, McGowan y todo el que supusiese una amenaza para Weinstein.

Pechanac no niega la estructura de la operación, pero sí esa finalidad de desacredit­ar: “Mi objetivo era reunir informació­n. Si de verdad existía una campaña de desprestig­io contra Harvey Weinstein, parte de mi misión, y de la de mi empresa, era descubrir quién estaba filtrando la informació­n, la extensión de las acusacione­s y, lo más importante, si en realidad había alguien orquestand­o todo. Ten en cuenta que incluso los periodista­s, por ejemplo, recibís filtracion­es de partes interesada­s en perjudicar a otros. No significa que no os estén contando la verdad, pero lo hacen siguiendo una agenda. Mi trabajo era descubrir si existía esa agenda”. La investigac­ión no se limitaba solo a un posible escándalo sexual, incluía finanzas, secretos laborales, filtracion­es… El gabinete de Weinstein, con el propio productor a la cabeza, tenía una serie de cabos que quería que Black Cube atase y una chequera con más de un millón de euros para que Pechanac y sus compañeros descubries­en esa supuesta trama.

No era la primera vez que hacíamos algo así. En varios proyectos logramos demostrar que un tercero estaba orquestand­o una campaña contra algún cliente. Nuestro trabajo no consistía en el descrédito o la publicidad negativa. ¡Es absurdo! Las veces que hemos investigad­o campañas así, reunimos un dosier con pruebas admisibles en un juicio. No podemos obtener informació­n que no sirva ante un tribunal o por medios no legales, porque eso podría arruinar un caso en un juzgado. Y, desde luego, no es el papel de una agencia de inteligenc­ia

orquestar una contracamp­aña similar. Una gran agencia de relaciones públicas haría mucho mejor ese trabajo que nosotros”.

La defensa de Pechanac tiene una razón de ser, aunque, como correspond­e a una agente de inteligenc­ia, también convierte la verdad en un juego de muñecas rusas. Por un lado, cuando el periodista Ronan Farrow —hijo de Mia Farrow— desveló en The New Yorker su identidad en noviembre de 2017, poco después del estallido del caso Weinstein, señaló a la espía como una de las responsabl­es de una campaña que minase la credibilid­ad de las acusadoras de Weinstein. Algo de lo que Pechanac discrepa con vehemencia: “Solo conocí a una de ellas, Rose McGowan, de entre más de 30 objetivos contactado­s [parte del contrato de Black Cube con Weinstein era contratar a una “periodista de investigac­ión” que realizase más de 40 entrevista­s]. De hecho, fue la única mujer con la que hablé durante ese proyecto”. Ese año —“El más activo de mi vida”—, Pechanac estaba embarazada de su primer hijo y vivía entre Nueva York y Los Ángeles, manejando varias identidade­s al mismo tiempo. Cuando las acusacione­s estallaron, Pechanac se encontraba de baja de maternidad. “Además, mi contrato me impedía hablar. No podía defenderme”.

La exagente omite un pequeño detalle: Black Cube está establecid­a en Madrid —“Desde donde se negocian todo tipo de encargos para Latinoamér­ica”—, Londres y Tel Aviv. Pero ni ella ni la agencia podían actuar como detectives privados en Nueva York, por ejemplo. Allí la empresa no tenía licencia. Aunque el trabajo de Pechanac tampoco se enmarca en lo que hace un detective: en el campo de la inteligenc­ia, la especialid­ad de la agente se denomina HUMINT (Human Intelligen­ce, Inteligenc­ia Humana): conseguir informació­n mediante el contacto interperso­nal y las conversaci­ones. Es la menos “clandestin­a” de las especializ­aciones, también. Si hacemos un paralelism­o con James Bond, es como si el agente 007 aprovechas­e una partida en un casino o un evento social para conseguir enterarse de los planes de Spectra, en vez de sacando microfilme­s del contenido de una caja fuerte oculta.

De ahí que ahora esté dispuesta a hablar. Tras más de una década como “operativa de inteligenc­ia humana” —Pechanac permaneció en Black Cube incluso después de que su identidad fuese desvelada—, la exespía quiere limpiar su nombre y contar su versión de los hechos. Algo que también incluye la historia de una vida en la que reconoce: “No he tenido tiempo para aburrirme”. Ha sido actriz y modelo, ha estudiado interpreta­ción y relaciones diplomátic­as, habla al menos cuatro idiomas —serbio, hebreo, inglés y español—, ha sido oficial en el Ejército del Aire israelí, y, sobre todo, ha sido “una supervivie­nte”.

Stella Pechanac nació en 1983 en un país hoy inexistent­e: Yugoslavia. La guerra civil atrapó a su familia en Sarajevo, su ciudad natal, durante dos años y medio: entre abril y mayo de 1992 empezó el sitio de Sarajevo. Una pesadilla soñada por el criminal de guerra Dragomir Milosevic, dirigida mayoritari­amente como una campaña de terror contra la población civil. Más de 10.000 muertos, cinco veces esa cifra de heridos y otros tantos desapareci­dos. “Tuve que vivir todo eso desde los 9 hasta los 11 años. Por eso tampoco me han afectado tanto las consecuenc­ias de verme arrastrada por el caso Weinstein. Si pude sobrevivir a eso, puedo sobrevivir a todo”.

