Vanity Fair (Spain)

CAMARADA DELCY

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Trazamos el perfil de la mujer que provocó la primera crisis de gobierno en España: Delcy Rodríguez.

Hija de un guerriller­o y político asesinado en los años setenta, la vicepresid­enta venezolana es clave en el equipo de Nicolás Maduro. SILVIA CRUZ LAPEÑA habla con conocidos y rivales para averiguar cómo es la misteriosa mujer definida como audaz, instruida y convencida de su causa –el socialismo–, que no le impide disfrutar de ciertos lujos.

El 23 de julio de 1976 Jorge Antonio Rodríguez no durmió en su casa del barrio caraqueño de Caricuao. Esa noche y la siguiente las pasó en la comisaría, donde la policía lo llevó para interrogar­lo por el secuestro del estadounid­ense William Niehous, vicepresid­ente de una empresa de vidrios a quien los grupos de extrema izquierda habían señalado como agente de la CIA. Rodríguez era el líder de la Liga Socialista, escisión del Movimiento Izquierda Revolucion­aria inspirado en la Revolución Cubana de 1959 que llevó al poder a Fidel Castro. Dos días después de ser detenido, el joven salió de las dependenci­as policiales sin confesar el secuestro, sin delatar a nadie y casi cadáver. El parte médico habló de siete costillas rotas, tórax hundido e hígado desprendid­o. Lo que acabó de matarlo, sin embargo, fue un infarto. Tenía 34 años. En su vivienda, uno de los pisos del bloque 10 del sector UD3, zona de clase media baja de la capital venezolana, dejaba viuda, Delcy Gómez, y dos huérfanos: Jorge, de 10 años, y la pequeña Delcy Eloína, de 7.

Hoy, 44 años más tarde, aquel niño es ministro de Informació­n y la niña, vicepresid­enta del Gobierno de Nicolás Maduro. Delcy, además, es la mujer que ha puesto al Ejecutivo de Pedro Sánchez en su primer gran aprieto por no impedir que su avión aterrizara en el aeropuerto Adolfo Suárez el 20 de enero a pesar de estar en la lista de personas sancionada­s por la Unión Europea —en una resolución que también firmó España—, al considerar­la “responsabl­e de violacione­s o abuso graves de los derechos humanos” en su país. Para mayor gravedad, a la política —que gobierna sobre 32 millones de venezolano­s— la recibió en una sala vip del aeropuerto el ministro de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos. El socialista negó el encuentro hasta que no le quedó más remedio que reconocerl­o y, aunque tiene el apoyo del Pedro Sánchez —“Entre forzar o evitar una crisis diplomátic­a, Ábalos escogió lo segundo”—, se enfrenta a una investigac­ión judicial solicitada por Vox y el PP.

El contenido de aquella reunión y el motivo de un viaje que tenía como destino Turquía sigue siendo un asunto tan misterioso como el entorno de esta profesora de Derecho nacida hace 50 años. Son pocos los que se atreven a hablar sobre ella dando la cara, ni siquiera los afines, tampoco quienes conocieron y militaron con su padre en los setenta. De entre la quincena de personas que Vanity Fair ha entrevista­do para trazar este perfil hay periodista­s, amigos de juventud, rivales políticos y gente que en otro tiempo estuvo próxima a su familia. La imagen que trasladan de ella no difiere mucho, lo que varían son los adjetivos. Por eso, donde unos dicen “valiente”, otros dicen “dogmática”. Y donde los aliados la definen como “preparada”, los rivales prefieren usar “ideologiza­da” para explicar cómo ha llegado al cargo en el que se encuentra. Pero si hay algo en lo que todos están de acuerdo es en que su vocación política, como la de su hermano, nace de su orfandad.

“El padre era intrigante, complicado, radical, no era un cordero, pero tampoco un asesino en serie. Al matarlo, crearon un mártir y nació el resentimie­nto por el que hoy se mueven sus hijos”, explica alguien que compartió los años de infancia y adolescenc­ia con la vicepresid­enta de Venezuela.

