VOLANDO VOY
Javier Hidalgo, con chaqueta, pantalón y camisa de Gucci.
Es uno de los hombres más ricos de España. Amigo de famosos como Naomi Campbell o Leonardo DiCaprio, ha propiciado una operación histórica: la venta de Air Europa a Iberia por 1.000 millones de euros. EDUARDO VERBO se cita con Javier Hidalgo en su mansión de Puerta de Hierro para hablar de fama, lujo y mujeres.
Un día de 2002 el responsable de la productora Miramax en Europa me llamó y me dijo que el actor Tobey Maguire había llegado a Madrid para presentar Spiderman acompañado por Leonardo DiCaprio. Los dos estaban buscando un sitio donde seguir la final de la NBA y tomar una cerveza. Le contesté que me tenía que marchar al concierto de Lenny Kravitz, pero que si querían ir a mi casa no había problema. Así lo hicieron. Cuando regresé con Lenny y su banda para tomar algo, ¡estaban los dos sentados en el sofá viendo el baloncesto!”.
Recostado en un chéster, el empresario Javier Hidalgo Gutiérrez (Salamanca, 1971) me cuenta con asombrosa normalidad que un día entró en su mansión de la urbanización de Puerta de Hierro de Madrid acompañado de una leyenda del rock y se encontró al actor más célebre de Hollywood cómodamente repantigado en su salón. El segundo de los tres hijos de Juan José Hidalgo Acera —presidente de Globalia, el mayor conglomerado turístico de España, y la 36ª fortuna del país gracias a un patrimonio que supera los 800 millones de euros, según El Mundo— es famoso, entre otras cosas, por ser un gran anfitrión. Su agenda no tiene precio. Aquí, en esta residencia de dos plantas decorada con un estilo étnico, en la que se exhiben obras de Andy Warhol, Peter Beard o Juan Genovés, ha organizado fiestas en honor de Mario Testino, los Rolling Stones o Mauricio Macri, el expresidente de Argentina. Sus invitados han sido desde el propio DiCaprio a Kate Winslet, Kylie Minogue o Naomi Campbell. Sin olvidar a su corte de amigos más cercanos, los llamados cachorros de la jet set: Alonso Aznar, hijo del expresidente del Gobierno José María Aznar; el empresario de la hostelería Fernando Nicolás, el aristócrata Alfonso de Borbón… La noche es lo suyo. Tiene fama de vividor, dispone de barco y avión privado, le gusta la fiesta y adora el lujo.
Durante el día Javier se convierte en un avezado ejecutivo célebre por su astucia. Desde 2016 es consejero delegado de Globalia, una empresa que factura casi 4.000 millones de euros al año y que tiene en nómina a 16.000 personas. Tras salir de la Universidad de Pepperdine de Los Ángeles, donde se licenció en Empresariales, ha estado vinculado a la corporación. También ha sido dueño de una agencia de modelos, de una inmobiliaria, de una línea de ropa y, en 2007, construyó la planta de energía solar más grande del mundo. Pero su mayor hito fue en 2016. Ese año vendió Pepephone —compañía telefónica fundada por él— a MásMóvil, que la adquirió por 158 millones de euros.
Javier es capaz de encontrar futuros negocios hasta por Instagram y rematar las transacciones comerciales en los lugares más insospechados. Sin ir más lejos, el pasado 4 de noviembre firmó la que ha sido bautizada por la prensa económica como una de las operaciones más relevantes en la historia reciente de la aeronáutica: la venta de Air Europa a Iberia por 1.000 millones de euros. Lo hizo mientras la pareja de filipinos que trabaja en su casa desde hace más de 16 años servía un desayuno a base de zumos y tortillas. La aerolínea había sido desde 1991 la piedra angular del negocio de los Hidalgo. Ese año el padre de Javier se hizo con ella junto a un grupo de inversores por unos 3.000 millones de pesetas. Con esa compra se rompió el monopolio de Iberia en España. Su venta ha supuesto la consagración como empresario de Javier.