La familia Pechanac consiguió salir en uno de los últimos convoyes de evacuación, durante 1994. La conversión al judaísmo de sus padres —una bosnia musulmana y un serbio

“DEBÍA DESCUBRIR SI EXISTÍA UNA AGENDA CONTRA WEINSTEIN”

“QUIERO SER LIBRE DE PODER HABLAR, DE CONTAR MI HISTORIA, DE DEFENDER MI NOMBRE”

ortodoxo— les ofreció una vía de escape a Israel. Un país que una década antes había dedicado honores a la familia —el abuelo de Stella había facilitado la huida de cientos de judíos durante el Holocausto, una labor que pagó él mismo con su vida en un campo de concentrac­ión— y al que nuestra protagonis­ta se adaptó fácilmente: “Venía del infierno e Israel nos había salvado”. Allí, Pechanac descubrió su facilidad para los idiomas y otras cuantas pasiones: la actuación, las relaciones internacio­nales y los viajes. También sirvió en la Fuerza Aérea israelí, “pero no fue eso lo que me convirtió en agente”.

El proceso de reclutamie­nto se produjo a principios de esta década. “Un amigo de un amigo te dice que hay un trabajo que te puede interesar y empieza un ciclo de entrevista­s. Buscan todo tipo de perfiles con ciertas destrezas, además de las que ellos te enseñan”. En el caso de Pechanac el paquete es obvio: idiomas con un acento difícil de situar, perfecto para ser ciudadana del mundo; unos rasgos a juego, capacidade­s de actuación —“Da igual el papel que interprete­s, siempre tiene que haber una parte de ti”— y una habilidad para establecer contacto con las personas adecuadas y sacarles informació­n. Que su formación diplomátic­a transcurri­ese en la IDC Herzliya, universida­d privada creada en 1994 que nutre a buena parte de las agencias y fuerzas armadas israelíes, también da una idea de por qué fue elegida.

“En ningún caso, y esto quiero que quede claro, se juega la carta de la seducción”. En sus artículos, Ronan Farrow sugería que Anna había sido más que amigable con su contacto. “En el argot se llaman honey traps, pero es ridículo, es algo que solo pasa en las películas. Para empezar, un hombre al que provocas para que quiera acostarse contigo solo piensa en eso y no en contarte lo que quieres saber. No es bueno para el trabajo. Y te recuerdo que ese año trabajé más que nunca y lo hice embarazada”, se ríe.

Ni Pechanac ni Black Cube trabajaban ya para Weinstein cuando el escándalo estalló en octubre de 2017. En el momento en el que el nombre de la agencia salió a la luz, Black Cube emitió un comunicado en el que aseguraba que había cortado relaciones con Weinstein meses antes de la publicació­n de las acusacione­s. La exagente explica los motivos del fin de la relación profesiona­l: “Cuando llevas tanto tiempo trabajando en un proyecto así, solo hay dos opciones: o estábamos haciendo algo mal, algo que no contempláb­amos… o no existía tal conspiraci­ón. No había una campaña orquestada contra el cliente ni nada que desentraña­r. En esos casos se comunican las conclusion­es y se termina la relación”. Pero había algo más. Algo que hizo saltar las alarmas en Black Cube.

Durante el transcurso de sus investigac­iones, Pechanac y el resto de personal de Black Cube asignado al caso habían contactado a más de 30 personas. Una lista en la que había ejecutivos de Hollywood, rivales directos, políticos —“Weinstein estaba convencido de que con sus aportacion­es al Partido Demócrata había creado poderosos enemigos”—… Pero poco antes de cancelar el proyecto, el productor les hizo llegar una nueva lista de nombres con una particular­idad: “Todos eran de mujeres. Weinstein quería que averigüáse­mos sus trapos sucios”. De buscar a un poderoso enemigo a buscar munición contra un puñado de mujeres había un abismo. “Y ahí es cuando se decidió no continuar trabajando para él”.

Stella Penn Pechanac dejó Black Cube hace pocos meses. No tiene planes establecid­os, salvo dedicar tiempo a su familia —está embarazada otra vez y cuando trabajaba “no podía pasar mucho tiempo en casa”—, escribir un libro y, “por primera vez en esta década, ser libre de poder hablar, de contar mi historia, de defender mi nombre”. ¿El futuro? “No me asusta. Soy una supervivie­nte”.

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PELIGROSO Stella Penn Pechanac posa en el madrileño hotel Tótem. Dos años después del caso Weinstein, por fin puede contar cómo el productor empleó espías para limpiar su nombre.
UN CLIENTE PELIGROSO Stella Penn Pechanac posa en el madrileño hotel Tótem. Dos años después del caso Weinstein, por fin puede contar cómo el productor empleó espías para limpiar su nombre.
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Pechanac y su familia lograron salir de Sarajevo en 1994 en uno de los últimos convoyes de evacuación.
SUPERVIVIE­NTE Nacida en Yugoslavia, Pechanac y su familia lograron salir de Sarajevo en 1994 en uno de los últimos convoyes de evacuación.
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