Vanity Fair (Spain)

ADIÓS, MARQUÉS

SU MATRIMONIO CON ISABEL PREYSLER LO LANZÓ AL ESTRELLATO, PERO SU APUESTA POR LA MODERNIDAD LO CONVIRTIÓ EN UNO DE LOS BODEGUEROS MÁS PRESTIGIOS­OS DEL MUNDO. RECORDAMOS LA HISTORIA DE CARLOS FALCÓ.

- FOTOGRAFÍA PABLO ZAMORA TEXTO EDUARDO VERBO

Isabel Preysler, Carlos Falcó y su hija, Tamara, en 1984.

FUNDIDO A NEGRO

El marqués de Griñón posó en 2011 para Vanity Fair en Dominio de Valdepusa, la bodega que fundó en su finca Casa de Vacas, en Toledo.

Madrid, 20 de julio de 1978. Suena el teléfono en el despacho de Jaime Peñafiel, redactor jefe de la revista ¡Hola! Nadie responde y salta el contestado­r: “La mujer del amigo que usted tanto quiere le está siendo desleal”. Una voz anónima alerta al periodista sobre la posible infidelida­d matrimonia­l de Isabel Preysler, esposa de Julio Iglesias, con Carlos Falcó Fernández de Córdova (Sevilla, 1937), un aristócrat­a entonces desconocid­o para el gran público. “Cuando escuché el mensaje, llamé de inmediato a Isabel. Al cabo de unos minutos, se presentó en la redacción con Carmen Martínez-Bordiú. Intentaron descifrar de quién era la voz de la delatora. A la hora, regresó sola para justificar­se. Que si

Julio no me quiere, que si me es infiel… Esa noche él llegaba de Argentina y ella fue a esperarlo al aeropuerto”, recuerda Peñafiel. Al día siguiente la pareja anunciaba su separación.

A los 41 años, el marqués de Griñón, fallecido el pasado 20 de marzo a los 83 años víctima del coronaviru­s, vivía alejado del escrutinio, pero su aireado romance con el huracán Preysler provocó que el país en bloque se preguntara: ¿Y cómo es él? De hecho, coincidien­do con el apogeo mediático de la pareja, el cantante José Luis Perales escribió su conocida canción para Julio Iglesias. “Aunque no tenía nada que ver con la realidad, pensé que la podía interpreta­r porque él siempre daba un toque de credibilid­ad a lo que cantaba. Mi compañía me prohibió dársela”, confesó Perales, quien finalmente grabó este éxito en 1981, un año después de la boda del marqués y la socialite filipina. Su hermano pequeño, Fernando Falcó, marqués de Cubas, era quien había despuntado en las crónicas de sociedad por haber sido compañero de clase del rey Juan Carlos y por sus affaires con Ava Gardner, Odile Rodin, viuda del playboy dominicano Porfirio Rubirosa, o la emperatriz Soraya Esfandiary, a quien el sah de Persia rechazó por no poder darle descendenc­ia.

Las comparacio­nes entre el cantante y el nuevo amor de Isabel no tardaron en llegar. El trabajo de Carlos no rezumaba glamour ni era tan bohemio como el de Julio Iglesias, “pero era simpatiquí­simo y muy educado. Lo recuerdo paseando con mi madre por la playa de San Sebastián. ¡Eran muy amigos!”, confiesa la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada. En los años que Carlos salía con Preysler ya producía vino y también se dedicaba al tabaco en Casa de Vacas, la finca de 50 hectáreas que heredó de su abuelo paterno en Toledo cuando tenía 17 años. A su vez, era consejero de Hero, la conservera hoy famosa por los potitos para bebés, presidía Safari Park, una reserva de animales salvajes, y planeaba invertir en Disneyland, el parque temático que, antes de echar raíces en París, parecía que se iba a levantar en nuestro país. Su trayectori­a habría sido más pública si en 1977, un año antes de conocer a la Reina de Corazones, su aventura política hubiese fructifica­do.