—¿Qué ha sentido al desprenderse de la compañía? —Nos ha dado pena porque es lo que en mi casa hemos vivido siempre, pero en la vida hay que avanzar. Es una buena oportunidad para el mercado español y para la compañía. Por ejemplo, siendo una empresa familiar lo pasaríamos mal con una crisis como la del coronavirus.
—¿Qué es lo que lo hace especial frente a otros ejecutivos? —Hago las cosas con sentido común, capacidad de riesgo, un buen equipo e iniciativa, aunque también me equivoco.
—Son operaciones de muchos ceros. ¿Ha llegado a creerse más poderoso que sus amigos por ser más rico?
—No soy excesivamente materialista. Nunca me he considerado peor o mejor que nadie por tener dinero. Mis amigos son los de siempre. Hablo con ellos como si fuese un chaval de 20 años. ¡Tengo el espíritu de Peter Pan dentro!
—¿Qué es lo que no se puede comprar con dinero? —El amor. ¡Y es lo más importante! La base fundamental de una persona y por la que tienes éxito realmente es por tu capacidad de amar y tener relaciones sólidas. Y no solo hablo de parejas. Cuando he discutido con alguien, me ha afectado más que perder dinero en una operación.
Salta a la vista que Javier es un hombre de contrastes, que lo mismo combina placer y trabajo que pasa de los detalles de sus negocios —la venta de Air
“Nunca me he considerado peor o mejor que nadie por tener dinero. No soy excesivamente materialista”
Javier Hidalgo
Europa está pendiente de aprobación por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC)— a la filosofía. Si en el salón de su residencia tiene una cabina de DJ, en el hall hay una gran cabeza de Buda. Este empresario, que irradia un aire canalla gracias a su pelo desaliñado, su barba de tres días y los dos botones desabrochados de su camisa, medita cada mañana después de darse un baño turco en su hamam, nada a primera hora en su piscina, toma vitaminas y es capaz de fumarse cuatro cigarrillos electrónicos y beber tres tés verdes en tan solo dos horas. Eso, cuando no está viajando. Hemos tenido que cambiar varias veces el día de esta entrevista porque la agenda de Javier es complicada: acaba de volver de Egipto, donde se ha reunido con las autoridades y ha inspeccionado oportunidades para volar hasta allí y abrir hoteles. “Tiene esos dos reversos. Le encanta meditar y puede resultar serio, pero es el primero que empieza la fiesta. Tenemos carácter cuando nos enfadamos, pero se nos pasa pronto. La gente se piensa que nos llevamos mal porque nos lo decimos todo a la cara”, confiesa su hermana pequeña, Cristina —directora general de Compras de Globalia—, quien confiesa que Javier tuvo alma de líder desde niño. “Me decía: ‘El que pele el mayor número de pipas, gana’. Luego cogía el montón… ¡y se las comía todas el cabrón!”. La mayor de los tres, María José, es directora general de Air Europa.
Hasta hace poco, algunos dudaban de la capacidad de Javier para liderar la compañía, fundada por su padre en 1971 y que, además de Air Europa, gestiona las agencias Halcón Viajes y Viajes Ecuador o la cadena de hoteles Be Live en la República Dominicana. A su vis hedonista se une el perfil de perfecto soltero de oro de vida disoluta que ofrecen las revistas del corazón sobre él. Un playboy capaz de seducir no solo a una sino a varias mujeres a la vez, que come en los mejores restaurantes y viaja por todo el mundo. A pesar de su defensa de las relaciones sólidas, él no ha sido capaz. Al menos en el amor. Su lista de parejas y romances es de sobra conocida: Odile Rodríguez de la Fuente, hija del famoso biólogo fallecido a la que conoció en Los Ángeles cuando esta era novia de Carlo Ponti, hijo de Sophia Loren; las modelos Malena Costa, Xenia Tchoumitcheva y Raica Oliveira o la estudiante de Medicina Sol González, madre de su única hija, Camila, de cuatro años, de la que Javier presume con orgullo.
