ADIÓS, CAMPEÓN
El empresario Alfonso Cortina tuvo una vida más anónima que la de su hermano Alberto, pero no menos azarosa. Recordamos su igura tras su muerte por coronavirus.
Hubo un día en el que Ana García Obregón se dio cuenta de la gran contradicción de su vida. “Todo por lo que he luchado me ha separado de él”. Esta fue la reflexión a la que llegó cuando su hijo, fruto de su relación con el conde italiano Alessandro Lequio, le comunicó que se marchaba a estudiar a Estados Unidos, entre otras cosas, para huir del “circo” que siempre rodeaba a su madre.
Las persecuciones de paparazzi y las preguntas de los reporteros fueron el hábitat natural de (Madrid,
Álex Lequio 1993). El pasado 13 de mayo el joven fallecía en el Instituto Oncológico Baselga de Barcelona a consecuencia de un cáncer. Un adiós discreto para una existencia que estuvo marcada por la presencia de las cámaras en cualquier acontecimiento relevante de su vida. Álex, sin embargo, nunca pareció acostumbrarse a ello. De pequeño, se hizo célebre por morder los micrófonos de los periodistas; de adolescente, rapeaba contra los medios que alguna vez lo asediaron. No se reconcilió con la profesión hasta hace dos años, cuando le diagnosticaron un cáncer. Desde entonces intentó usar cada aparición para ayudar a personas en su misma situación.
En 2011, cuando ya se había matriculado en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, su madre se instaló en Miami para estar cerca de él y lejos de la popularidad. “Le han robado la infancia con cada imagen capturada sin nuestro consentimiento”, se lamentaba Obregón en sus memorias. Álex regresó a España del brazo de su madre —“Sueño con que sea feliz”—, un expediente repleto de sobresalientes y un prometedor futuro como empresario, ahora truncado. “Mi hijo me ha dado una lección de vida”, ha repetido la actriz. Descanse en paz el niño que más se resistió a la fama.
Hace 25 años una carta bomba pudo sesgar la vida del financiero Alfonso Cortina Alcocer (Madrid, 1944-Toledo, 2020). El entonces presidente de la cementera Portland Valderribas, propiedad de su excuñada, Alicia Koplowitz, y de la hermana de esta, Esther, se había negado a pagar a
ETA un impuesto revolucionario de 100 millones de pesetas. La banda terrorista lo tenía entre sus objetivos. Afortunadamente, el artefacto nunca llegó a sus manos: fue desactivado a tiempo por la policía.
El empresario no corrió la misma suerte el pasado seis de abril. Desde hacía unos días se encontraba ingresado en un hospital de Toledo a causa del coronavirus. Aunque al principio no se temía por él, en pocas horas se precipitó la desgracia. La élite social y empresarial del país entró en shock al conocer la noticia. “Estaba lleno de vida, por eso nos ha sorprendido tanto su desaparición”, cuenta su amigo, el productor de cine
Pedro Pérez. Cortina fue enterrado con la sola presencia de sus dos hijos. Cortina,
Carlos de 35 años, trabaja en un fondo de capital riesgo en Londres; Felipe, de 37, dirige la marca de calcetines Jimmy Lion. Y su pandilla es tan mediática como en la de su padre: de
Alonso Aznar a Ortega. “Estoy triste de no haber Marta podido estar con su familia. Fue un gran amigo. Nos unían muchas cosas pero la principal era el amor a la música. Íbamos todos los años al festival de Pascua de Salzburgo. Y, por supuesto, a todas las óperas del Teatro Real, del que
los dos somos patronos”, me confiesa
Ruiz-Gallardón, exministro de Alberto
Justicia. Unos días antes de su muerte, Alfonso compartió mesa y mantel con
Falcó, también fallecido a causa Carlos del COVID-19. Alfonso y Carlos eran íntimos. Tanto, que el marqués de Griñón ayudó al empresario a convertir su bodega Pagos Villagarcía, ubicada en su finca de Retuerta del Bullaque, Ciudad Real, en toda una referencia vitivinícola. “La última vez que nos vimos para cenar fue a finales de enero con otros amigos. Recuerdo que trajo una botella de vino para compartirla. Lo solía hacer mucho”, relata el periodista .
Luis M aría Anson
Cortina contaba con una colección personal de más de 18.000 caldos. El vino blanco que producía era el favorito de su hermano menor, Cortina, mucho Alberto más popular que él, especialmente en la prensa rosa. Alcocer, exmarido de Alberto
Esther Koplowitz, era su primo hermano. Hijo de Cortina, el último ministro Pedro de Asuntos Exteriores de Franco, y de Alcocer, Alfonso se María Luisa de licenció en Ingeniería Industrial y alcanzó el culmen de su carrera cuando el que fuese presidente del Gobierno,
José Aznar, lo colocó al frente de la María petrolera Repsol. Se encargó de su privatización y de su internacionalización hasta su salida en 2004. “Era una persona de trato muy afable y afectuoso. Un profesional de una enorme competencia. Supo combinar el éxito empresarial con la creación de una magnífica familia”, nos contesta Aznar desde Marbella. Myriam Lapique, su esposa, hermana de la socialite Lapique, tampoco pudo
Cari asistir al adiós a su marido.
“No puedo imaginar a Myriam sin Alfonso. Estaban siempre juntos y hacían una pareja fantástica y divertidísima. Me acuerdo de cómo bailaban en mi 35º cumpleaños en una fiesta inspirada en Sexo en Nueva York”, rememora Ferrer. En
Fiona octubre cumplieron 40 años de matrimonio. Se casaron en 1979 en Marbella.
Alfonso poseía una colección de arte que repartía entre sus casas de Madrid, Ciudad Real, Mallorca o Gstaad, en Suiza, donde solía despedir el año con su familia y vecinos como los Botín. Hasta que se pueda celebrar un funeral, los suyos lo despiden alzando sus copas.
“Supo combinar el éxito empresarial con la creación de una magní ica familia” (José María Aznar)