Fue entonces cuando el marqués y bodeguero se presentó como candidato de Alianza Popular, germen del actual PP, al Senado por Cáceres. Se lo pidió Manuel Fraga, entonces embajador de España en el Reino Unido y líder de la formación. Carlos, interesado en estabiliza­r la monarquía y en que esta diese paso a una democracia parlamenta­ria, se financió su campaña y recorrió con su propio coche, megáfono en mano, la provincia extremeña durante un mes. No consiguió representa­ción. No importó. Siempre siguió interesado por la actualidad política de su país. Fue uno de los fundadores del club Siglo XXI, la tribuna política más importante de la Transición, y en los últimos tiempos le preocupaba el tema catalán. “Recuerdo un almuerzo en su casa, el palacio El

Rincón, que organizó con un grupo de personas, entre ellas Cayetana Álvarez de Toledo, Arcadi Espada y Esperanza Aguirre. Nos contó que nunca iba a dejar de decir lo que pensaba”, narra Ramón Pérez-Maura, adjunto al director de ABC. Era muy amigo del político socialista José Bono, quien destaca: “Su condición aristocrát­ica nunca lo separó de la realidad. Cultivaba afectuosam­ente las relaciones personales. Era uno de los españoles que más sabía de vinos”.

Según Falcó, ser un hombre divorciado le pasó factura en las urnas. El aristócrat­a era mucho más moderno que aquella España en blanco y negro. Hijo de Manuel Falcó —duque de Montellano y mano derecha de don Juan— e Hilda Fernández de Córdova —marquesa de Mirabel y dama de honor de la reina Victoria Eugenia—, Carlos tuvo tres hermanos: Felipe, Rocío y Fernando, los dos primeros fallecidos trágicamen­te hace años. Se casó cuatro veces y tuvo cinco hijos. Carlos se licenció en Ingeniería Agrónoma en la Universida­d Católica de Lovaina (Bélgica) —donde montó su primer grupo de debate, llamado El club de la lechuza— y se casó en 1963 con Jeannine Girod, descendien­te de una saga suiza de joyeros. Ella tenía 20 años. Él, 26. No era su primera novia. Durante su estancia

“Su condición aristocrát­ica nunca lo separó de la realidad. Cultivaba las amistades”

José Bono

en la ciudad belga, mantuvo una relación con una rusa “zarista” cuyos padres habían huido de la revolución bolcheviqu­e hacia el Congo belga, según recordaba la periodista María Eugenia Yagüe en las memorias que escribió sobre el marqués para la revista Tiempo. Cuando Griñón regresó a España fundó su propia familia con Jeannine. Tuvieron dos hijos. Manolo, el primogénit­o, hoy convertido en un banquero de éxito en la City de Londres, nació en California, donde sus padres se habían trasladado para que Falcó realizase un posgrado sobre nuevas técnicas vinícolas en la Universida­d de California. La pareja aprovechó y recorrió Estados Unidos, entonces al albur de los hippies, con un Maserati que el padre de ella les regaló. Su otra hija, Xandra, nació en España.

Nada más llegar a nuestro país, modernizó el cultivo de sus vides implementa­ndo el riego por goteo y trayendo las mejores cepas del mundo como la francesa cabernet sauvignon. Se convirtió en un pionero y, en 2003, Dominio de Valdepusa, su explotació­n, fue la primera denominaci­ón de origen nacional y europea concedida a una sola finca. Hoy sus vinos figuran entre los mejores del mundo. En 2002 decidió repetir la experienci­a con el aceite.

Tras siete años de matrimonio, Jeannine y Carlos se divorciaro­n en 1970. Ella se había enamorado de José Enrique Varela, hijo del exministro de Franco del mismo nombre —y cuya hermana, Casilda, se casó en primeras nupcias con Paco de

Lucía—. Pero volvamos a nuestro protagonis­ta. Hasta que en 1978 conoció a Isabel, disfrutó generosame­nte de su soltería: estuvo a punto de contraer matrimonio con Sandra Gamazo —hermana de la coleccioni­sta Ana Gamazo— y fue novio de Pilar Weiller, nieta de Paul Louis Weiller, la entonces primera fortuna de Francia. La millonaria Cristina Onassis también lo pretendió. “Sabía que estaba enamorada de mí, pero no era un amor correspond­ido. En cambio, fuimos grandes amigos e hicimos muchos viajes, a Los Ángeles, St. Moritz y Londres. La prensa siempre la retrató como una chica triste, pero en las distancias cortas era encantador­a y tenía mucho sentido del humor”, contó el marqués al diario ABC en 2013.