—¿Quién tenía razón, los que lo tachaban de bon vivant con poco recorrido en los negocios o los que ahora lo alaban?
—Aunque pueda parecer que estoy todo el día de fiesta, siempre he cumplido con lo que se me ha pedido. Además, ya no salgo tanto, porque tengo una edad. ¿Que soy un vividor? No me molesta. Considero que vivo bien.
—También dicen que es un playboy…
—Nunca he leído eso.
—¿Quizá un dandi?
—¿Tú me ves cara de dandi?
—Lo que sí que no me negará es que es un ligón… —He tenido muchas novias, sí. Eso tampoco me molesta que se diga. Nunca me han sacado con una relación muy estable. No soy persona de relaciones largas ni soy el típico empresario con una estructura familiar seria. Pero me llevo fenomenal con la madre de mi hija. Creo que hubiese sido peor mantener una relación con ella basada en la mentira. Nos seguimos queriendo muchísimo. He tenido una vida atípica. No la que todo el mundo espera que hay que tener. —¿Le puedo preguntar con cuántas mujeres ha estado? —¡Es muy imprudente! Aparte de que no me acuerdo. —¿Qué piensa cuando lo llaman soltero de oro?
—Me hace gracia. Me río mucho con mis amigos que también salen en esas listas.
—¿Por qué nunca se ha casado? —Comprometerme con un papel a estar con una persona de por vida me genera ansiedad. Yo siempre he creído que las relaciones funcionan mejor cuando fluyen de una manera natural. Me resulta difícil que algo sea para toda la vida.
—¿Cuál es la mayor mentira que han dicho sobre usted?
—Que he fletado un avión para ir con mis amigos a ver torear a José Tomás en Nimes. ¡No paran de repetirlo! No me gustan los toros, aunque lo respeto. Y el avión privado no es mío, sino de la compañía.
—¿Qué le parece el uso del Falcon por parte de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno?
—Cuando gobiernas un país debes tener ciertos privilegios. Con un avión privado optimizas mucho el tiempo. Yo lo uso cuando tengo reuniones en diferentes sitios. Creo que ese tema se saca de contexto a veces.
Javier contesta a las preguntas de forma precisa y breve. Es escurridizo y un tanto enigmático. Conocer su personalidad es como entrar en su inexpugnable residencia: siempre rodeada de seguridad. En definitiva, Hidalgo es un hueso duro de roer. “Al principio le cuesta abrirse. Tiene un escudo para filtrar a la gente. Se le acercan muchas personas por interés”, lo disculpa su amigo Fernando Nicolás, empresario y socio del grupo de hostelería Larrumba. Además del cuidado físico, otra de sus obsesiones es el paso del tiempo. “Es una putada”, confiesa Javier, quien no duda en quitarse edad si su interlocutor no la conoce: 49 años. “No he pensado pasar por el quirófano de momento”, apunta entre risas. Si hay una opinión importante para él, es la de su padre. “Es la persona cuyo estado emocional más me puede afectar. Sé cuando está contento o no”.
“Comprometerme con un papel a estar con una persona de por vida me genera ansiedad”
Javier Hidalgo
Juan José Hidalgo, una de las últimas leyendas de la empresa española junto a Amancio Ortega, nació en plena posguerra en Villanueva del Conde, un modesto pueblo de Salamanca que hoy en día ronda los 160 habitantes. A los 12 años dejó de estudiar para trabajar. Fue aprendiz de segador y vendía pieles de conejo. A los 19 años emigró a Suiza, donde hizo de todo para sobrevivir: peón de granja, pintor de brocha gorda y transportista de emigrantes entre el país helvético y España con un Mercedes que compró con sus ahorros. Cuando tenía 25 años, cambió el Mercedes con un autobús de 50 plazas. A los 30, dejó las cuatro ruedas por los aviones: fletaba vuelos desde Zúrich hasta Madrid y ya había montado Halcón Viajes. Su imperio echaba a volar. En 1991, con 50, se hizo con Air Europa.“Todo lo ha conseguido con intuición y corazón. Ante la dificultad, se ha reforzado”, resume su hijo.