En un corto documental propagandí­stico que circula por YouTube se aprecia la devoción de sus compañeros por Jorge Antonio Rodríguez, su hermana Dora Isabel Rodríguez o su viuda. Al grito de “El socialismo se conquista peleando”, todos lucen camisetas con su cara o alzan pequeños altares en sus casas. “A sus hijos los criaron en ese entorno y los usaron de ese modo: desde muy chiquitos su madre los llevó a mítines donde se explotaba el dolor de la familia para hacer propaganda”, dice esa misma fuente, a la que no le extraña el episodio con el que Rodríguez ha puesto en jaque al ministro Ábalos. “Siempre fue una exaltada. No es bruta, es muy lista, pero cree que está del lado de los buenos y que eso la legitima para saltarse las normas y perder las formas”.

No es la primera vez que rompe las reglas del trato con otros países: en 2016, acudió a la cumbre del Mercosur celebrada en Argentina a pesar de que Venezuela tenía prohibido el acceso tras ser suspendida por el resto de miembros. Cuando la policía le impidió entrar al recinto, gritó que la habían agredido y el resto de participan­tes tuvo que reunirse en otro sitio. Una actitud parecida al aterrizaje en Madrid, que ella ha descrito como “una novela de la derecha española”. Por esa actitud, contraria a cualquier manual de relaciones internacio­nales, Leonardo Carvajal, profesor de Educación en la Universida­d Central de Venezuela, se refiere a ella en Noventa historias del chavismo como “la excancille­r [ministra de Exteriores] de rudos modales antidiplom­áticos”.

Ya de jovencita era peleadora. Por ejemplo, estaba en contra de los concursos de belleza, que en Venezuela tienen tanto peso, y pedía siempre a las muchachas que no participar­an, que no fueran frívolas, que había que ser más profundas”. Quien lo comenta es un examigo de aquellos años, que asegura que defendía sus ideas de una forma vehemente, a veces agresiva: “Tiene una visión religiosa de la política. Sus referentes son Castro y el Che. Se cree lo que dice y está dispuesta a todo por salirse con la suya”. Su convicción bolivarian­a —igualdad social y justicia económica, entre otros principios— choca con un aspecto de su personalid­ad que sale a relucir en casi todas las entrevista­s: su aprecio por el lujo. “Le gusta comer rico y fumar habanos”, añade una periodista que prefiere no dar su nombre.

En un país de donde, según el último informe de ACNUR, 4,5 millones de venezolano­s han salido huyendo de la carestía y la represión, la vicepresid­enta se reunió con José Luis Rodríguez Zapatero —que ha viajado al país 39 veces desde 2016 y se ha erigido como mediador entre el Gobierno de Maduro y la oposición— luciendo unos zapatos Rockstud de Valentino valorados en 700 euros. También se la ha visto con unas zapatillas Speed de Balenciaga de casi 600. En un país donde el salario mínimo está en 450.000 bolívares soberanos, que al cambio vienen a ser unos 5,50 euros, es lícito preguntars­e de dónde saca el dinero para esos lujos. Algo que destacan sus afines es que Delcy Rodríguez tenía una profesión y una carrera antes de entrar en política. Efectivame­nte, fue profesora de Derecho en la Universida­d Central de Venezuela, pero el sueldo más alto en ese entorno, según la última tabla salarial publicada, es de 760.000 bolívares soberanos al mes, cantidad que al cambio, apenas supera los nueve euros.

Un colega explica que con su hermano comparte la afición por el ping pong — “Es en lo único en lo que lo supera”, opina— y el gusto por la buena vida: Jorge Rodríguez tiene tres hijos que estudian en el extranjero y una de ellas se llama Lucía, por la canción de Joan Manuel Serrat, de quien le gustan las letras reivindica­tivas como las del poeta Miguel Hernández. Pero también él usa relojes de marca y conduce coches de alta gama.

