PRIMOS MUY ECO
Se inició en la fotografía de niño gracias a su tío, el rey Juan Carlos. Una tormenta cuando viajaba con su abuela, la reina Ingrid, destrozó su cámara. Pasaron 25 años hasta que el príncipe Nicolás de Grecia compró otra. Ahora captura el magnetismo de la
Desde joven he estado involucrado en iniciativas y movimientos sociales. ¡Me meto en muchos líos!”, me confiesa Pepe Otaola (Madrid, 1987) Hornedo cuando intenta resumir su compromiso con las buenas causas. Este abogado, hijo de Pepe Otaola y Amanda Hornedo —propietarios de la finca Casasola del Monte, ubicada en Madrid y donde personalidades como George H. W. Bush, expresidente de Estados Unidos, acuden a cazar perdices—, formó parte desde los 19 años de la Asociación Bokatas, dedicada a las personas sin hogar. Una entrega que le valió en 2015 que la Fundación Filippa’s, de la familia alemana Wittgenstein —sí, a la que perteneció la princesa Corinna—, premiara su compromiso. “Conocí a los príncipes Alexander y Gabriella. ¡Fueron encantadores!”, desvela. Fue ese mismo año cuando Francisco Uría, su jefe en la consultora internacional KPMG, lo animó a seguir profundizando en su faceta altruista. Pepe dejó su trabajo como experto en regulación bancaria, se marchó a vivir a Palestina y montó la ONG Youth Wake Up para ayudar a los desfavorecidos de la zona: “No me interesaba la moda, pero un día me asombró leer que era la segunda industria más contaminante”.
Hace unos meses unió fuerzas con su primo segundo,
Nicolás Yllera Díaz (Málaga, 1985), hijo de de Bustamante la pintora ya fallecida Mauca Díaz de Bustamante y nieto de Carmen Gil de Reboleño, marquesa viuda de Herrera, amiga de artistas como Pablo Palazuelo o Manuel Vázquez Díaz. A diferencia de Otaola, a Nico hacía tiempo que le preocupaba la ética de la manufactura en el sector textil, ya que trabajaba como publicitario para cabeceras como Monocle y solía estar en contacto con las grandes firmas de lujo. “Me di cuenta de que moda y sostenibilidad no casaban, pero que quizá lo podíamos intentar desde abajo con una empresa más pequeña”, desvela. Así nació a principios de este año Rrroad, una marca de ropa cuya filosofía es “luchar contra el cambio climático”, de la que él es director creativo. “Hemos investigado qué material queríamos usar. Tenía que ser reciclado, pero también reciclable. Nos costó mucho tiempo encontrar las telas adecuadas”, cuenta Otaola, el CEO de la compañía, sobre el novedoso concepto de circularidad que proponen.
Rrroad ya ha seducido a su grupo de amigos de la jet set. De Javier Gómez-Acebo a Ana del Alcázar o sus otros primos, los Ussía. Este verano, el tradicional campeonato de bolos que Alfonso Ussía organiza en el Real Club Estrada de Comillas y en el que toda la familia se reúne servirá de pasarela para la nueva marca de Nico y Pepe.
El príncipe (Roma, Nicolás de Grecia y Dinamarca 1969) descubrió su amor por la fotografía en España cuando era un niño: “Mi tío, el rey Juan Carlos, tomaba retratos de la familia durante las vacaciones en Marivent. Utilizaba una cámara con teleobjetivo para capturar la naturalidad. Cuando revelaba las fotos y las enseñaba, nos sorprendíamos porque las había hecho sin que nos diéramos cuenta”, me comenta el hijo del rey Constantino de desde su residencia de Atenas.
Grecia
De adolescente, comenzó a disparar el objetivo para imitar al marido de su tía, la Sofía. Pero cuando en 1988, en un reina paseo en barcaza por Bangkok con su abuela, la
reina Ingrid de Dinamarca, su equipo quedó totalmente destrozado por una tormenta, el príncipe abandonó lo que pensaba que era un hobby juvenil para embarcarse en su carrera profesional.
Después de estudiar Relaciones Internacionales en la Universidad de Brown, fue teniente de los Royal Scots Dragoon Guards —regimiento de caballería del Ejército británico—, se mudó a Nueva York como productor de Fox News y volvió a Londres en 1995 para trabajar como banquero. Nada hacía predecir que iba a sentir de nuevo la tentación de fotografiar un tiempo después. Fue en 2011, contemplando un amanecer en Arizona (Estados Unidos) con su mujer,
la venezolana Blatnik,
Tatiana cuando volvió a sentir el deseo de capturar el momento. En aquella madrugada, su esposa, quien de adolescente fue inmortalizada por el fotógrafo
Beard, le planteó: “No Peter hagas fotos para complacer a nadie, solo fotografía lo que te encienda el corazón”.