Aunque Juan José, el patriarca, sigue siendo el presidente de Globalia, vive semirretirado en la República Dominicana. Allí, reparte sus días entre atender sus compromisos profesionales por teléfono, disfrutar de las impresionantes playas del Caribe y jugar al golf con buenos amigos, como el cantante Julio Iglesias. “Mi hijo es un hombre con una inteligencia superior a la mía. ¡Y con mucha diferencia! Tiene una manera de ser envidiable. Siempre está rodeado de grandes personajes y es todo corazón. Ha tenido muchas inquietudes y quiso ser empresario independiente. Me ha demostrado que sabe hacer las cosas, sabe dirigir y negociar bien, mucho mejor de lo que lo hubiese hecho yo. Estoy satisfecho”, me confiesa el patriarca.
Javier creció influenciado por dos modelos: en lo personal, por su madre, Avelina Gutiérrez Saiz, a la que todo el mundo llama Elo —“Ha sido el vínculo de unión de la familia, una señora”, asegura—; en lo profesional, por su padre. Un nexo que lo definió y limitó al mismo tiempo: vivió siempre bajo su alargada sombra. La relación padre-hijo no siempre fue buena. La independencia que ahora alaba Juan José fue, hace unos años, motivo de discusión. Desde los 19 años, Javier trabajó en Air Europa durante los veranos. Pasó por facturación e incluso fue auxiliar de vuelo. Cuando se licenció con 25 años, su padre le encargó ocuparse del lanzamiento de la compañía Air Santo Domingo. “Llegué a Miami, me alquilé un deportivo y me fui a comprar dos
Sobre el Falcon de
Pedro Sánchez: “Cuando gobiernas un país, debes tener ciertos privilegios”
Javier Hidalgo
aviones checos para mandarlos a la República Dominicana. La DEA [Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos] automáticamente fue a investigarme”, recuerda.
Con 30 años fue nombrado director general y siempre fue señalado como el perfecto heredero de su padre —“Aunque no somos una compañía familiar donde la transición tenía que pasar por el varón”—. Pero en 2013 decidió poner patas arriba su vida. Javier entró en crisis. Vendió el cinco por ciento de sus acciones en Globalia por más de 30 millones de euros al empresario y exministro Abel Matutes, hizo las maletas y se marchó a Estados Unidos. Lejos de todo. “Tuvimos una mala época. Cuando las cosas no fluyen, prefiero ponerme colorado por la decisión que he tomado antes que no estar a gusto. No había un alineamiento de ideas, de estrategia… y decidí irme”, relata. Al parecer, según una de las tantas teorías sobre este conflicto, Juan José no comulgaba con el proyecto de modernizar la empresa por el que optaba su hijo: invertir en negocios puntocom, startups…
Aquel 2013 no fue feliz para los Hidalgo. En abril, días después de la salida de Javier del grupo, trascendió la separación entre Juan José Hidalgo y Elo después de más de 48 años juntos. Se habían conocido en Zúrich, donde ella, natural de Los
Corrales de Buelna (Cantabria), había viajado para trabajar como niñera. “Fue un shock, pero ahora se llevan fenomenal, mejor que cuando estaban casados. Mi padre va a comer a casa de mi madre y ella le cocina lo que a él le gusta”, me dice Cristina Hidalgo. Dos meses después de la ruptura, Juan José sufrió un atraco en el garaje de las oficinas de Globalia. Los cacos se llevaron su maletín pensando que portaba efectivo y le rociaron la cara con un espray, aunque resultó ileso. En julio le dio un infarto. La tormenta perfecta se había posado sobre la familia.
