BUSCO CASA
Dicen los expertos que una mudanza es tan dañina como un incendio y una de las causas de divorcio aceptadas por todo el mundo. Yo añadiría que es, además, como el viento sur o la tramontana; un eximente en caso de asesinato.
Según las distintas edades, cada individuo debe buscar su hueco adecuado de acuerdo a sus circunstancias personales y los dilemas de cada etapa en la vida. Porque no es lo mismo buscar habitación de estudiante, garçonniere o piso de soltero, que loft y nidito de amor. Ya cuando lleguen los niños encontraremos la perfecta casa familiar, con cuarto de jugar y nursery, y luego vendrán la casa en el norte y la de campo. Años después, libre ya de nuevo y con cierto nivel, me voy a un penthouse con terraza, preferiblemente sobre el Retiro, que en esa zona conozco a alguien y juntamos meriendas —siento mucho decirlo, pero casi nunca sale bien—, y el resultado final suele ser: ¡por fin solos!
La cosa sigue, no se crean, porque muchas veces cuando los hijos casados se separan pretenden volver a casa una temporada, durante ese lapsus entre la depresión y la nueva pareja. Y, en fin, pasa lo que pasa y es un follón.
Mis padres, que eran inteligentísimos y estaban más que hartos de recortar las preciosas fotos de boda de sus hijos recién divorciados, decidieron que, a la hora de veranear, querían tranquilidad, por lo que hicieron en su casa de Biarritz un gran piso, pero con solo dos habitaciones —una para cada uno, evidentemente— y tres miniestudios cercanos pero independientes, para que sus hijos fuéramos a verlos cuando quisiéramos y no estuviéramos demasiado cómodos como para quedarnos todo el verano.
Pero, llegada la primavera, hay una escena que se repite en toda ciudad que se precie, incluso en los pueblos que ya deben de estar más que hartos de urbanitas a la fuga. En estas semanas es muy común observar por la ciudad parejas con cara de despiste mirando al cielo. No observan a las grullas pasar, no. Lo que miran son los carteles de venta o alquiler en las ventanas. Cuando digo parejas, sirve también para madre/padre e hijo, señor con API —agente inmobiliario de toda la vida—, señora también con API o contratista-arquitecto y decorador, tablet en mano y móvil echando chispas.
Para los más organizados, lo normal es centrarse en una zona y peinarla. Y eso se refiere también a chequear la vida del barrio: ferretería, garajes, cafés, restaurantes, mercería… Para ayudar en esto tenemos, además de los propios APIS, una figura relativamente reciente: los relocators —llamémosles aposentadores o localizadores—, que surgieron para facilitar las cosas a quien no conoce mucho la ciudad —sobre todo para expatriados— y busca el apartamento-casa-casaza ideal, según sus gustos y necesidades.
Pero no se quedan ahí, sus servicios se extienden a buscar colegio para los niños, nanny, gestionar la luz, indicarles cómo hacer la compra —y que te la traigan a casa—, un buen bikram yoga o dónde hacen las mejores ondas californianas de la ciudad, e incluso un alojamiento ideal para sus pets, que llegan antes que ellos y no se pueden quedar solos. Vamos, que se convierten en su sombra y —por descontado— en su contacto de emergencia.
Para los avispados y expertos, que les horroriza usar estos servicios, les recomendamos que acoten la zona en un mapa y aprovechen los fines de semana, de buena mañana, para recorrerla con móvil en mano. En la primera visita —normalmente el lunes siguiente—, tenga el talonario listo porque, si cree que es una buena oportunidad, probablemente 10 personas lo habrán visto también y mejorarán sus ofertas hasta límites insospechados, con lo que la última de las tendencias son estas pequeñas subastas. Et voilà!