Con EFE de FASCINANTE
La primera colección de Silvia Venturini Fendi al frente de la casa es un homenaje a las señoras bien, sin olvidar las raíces de la rma o hitos como el bolso Baguette. Nos lo cuenta mientras repasa la historia de la marca.
En septiembre (Roma, 1960) se Silvia Venturini Fendi sometió a, por describirlo de forma sencilla, su prueba de fuego: su primer desfile al frente de la casa familiar en solitario, sin el amparo del director creativo de desde 1965: Lagerfeld, fallecido en febrero de Fendi Karl
2019. “Tenía solo cinco años cuando Karl se unió a nosotros”, evoca hoy la diseñadora. “Siempre fue parte de la familia. Al principio, yo creía que era un mago, quizá por la forma en la que trabajaba: se sentaba, esbozaba unas líneas en un papel y las convertía en una silueta. En la siguiente reunión, el boceto se había transformado en una realidad. Recuerdo los nervios, la excitación de estar a su alrededor y entender lo importante que era para mi madre y mis tías. Estaban totalmente comprometidas con él”, añade Venturini
Fendi en sus oficinas del Palazzo della Civiltà Italiana de Roma, desde donde lidera hoy las líneas de alta costura, prêt-à-porter y accesorios de la marca fundada por sus abuelos y en 1925.
Adele Edoardo
Venturini Fendi describe esa colección como “solar” e inspirada, entre otras cosas, en sus veraneos en la isla mediterránea de Ponza —donde, dice, se pueden ver las mejores puestas de sol— o en el vestuario de películas como El aniversario (1968) —es una apasionada del cine que, además, ha producido varios filmes de Guadagnino, su amigo—.
Luca
Ambas referencias quedaron claras de inmediato: vestidos de cuadros vichy —motivo presente también en los abrigos de visón—, batas de guata con estampados psicodélicos y enormes gafas de sol que parecían pensadas tanto para
Bette como para una dama de la alta sociedad milanesa —las Davis que salen en la cuenta de Instagram Sciuraglam o las propias hermanas Fendi—. “Es una forma diferente de burguesía. Una nueva energía burguesa”, subraya la diseñadora. “Una mujer sofisticada que tiene una parte irónica y un espíritu divertido. Y que no teme usar colores y estampados florales con accesorios preciosos como bolsos de felpa rosa”, entre los que se encuentra, naturalmente, el famoso Baguette que ella lanzó en 1997. “Esta temporada he querido revivir ese espíritu de cuando los accesorios eran muy funcionales. El Baguette siempre ha sido un bolso con personalidad. Ha trascendido las tendencias porque cambió el paradigma. Fue el primero en ser tratado como una prenda”, explica sobre el complemento que popularizó esta marca que nació como firma de marroquinería y peletería artesana y cuyo logo, una doble efe que alumbró Lagerfeld en 1965, es uno de los más deseados. También entre las nuevas generaciones, con quienes Venturini Fendi mantiene una relación privilegiada gracias a sus hijas, y
Delfina Delettrez Fendi Fendi. “Los jóvenes buscan un producto que Leonetta Luciano represente a la casa, por eso reeditamos ciertas piezas temporada tras temporada, para que no desaparezcan de las tiendas en tres meses. La gente necesita tiempo para ver y descubrir las cosas”, razona la creadora, que aún trabaja con el equipo
“CREAR COSAS
NUEVAS ME HACE SENTIR
LIBRE. PERO LO QUE
FUE BUENO AYER LO
SEGUIRÁ SIENDO HOY”
de su querido Lagerfeld. es el responsable de
Michel Gaubert la música de sus desfiles, de cuyo estilismo se ocupan las inglesas y Stockdale. “Ellos siempre
Amanda Harlech Charlotte me dicen la verdad. Hay que rodearse de gente que no repita siempre que todo es divino”. Con todo, su relación con el pasado no es exactamente de nostalgia. “Hay que encontrar un lenguaje propio. Fendi está en evolución constante, con la vista puesta en la tradición pero también en la innovación. El futuro, explorar lo desconocido, me estimula”, dice. “Crear cosas nuevas me hace sentir libre. Pero lo que fue bueno ayer lo seguirá siendo hoy”, añade la diseñadora, que cuenta cómo de niña se colaba en el estudio para ver trabajar a su madre, Anna, y a sus tías —Alda, Carla, y Paola—. “De tres
Franca hermanas y siete primos, yo era la única que lo hacía a diario. Allí se respiraba creatividad, y eso me encantaba”, cuenta.
Crecer en un matriarcado la marcó. “Mi madre y mis tías resistieron en un mundo eminentemente masculino y a veces tuvieron que comportarse como hombres. No se les podía molestar con asuntos superfluos. Y, sin embargo, cada una fue capaz de desarrollar una estética y personalidad individuales. Todas moldearon la persona que soy hoy. Quiero continuar con la revolución que emprendieron antes que yo”.