ROYAL IS the NEW GREEN
Pertenecen a las familias reales más importantes del mundo y usan su poder para luchar contra el cambio climático y proteger la naturaleza. EDUARDO VERBO recopila las hazañas de reyes, reinas, príncipes y princesas para preservar el medioambiente.
Bernardo de Holanda Príncipe y padre de la reina Beatriz de Holanda
Puede que el abuelo del rey Guillermo de Holanda simpatizara con Hitler —cuando falleció a los 93 años en 2004, la prensa destacó su presunto paso por el partido nazi—, pero con Franco no llegó a hacer buenas migas. En los sesenta, cuando le contaron los planes del dictador para secar las marismas de la región de Huelva, el esposo de la reina Juliana y padre de la emérita Beatriz le escribió en defensa del coto de Doñana. Bernardo, presidente de la ONG ecologista WWF de 1962 a 1976, frenó las intenciones del general y donó fondos para proteger su flora y fauna. Años más tarde, Doñana fue declarado Parque Nacional. El príncipe era un enamorado de África —en especial, del parque Mkhaya de Suazilandia— y entre sus preocupaciones estaba la conservación del rinoceronte. Tenía una contradicción: cazaba jabalíes.
Carlos de Inglaterra Heredero al trono británico
“Es mejor trabajar con la naturaleza que contra ella”. Highgrove, la casa de campo del hijo de la reina Isabel de Inglaterra en el condado de Gloucestershire, refleja su filosofía de vida. Allí produce miel, cría ganado y gallinas y cultiva frutas y verduras sin ningún tipo de fertilizante químico. Luego, comercializa los productos a través de su marca eco: Duchy Originals. En este retiro del siglo XVIII, rodeado de flores silvestres, todo es sostenible. Al igual que en Clarence House, su residencia oficial en Londres, donde la energía procede d e paneles solares. La alianza del príncipe Carlos con el medioambiente no se limita a lo doméstico: el heredero al trono ha abrazado muchas campañas para preservar selvas, bosques y océanos. Hace un tiempo le gustaba cazar. Su especialidad: abatir zorros.
Kate Middleton Duquesa de Cambridge
Desde que se casó con el príncipe Guillermo en 2011, Kate Middleton se ha entregado a la lucha contra el cambio climático de una manera particular: ha participado en al menos ocho ceremonias de plantación de árboles —eso sí, con tacones y tailleur— y ha hecho de su armario una herramienta para concienciar. En la última edición de los premios Bafta recicló un vestido para alertar a la industria de la moda. Con tales gestos ha logrado incluso conquistar a la asociación animalista PETA, que en el pasado la criticó por usar guantes de piel y que en enero de este año, con motivo de su 38º cumpleaños, le regaló un bolso hecho con piel de manzana. Durante los últimos meses, Kate se ha involucrado en la creación del premio Earthshot, “el Nobel de la ecología”, con el que a partir del año que viene los duques de Cambridge galardonarán iniciativas medioambientales. En cuanto puede, la familia se escapa a su casa de campo en el condado de Norfolk, donde han usado a los árboles como escudos de su privacidad: han plantado numerosas coníferas alrededor de Anmer Hall para evitar miradas indiscretas.