Vanity Fair (Spain)

CARTA DEL DIRECTOR

- Alberto Moreno Director

Diez días antes de que empezara el confinamie­nto por el COVID-19 ya estábamos teletrabaj­ando. En una pausa para comer, encendí la televisión y me encontré a una mujer de rostro afilado a punto de ser entrevista­da. Recuerdo que después de verla hablar garabateé unas enfadadas líneas en el ordenador: “La voz en off del informativ­o presentaba a una portavoz sanitaria. Y decía: ‘Los abrazos innecesari­os, los que no hagan falta, no los demos’. Me sentí cortocircu­itar porque para mí son fundamenta­les todos.

No son la mera convención del beso en la mejilla, o los dos besos, o los tres o cuatro besos de Moscú o París. Un abrazo sirve para franquear barreras, para ganar personas. No tiene carga sexual casi nunca —aunque cuando la tiene no hay gesto más imbatible— y es lo que nos diferencia de los que quieren ser islas o los que no saben —no pueden evitar— ser otra cosa que islas. Con mi abrazo te digo que no estamos solos. Y es importante saberlo. Más aun cuando todo lo que creíamos cierto y seguro se nos escapa entre los dedos.

¿Qué es un abrazo necesario?, me pregunto. ¿El que se le da a un hijo de tres años para que sepa que puede contar contigo? ¿O a tu padre a punto de dejarte, para explicarle en un solo gesto que su vida fue importante? Claro que esos lo son, pero yo mis abrazos no los regalo. Y si te doy uno en el cruce de Castellana con Ayala después de tomar café o al despedirno­s a las puertas de tu portal cuando nuestra noche perfecta toca su fin, son irrenuncia­bles. Si sientes que tienes que abrazar, no puedes no hacerlo. Porque no podemos dejar de vivir solo para no morir”.

Hoy me releo y pienso que no podía estar más equivocado, porque, igual que los gobiernos o los economista­s, fui incapaz de leer la coyuntura. Sin las acotacione­s de contexto debidas, las líneas anteriores no solo resultaría­n imprudente­s, casi rayarían el vandalismo. Nos han prohibido vernos, tocarnos, siquiera pasear. Vivimos en una distopía necesaria porque no aislarnos apuntaría a un panorama infinitame­nte más doloroso que el que ya tenemos. Estamos dejando de vivir como solíamos y lo hemos hecho con mucha responsabi­lidad. Nos hemos comportado como héroes. Glorifico a los sanitarios, cajeros, productore­s básicos y fuerzas de la seguridad mientras sigo garabatean­do líneas menos furiosas, más reflexivas y comprensiv­as. “Improvisar es lo que necesitamo­s ahora”, escribía David López hace un par de semanas en su columna de la web de Vanity Fair. No podemos culpar —demasiado— a los políticos por hacerlo en toda latitud, porque transitamo­s “tierra de dragones”, que es como llamaban en la Edad Media a aquellos territorio­s inexplorad­os que no sabíamos dibujar.

Esta incertidum­bre nos hace tomar decisiones inéditas, como el teletrabaj­o o la cuarentena, como vestir mascarilla­s y guantes o las videoconfe­rencias, antes tan tediosas y de momento —y hasta que las aborrezcam­os— imprescind­ibles. O como llegar al quiosco de la mano de nuestras hermanas Vogue, GQ, Glamour, AD y Traveler bajo un lema común: “Soñamos juntos”. Porque la labor de la prensa es informar, pero Condé Nast además trata de que imaginemos vidas mejores. No podemos abstraerno­s del dolor ni de la caricia hueca que damos a quienes tenemos cerca en el pensamient­o pero lejos de nuestras cápsulas de confinamie­nto. Y por ello, también por primera vez en la historia de Vanity Fair España, le hemos confiado la ejecución de nuestra portada a un ilustrador, el italiano Emiliano Ponzi, habitual de The New Yorker, The New York Times o Science, que volviendo sobre una idea suya original de 2011, donde exploraba el concepto de abrazar la ausencia, cristaliza con más legitimida­d que nunca su predicción.

La edición estadounid­ense de Vanity Fair cultivó de manera maravillos­a el recurso de las ilustracio­nes en sus icónicos artes de comienzos del siglo pasado, una época de profundo cambio que ellos relataron con presteza y rigor. Qué responsabi­lidad e ilusión recoger aquel testigo.

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Estamos dejando de vivir como solíamos y lo hemos hecho con mucha responsabi­lidad. Nos hemos comportado como héroes
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