UN ARTE CONSCIENTE
Durante los últimos 30 años su obra ha estado ligada a la lucha contra el cambio climático. Hablamos con el artista danés-islandés Olafur Eliasson de su exposición retrospectiva en el Guggenheim de Bilbao, el famoso museo diseñado por su amigo Frank Gehry
Dos millones de personas se tumbaron en 2003 bajo un sol artificial en la sala de las turbinas de la Tate Modern de Londres como si estuvieran bronceándose en cualquier parque. Era la obra The Weather Project del danés-islandés Olafur (Copenhague, 1967), bautizado por Eliasson Vidarte, director del Guggenheim de Bilbao, como Juan Ignacio “el artista que expande los límites hasta donde otros artistas no habían llegado”. En la capital vizcaína, una retrospectiva de sus trabajos durante los últimos 30 años, En la vida real, ha estado en cuarentena por la crisis sanitaria, pero abrirá de nuevo al público el 1 de junio y se mantendrá hasta el próximo otoño.
La experiencia sensorial a la que acostumbra al visitante hace que sus instalaciones cobren vida. Que su obra esté en un museo diseñado por su amigo, el arquitecto Gehry, es un
Frank honor, pues el Guggenheim gira en torno a la deconstrucción del espacio para la creación de nuevos lugares. “Es el arte de hacer visible lo invisible”, dice Eliasson.
Hijo de un artista y chef y de una costurera, la naturaleza forma parte de su entorno desde la infancia. Por eso, es imposible desligar sus creaciones de su labor como activista medioambiental. Entre 1998 y 2001 tiñó las aguas de seis ciudades de color verde sin previo aviso. La actuación formaba parte del proyecto Green River. Este pigmento inocuo generó un gran revuelo. “Mucha gente no es consciente de su entorno y requiere un impacto para que vuelvan a conectarse a él”, explica Eliasson. Su preocupación es que “todos conocemos la problemática del cambio climático pero siempre se presenta envuelta en números y datos que hacen muy fácil que nos alejemos de nuestra responsabilidad”.
Una de sus obras más impactantes en Bilbao es Cascada, un andamiaje de 11 metros de altura que sirve para llamar la atención sobre el agua sacándola de su contexto habitual. Es hora de mojarse.