DESPEDIRSE de una MENTE SUICIDA
Kate Millett tenía 41 años cuando en 1975 rompió con Sita, su amante. Millett había contado su historia en un libro que se publicó un año después. Por entonces, Millett, pensadora, activista y pieza clave del feminismo norteamericano de los setenta, era una estrella contracultural y se había acostumbrado a explorar el mundo partiendo de sí misma. Publicaba —y libros sobre lo que pensaba estudiaba, sexual— como el fundacional Política pero también sobre lo que le pasaba. Sita, en el que contaba su aventura, tormentosa, complicada, dolorosísima , con una mujer, fue su particular manera de salir del armario. No creía estar haciendo nada malo. Solo exploraba, desde dentro, la progresiva destrucción de una pareja que no estaba destinada a serlo, pero lo quería con todas sus fuerzas. Dos personas que se hacían daño pero que nada habrían querido más que no hacérselo. Cuando el libro se publicó, Sita no lo soportó y se suicidó. Millett entró entonces en una espiral de duelo de la que surgieron otros dos textos. El primero, lo añadió a la edición revisada de Sita, que fue la que publicó Alpha Decay hace dos años. En él contaba l o mal que había acabado la cosa, la muerte de Sita, los últimos días. El segundo lo componen cuatro elegías que circularon de forma casi clandestina en 1979. Estas Elegías para Sita, que publica ahora Alpha Decay, van acompañadas de ilustraciones e iluminan recuerdos que ahondan en la pena y reconstruyen el castillo nunca del todo habitado de ese amor imposible. Millett siguió escribiendo. Se casó con un tipo, luego con una mujer. Entre uno y otro, perdió la cabeza. Acabó en un psiquiátrico. También escribió sobre ello. No aprendió la lección, o quizá sí: ja más volvió a explorar el universo de la pareja.