SOY LEYENDA
París le dedica una muestra. Si Betty Catroux no se merece una exposición, ¿quién?
Nunca he trabajado. No tengo ningún talento. Bueno, pegarme a la gente que sí lo tiene”, le dice a Anthony Betty Catroux Vaccarello en el filme que recoge el encuentro entre los dos, y que es uno de los muchos atractivos de Betty Catroux. Feminine Singular. La exposición que —comisariada por el actual director creativo de Saint Laurent— acoge el Museo Yves Saint Laurent de París hasta el próximo 11 de octubre.
La muestra recopila 180 piezas de alta costura con sus correspondientes zapatos y accesorios y 138 de prêt-à-porter que el modista de origen argelino regaló a su musa
—lo es, aunque ella deteste la palabra por “vacua”—. Quien, naturalmente, jamás se compró una prenda y ha donado todas al museo salvo un par que todavía se pone. “Mis favoritos son los esmóquines, que llevo desparejados, sin nada debajo. Desnuda bajo la chaqueta y sin complementos”, explica. “También puedo ponerme la chaqueta con un par de pantalones de cuero negro o de vaqueros. Son como una segunda piel. Las proporciones, el equilibrio. Todo era perfecto”. Así se presentó de hecho en el desfile de prêt-à-porter o-i 2020 de la casa, el pasado febrero en París. Catroux, de 75 años, está estupenda a pesar de sus reconocidos excesos. “Cuando estaba borracho y otras cosas, Yves me suplicaba que me divorciase y me casase con él. Por supuesto no se me pasaba por la cabeza. Lo nuestro habría sido imposible”, ha contado.
Yves Saint Laurent y Betty Catroux se conocieron en una discoteca de París, The New Jimmy’s, en 1967. “Fue amor a primera vista, algo físico. Mandó a alguien de su mesa a hablar conmigo porque él era muy tímido. Me propuso que desfilase para él. Me eché a reír y rehusé. ¡Nadie lo había rechazado jamás! Así empezó nuestra pasión. Fue como un cuento de hadas”, evoca Catroux, que con quien sí se casó fue con el arquitecto e interiorista François Catroux —“El favorito de los ricos”, según la edición francesa de esta revista—, en 1968. Con él vive en la orilla izquierda del Sena junto a su gato birmano Mic. La pareja tiene dos hijas, Daphne, que trabaja en Dior, y Maxime, que lo hace en la editorial Flammarion. “Soy una mantenida desde hace años. La persona más vaga que puedas imaginar”, insiste. Betty es fruto del romance entre el diplomático Elim O’Shaughnessy y Carmen Saint, una dama que jugaba a las cartas con Coco Chanel, con quien Betty se desempeñó brevemente como maniquí: “Desfilábamos con un número en la mano, como en una feria de ganado”. De hecho, fue ella quien propició la única conversación entre Chanel y Saint Laurent: “Se dijeron ‘Eres magnífico’ o ‘Te admiro muchísimo’. Y poco más”, cuenta despreocupada.
Catroux dice que su mayor aspiración en la vida es “no mover un dedo”. Aun así, va a clases de danza jazz cinco días a la semana y a la iglesia con regularidad. A pesar de esa vagancia, o precisamente por ella, inspiró las creaciones más geniales de Saint Laurent. El aura de la casa. “Betty vive, respira Saint Laurent. Cuando la conoces, entiendes de inmediato la dimensión de la maison. Su allure, su aspecto casi malvado y su naturaleza elusiva y seductora”, dice Anthony Vaccarello, a quien Betty, por cierto, adora. Yves lo resumía así: “Es mi alma gemela. Mi cómplice”.