Javier buscó respuestas fuera. Se instaló en Los Ángeles. Durante 15 días se encerró en un retiro espiritual. “Hice meditación, hipnosis e incluso regresiones”. Allí primero y luego en Miami, puso en órbita Pepephone, la compañía que tres años más tarde vendió por 158 millones de euros junto a su buen amigo, el empresario sevillano Rosauro Varo, con el que sigue explorando nuevas ideas de negocio —ahora, resorts sostenibles por todo el mundo—. En 2016 volvió a Globalia. Había un sitio para él. “Vieron que la empresa necesitaba liderazgo, alguien que entrara de forma más ejecutiva, y así regresé”. La venta de Air Europa ha sido el broche perfecto de la sucesión en el seno de los Hidalgo. Recientemente, Javier también propició que Halcón Viajes y Ávoris, la agencia del Grupo Barceló, se fusionaran y se convirtieran en un gigante del turismo y el pasado diciembre vendió sus acciones en la agencia de modelos View Management. Ahora Javier se plantea montar una fundación para proteger ecosistemas y está muy interesado en rodar un documental que instruya sobre cómo cuidar el medioambiente. “Mi primera novia, Odile, me transmitió esa sensibilidad por la naturaleza”, apunta.
La sesión de fotos va llegando a su fin. Javier se ha entregado e incluso se ha animado con el estilismo más atrevido. “Es muy entrañable. Una bella persona. Su gran virtud es que sabe reírse de sí mismo. Es un imán: atrae a la gente y luego la retiene”, me cuenta uno de sus mejores amigos, el productor musical italiano Pino Sagliocco. Este empresario del espectáculo, artífice del encuentro entre Freddie Mercury y Montserrat Caballé en las Olimpiadas de Barcelona, es el responsable de que Javier se haya convertido en el gran anfitrión de la noche madrileña. Se conocieron en el concierto en honor a Nelson Mandela que se celebró en 2001 en la Ciudad Condal. Desde aquel momento Pino comenzó a organizar los aftershows de los conciertos de los grandes artistas que venían a Madrid en casa de Javier Hidalgo. “Ha pasado mucha gente. Por ejemplo, Alicia Keys y Kylie Minogue terminaron bailando flamenco”, apunta. “Es el mejor haciendo fiestas. Recuerdo una noche inolvidable en su casa. ¡Vi a Denzel Washington paseando por el jardín!”, desliza su amigo Fernando Nicolás.
Además de con estrellas, Javier se ha relacionado con jefes de Estado. “Fidel Castro me impresionó. Nos recibió a mi padre y a mí a altas horas de la madrugada. ¡No hablamos de política! Nos preguntó qué solíamos hacer en Navidad. Mi padre le dijo que mi abuela preparaba un cabrito asado a la charra. Tenía curiosidad por saber a qué temperatura había que hornearlo”. Otro momento irrepetible fue cuando coincidió con el papa Francisco en la comunión de su sobrina Lucía, la hija de su hermana Cristina. “Fue en la iglesia de Santa Mónica, en Roma. El papa le dijo que se tragara la oblea. A ella le habían dicho en catequesis que no lo hiciera. Se acercó a preguntarme. ‘Hija, si te lo ha dicho el papa, hazlo”, me cuenta Cristina entre risas. Javier también tiene fotos con la reina Letizia —“Soy monárquico, creo que la figura del rey aporta mucho a este país”—, el fotógrafo Peter Beard, la cantante Amy Winehouse o el político Jair Bolsonaro. No todos los asistentes a sus fiestas son famosos. “En mi casa ha entrado gente que no conocía. Muy pocas veces ha habido una lista cerrada”, asegura. Le pregunto a su amigo Fernando Nicolás cuáles son las cualidades de Javier como anfitrión. “Te invita a experiencias inolvidables. Una vez en Cannes nos pasó algo increíble…”. Se para en seco. “¿Qué?”, pregunto intrigado. Escucho una suave risa…“¿Y?”, insisto. “Es que si te lo cuento, tendría que matarte”.
“Javier es un hombre con una inteligencia superior a la mía. Me ha demostrado que sabe dirigir y negociar”
Juan José Hidalgo