Pedro Sánchez tuvo enfermos a la vez a su esposa, Begoña Gómez, a su madre, a su padre, a un guardaespaldas y a parte del equipo médico que lo atiende. Por no hablar de los miembros de su Gobierno contagiados o del empleado de Moncloa que falleció en abril por coronavirus. ¿Con qué ánimo se enfrenta el presidente de un país a la peor crisis del último siglo en esas condiciones personales? No lo sabemos. Como sus ministros, tampoco el líder del PSOE ha querido explicar cómo resiste estos d ías, algo que sería muy interesante teniendo en cuenta que viene de una etapa absolutamente agotadora: en cuatro años ha sido defenestrado de su partido, ha sido elegido secretario general del mismo, ha encabezado y ganado una moción de censura y ha hecho campaña para tres elecciones generales.
Quizá por todo eso prefiere vivir pertrechado. En la Moncloa, donde un tercio del terreno son cercas, vallas y espacios dedicados a la seguridad, también lo blindan sus empleados. Iván Redondo, su asesor más cercano, y el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, se encargan de proteger su imagen y algo tienen que ver en el hecho de que el presidente no hable de cuestiones personales como sí ha hecho Margarita Robles, que ha reconocido públicamente haber llorado más de una noche al regresar a su casa. “Tener a su familia