Si su primer divorcio supuso un pequeño escándalo social, su noviazgo con Isabel Preysler fue un terremoto de alta escala. Se conocieron una noche durante un pase privado de la película Fiebre del sábado noche en la Embajada de Estados Unidos de Madrid y dos años más tarde contraían matrimonio con Los del Río interpreta­ndo una salve rociera ante solo 24 invitados. Era la segunda boda de ambos y apostaron por la discreción. En 1981 nació su hija Tamara, a quien el marqués estaba muy unido. Pero si los comienzos de la pareja fueron escandalos­os lo fue mucho más su abrupto final, cuando Preysler dejó a Griñón por el exministro socialista Miguel Boyer. Tras la separación de la filipina, Falcó encontró la estabilida­d con Fátima de la Cierva, una joven y discreta aristócrat­a 22 años más joven que él. Tuvieron dos hijos: Duarte y Aldara. El matrimonio vivió hasta su divorcio en 2014 en el palacio El Rincón, un enclave donde en 1978 se rodó parte de La escopeta nacional, de Berlanga. Además de gran cinéfilo, otra de sus pasiones era la caza. “El pasado ocho de febrero mató su último jabalí en mi casa. Uno de los primeros lugares a los que llevó a Esther Doña, su cuarta mujer, fue a mi montería en El Allozar, en Alcaudete”, confiesa Pérez-Maura, quien lo recuerda con un hombre optimista.

ACarlos también le fascinaban los bólidos. De joven conducía por Madrid con un Triumph descapotab­le y, junto a amigos como Fernando de Baviera, primo segundo del rey Juan Carlos, solía participar en rallies. Una noche de 1962 se dirigía con su hermano mayor Felipe, de entonces 33 años y padre de dos niños pequeños, para participar en una carrera en Albacete cuando un coche se estrelló frontalmen­te contra ellos. Carlos fue el único supervivie­nte. No fue la única pérdida trágica que sufrió la familia. En 1990 su hermana Rocío falleció al precipitar­se por la escalera de un supermerca­do de Madrid con el carro de la compra. Tenía 57 años.

A pesar de ser octogenari­o, el periodista Carlos García Calvo lo recuerda como un hombre vital y fuerte. “Un día, durante una cena que organicé por Navidad y a la que asistieron Alberto Ruiz-Gallardón y Fernando Fernández Tapias, a uno de los invitados le dio un ataque al corazón. Carlos lo sacó en volandas. Con su edad era un mulo”. Desde 2011 Griñón era presidente del Círculo Fortuny, la principal asociación que agrupa a las marcas de la alta gama españolas. Su último gran proyecto era comerciali­zar unas cremas a base de aceite supervisad­a por el prestigios­o dermatólog­o Pedro Jaén.

Entre sus muchas amistades de abolengo estaba el rey Juan Carlos, con quien solía veranear de pequeño en Estoril. La relación se extendió a su hijo, el rey Felipe, quien en 1995 inauguró el lagar de su finca pisando uva y en 2004 regresó con Letizia a una cacería. En 2014 comenzó una relación con la malagueña Esther Doña, con quien se casó en 2017. Se terminó acostumbra­ndo a los flashes y volvió a acaparar las portadas. Se marchó en silencio, pero en nuestra memoria vivirá para siempre.

AQUELLOS MARAVILLOS­OS AÑOS (1) Con su hijo Manolo, fotografia­do por Slim Aarons, (2) en 1985. Con su segunda esposa, Isabel Preysler, y su hija Tamara, en los ochenta. (3) En su finca de Toledo.

Sobre Cristina Onassis: “Estaba enamorada de mí, pero no era un amor correspond­ido”

Carlos Falcó

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LAS MUJERES Y LOS HOMBRES DE SU VIDA (1)
El marqués de Griñón, fotografia­do en 2015 en el palacio El Rincón (Madrid) (2) con Esther Doña, su cuarta esposa, por Jonathan Becker. Su hija Xandra, responsabl­e (3) de la bodega, en 2011. Carlos Falcó, con su hermano Fernando, marqués de Cubas, (4) (5) en 2012. Con su hija Tamara. Con su primera esposa, Jeannine Girod, durante la boda de su hijo mayor, Manolo Falcó, con Amparo Corsini en 1999.
2 LAS MUJERES Y LOS HOMBRES DE SU VIDA (1) El marqués de Griñón, fotografia­do en 2015 en el palacio El Rincón (Madrid) (2) con Esther Doña, su cuarta esposa, por Jonathan Becker. Su hija Xandra, responsabl­e (3) de la bodega, en 2011. Carlos Falcó, con su hermano Fernando, marqués de Cubas, (4) (5) en 2012. Con su hija Tamara. Con su primera esposa, Jeannine Girod, durante la boda de su hijo mayor, Manolo Falcó, con Amparo Corsini en 1999.
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