En 2013, cuando una tormenta se acercaba al cielo de Atenas, el primo del subió al tejado
rey Felipe VI de su casa con su nuevo equipo para capturar la ferocidad de las nubes. “Al acabar, le conté a Tatiana: ‘Han sido los 30 minutos más increíbles de mi vida’. Ella alucinó: ‘¡Has estado arriba más de tres horas!’. Estás tan absorbido que sientes como si la naturaleza estuviera conectando con tu espíritu”, me confiesa el príncipe. “Es fantástico descubrir una pasión pasados los 40. ¡Es liberador!”, añade Nicolás, quien ha cumplido 50 años y lleva siete como fotógrafo.
El financiero tiene una fotografía Pedro Gómez de Baeza de seis metros realizada por el príncipe en la casa diseñada por de su finca olivera Philippe Starck de Ronda. Nicolás ama España. “Me encantaría captar con mi cámara la belleza de la costa verde, en Cantabria, o los Picos de Europa. No me gustan las ciudades. La naturaleza me da mucha paz”. De momento, se vuelca en Axion Hellas, una organización dedicada a la ayuda médica y al apoyo a la ecología en comunidades remotas de las islas griegas. Hace poco, durante una subasta benéfica, consiguió vender una de sus imágenes por 11.000 euros.
Como buen griego, Nicolás trata de tomarse con filosofía la cancelación de sus muestras en Doha y Chicago debido al coronavirus. Fue su abuela, la reina Federica, quien lo ayudó a calmar su ansiedad de pequeño buscando la luz. Cuando Cecilia, su adorada nanny, murió, la monarca juntó dos cerillas. “Me dijo que una era Cecilia y la otra Dios. Aprendí que la luz es una conexión con lo divino”, finaliza el príncipe, quien ahora la busca con sus fotografías.
Una fotografía suya ha sido subastada por 11.000 euros y el español Pedro Gómez de Baeza es uno de sus coleccionistas
Todo comenzó en 1870, hace 150 años. Torres, Familia siguiendo un linaje vitícola que data del siglo XVI (los primeros documentos de la familia como viticultores se remontan a 1559), fundó su bodega en Vilafranca del Penedès. Desde entonces, cinco generaciones de emprendedores han transmitido de padres a hijos la pasión por la cultura del vino y el esfuerzo por la innovación constante. El resultado: unos vinos y brandis de prestigio internacional. Hoy la bodega está presente en el Penedès, Conca de Barberà, Priorat y Costers del Segre. Posee viñedos y bodegas en La Rioja, Ribera del Duero, Rueda y Rías Baixas, así como en Chile y California. Es miembro de las Primum Familiae Vini, la asociación de 12 de las familias centenarias elaboradoras de vino más reconocidas en Europa. Nada de esto hubiera sido posible sin el afán de superación y la búsqueda de la excelencia de personalidades como la de (1941), perteneciente a la cuarta
Miguel A. Torres generación. Introdujo variedades francesas para elaborar vinos de renombre e inauguró el camino para descubrir y recuperar cepas desaparecidas. Inspirados por este deseo de experimentación, (1974) y
Miguel Torres Maczassek Mireia Torres (1969), la quinta generación, se han volcado en este Maczassek propósito. Elaboran vinos procedentes de viñedos singulares y rescatan variedades ancestrales catalanas, así como de otras regiones españolas y chilenas. Sus proyectos más recientes incluyen Mas de la Rosa (D.O.Q. Priorat) o Forcada (D.O. Penedès), el primer vino de la familia que recupera una variedad ancestral. El cambio climático y su impacto en las viñas es uno de los grandes desafíos que afronta el sector en la actualidad. Desde 2008, Familia Torres trabaja con denuedo para salvaguardar sus tierras y contribuir al cuidado del planeta, algo
que se ha convertido en toda una prioridad y un compromiso que ya se ha transformado en una de sus señas de identidad. Lo demuestran las 850 hectáreas de viñedo calificado como ecológico que poseen en Cataluña. La empresa reduce la huella de carbono de la bodega mediante el uso de energías renovables y la movilidad sostenible, entre otras tecnologías. La bodega principal de Familia Torres en Pacs del Penedès cubre el 25% de sus necesidades eléctricas con energía verde generada en sus propias instalaciones. La utilización de calderas de biomasa, alimentadas con cepas, raspones, sarmientos u orujos, ha permitido reducir el consumo de gas en un 95% y el de electricidad en un 10%. También disponen de instalaciones solares y fotovoltaicas en todas sus bodegas en España. En sus productos, han reducido el peso de las botellas hasta en un 22%, lo que contribuye a disminuir la emisión de CO2 tanto en la fabricación como en el transporte. En su lucha contra el vertido de esta sustancia al medioambiente, la familia apoya el desarrollo de tecnologías de captación y reutilización, en colaboración con universidades y empresas tecnológicas. Una apuesta medioambiental real, para que el futuro sea tan brillante y memorable como lo fue el pasado.