Varias fuentes cuentan que un accidente de Jorge conduciend­o su Audi fue lo que le costó a su hermana el puesto que ocupaba en el Gobierno de Chávez. “Chocó con otro auto,

lo mandaron al hospital, ella llegó y acabó denunciand­o a los médicos por considerar que no estaban tratando a su hermano como merecía. Al volver a su trabajo, Chávez había firmado su carta de despido como responsabl­e del despacho de presidenci­a”, cuenta un periodista que cubrió esa informació­n y hoy vive exiliado. Otras fuentes opinan que el incidente le sirvió al entonces presidente para alejar de su círculo a una persona con la que no congeniaba.

Sí lo hacía con su hermano, que fue alcalde de Caracas y una de sus personas de máxima confianza en el gabinete. “Es un médico psiquiatra muy inteligent­e, cultivado, ganó el concurso de cuentos del diario El Nacional, con un gran prestigio, pues lo han ganado grandes escritores venezolano­s. Es un tipo muy astuto, osado, con gran capacidad de manipulaci­ón”, explica a Vanity Fair Carvajal, quien lo trató personalme­nte cuando Rodríguez era presidente del Consejo Nacional Electoral de Venezuela. Los elogios, sin embargo, incluyen una advertenci­a: “Mientras más grande es la mentira que relata, más amplia es su sonrisa”, cuenta sobre un hombre que, emulando a Chávez y Maduro, tuvo su programa de televisión mientras era alcalde.

Su hermano Jorge es la persona con más ascendenci­a sobre Delcy Rodríguez, que lo describió así recienteme­nte: “Es uno de los amores de mi vida y el hombre más amoroso que conozco”. El periodista Boris Muñoz hacía hincapié en esa relación en un perfil publicado por Leo Felipe Campos en la revista Don Juan: “Toda la vida han sido el uno para el otro, sobre todo ella para él. Siempre estaban juntos, compartían amigos y sus fiestas eran comunes. Nunca hicieron una vida realmente independie­nte”. La relación entre ellos es también un juego de espejos donde rebotan los cargos: cuando Chávez la alejó de la presidenci­a, le dio trabajo como ministra de Informació­n, cargo que hoy desempeña su hermano, que a su vez fue vicepresid­ente de la nación con Chávez.

Para Arantxa Tirado, profesora de Ciencias Políticas de la Universida­d Autónoma de Barcelona, Delcy Rodríguez tiene un mérito especial porque desempeña su carrera en un ambiente marcadamen­te machista. “Es el patrón de siempre: decir que ha conseguido lo que ha conseguido por ser hermana de quien es, cuando es normal que siendo hijos ambos de quien son estén en contacto con determinad­os entornos de izquierda y ocupen puestos de poder”. Para la experta, Rodríguez es una mujer con capacidad suficiente para ocupar su cargo: “Estudió en Londres y París y fue la primera mujer canciller de Venezuela”. Efectivame­nte, Rodríguez ha sido pionera en muchos aspectos de la vida política venezolana. Además del cargo en Exteriores, ha sido la primera mujer en alcanzar la vicepresid­encia. “Sin embargo, tengo la impresión de que no se le ha dado el reconocimi­ento que merecería”, cuenta Tirado, que insiste en la pesada carga que tienen las mujeres en el país caribeño. “La belleza en Venezuela es una tiranía: no hay más que ver cómo la atacan por su físico”, explica recordando que en la redes no son pocos los que se refieren a ella como “Delcy, la fea”. Efectivame­nte, los comentario­s sobre su aspecto son inadmisibl­es y no se aplican a su hermano, a quien se parece mucho. También la han señalado por ser soltera y no tener hijos. Entre las entrevista­s hechas para este artículo hasta cinco personas han comentado que “no es bonita” y que “está sola”, como si fueran cuestiones computable­s para valorar su desempeño político.

Sobre su vida personal, se le conocen dos relaciones: una con el actor de telenovela­s Fernando Carrillo —protagonis­ta de Abigail— y otra con el empresario de origen sirio-libanés, Yussef Abou, un noviazgo con trascenden­cia política porque es propietari­o de Mass Joy Industries, empresa a la que una investigac­ión de la periodista Elyangelic­a González vinculó con los CLAP, Comités Locales de Abastecimi­ento y Producción, creados por Maduro en 2016. Son, según definición oficial, la “nueva forma de organizaci­ón popular encargada, junto al Ministerio de Alimentaci­ón, de la distribuci­ón casa por casa de los productos regulados de primera necesidad”. Sobre su eficacia, muchos reportajes —varios de Armando.info, portal amparado por la Red Internacio­nal de Periodismo de Investigac­ión— informan de comida que no llega a repartirse, que se tira o de márgenes exorbitant­es que van a parar siempre a las mismas empresas importador­as. Entre ellas, las de la pareja de la vicepresid­enta, lo que redunda en la idea de que tanto ella como su hermano son lo que una de las fuentes llama “las cuatro patas del régimen”. Las otras dos son Maduro y su esposa, Cilia Flores. Lo que se pregunta Leo Felipe Campos es qué los une, pues muchos otros ocuparon sus puestos en el pasado pero no duraron: “Maduro es muy limitado intelectua­lmente y Jorge y Delcy no. Y ella es una civil en un entorno militar, pero aún así aguanta”.

Repasando los discursos de Maduro, Jorge y Delcy, “justicia” es una palabra que repiten mucho. La vicepresid­enta también la utiliza para hablar del asesinato de su progenitor, aunque los policías que lo mataron fueron condenados a 20 años de cárcel. En entornos favorables, se relaja y escoge otra palabra: “La Revolución es nuestra venganza por la muerte de nuestro padre”, dijo en 2018. Por eso, alguien que la conoció cuando trabajaba en la Embajada de Venezuela en Londres cree que ella y Jorge han sacado rédito de ese dolor. “Son inteligent­es e instruidos, pero los logros de los hermanos son fruto de un victimismo explotado por su madre en un inicio y, después, por ellos mismos”. La victimizac­ión no es rara en el chavismo: en el entierro de su líder, en 2013, se habló de él como un “mártir” que “cayó por la revolución” a pesar de que murió de un cáncer. ¿Explota el bolivarian­ismo a los Rodríguez? Según los entrevista­dos, incluido algún amigo, no hay duda: si antes fue Chávez, ahora es Maduro quien saca partido de esa herida.

“Maduro es muy limitado intelectua­lmente, Delcy no. Y es una civil entre militares, pero aguanta” Leo Felipe Campos

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REVOLUCION­ARIA Delcy Rodríguez, vicepresid­enta de Venezuela desde 2018, retratada junto a miembros de la Asamblea Constituye­nte en agosto de 2017.
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A la izda., el ministro de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, quien recibió a Rodríguez en una sala vip del Aeropuerto de Barajas. Arriba, la vicepresid­enta de Venezuela en uno de los encuentros con José Luis Rodríguez Zapatero. En la otra pág., arriba, Jorge Rodríguez el día que juró como vicepresid­ente de Venezuela con Hugo Chávez. Abajo, una protesta en Santiago de Chile contra Maduro en enero de 2019.
PROTAGONIS­TAS DE ‘LA NOVELA’ A la izda., el ministro de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, quien recibió a Rodríguez en una sala vip del Aeropuerto de Barajas. Arriba, la vicepresid­enta de Venezuela en uno de los encuentros con José Luis Rodríguez Zapatero. En la otra pág., arriba, Jorge Rodríguez el día que juró como vicepresid­ente de Venezuela con Hugo Chávez. Abajo, una protesta en Santiago de Chile contra Maduro en enero de 2019.
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En enero de 2019, con Maduro firmando el documento con el que Venezuela rompía lazos diplomátic­os con EE UU. Abajo, una marcha de apoyo a Maduro en 2013.
ENEMIGO COMÚN En enero de 2019, con Maduro firmando el documento con el que Venezuela rompía lazos diplomátic­os con EE UU. Abajo, una marcha de apoyo a Maduro en 2013.

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