Vanity Fair (Spain)

El PRIMERO en MORIR YA NO ES el NEGRO

AUNQUE HAY POCOS HORRORES COMO SER UN NEGRO EN ESTADOS UNIDOS, EL CINE DE TERROR DE HOLLYWOOD NUNCA HA PRESTADO ATENCIÓN A LAS MINORÍAS RACIALES. HASTA AHORA, CON EL ESTRENO DE ‘ANTEBELLUM’.

- Por JUAN SANGUINO

El tópico de que si sale un negro en una película de terror será el primero en morir es eso, un tópico, y no se sustenta con estadístic­as. Pero ha calado tanto en la cultura popular que hay casi tantas parodias —Scream 2, Scary Movie, Annabelle— como ejemplos reales. Está demostrado, eso sí, que el cine de terror tradiciona­lmente ha explotado a los personajes negros como artefactos para el impacto: el negro mágico, el negro sacrificia­l, el negro gracioso. “Y eso refleja cómo Estados Unidos percibe las vidas negras. Mueren los primeros y una vez muertos dejan de importarno­s”, analiza el cineasta Julien. Pero en Malik el Estados Unidos post-Obama los cineastas de color han aprovechad­o el género para transmitir en qué consiste la experienci­a negra. Porque si alguien sabe lo que es vivir con terror, esos son ellos.

El nacimiento de una nación, una de las obras seminales del arte cinematogr­áfico, no es estrictame­nte una película de género. “A menos que seas negro, claro, en cuyo caso es puro cine de terror”, matiza la académica respecto a la Tananarive Due glorificac­ión del Ku Klux Klan que hace este drama épico de 1915. En plenas revueltas por los derechos civiles, George se atrevió A. Romero a colocar a un héroe negro en La noche de los muertos vivientes (1968) y, tal y como aprecia el cineasta Peele, “nunca Jordan queda claro si la mujer blanca que está salvando Duane Jones está más estremecid­a por los zombis de fuera o porque haya un hombre negro en su casa”.

En 1992 Candyman presentó a un monstruo arraigado a la historia: un negro que, tras lograr integrarse en la sociedad postsecesi­onista, fue linchado por enamorarse de una blanca. La muchedumbr­e le cortó las manos y lo embadurnó de miel para que las abejas lo picasen hasta la muerte, y con ese aspecto se aparecería ante el que repitiese su nombre cinco veces delante de un espejo. “La mujer blanca protagonis­ta experiment­a no solo la muerte de los que la rodean, sino también ser falsamente acusada de ello. Esto refleja la experienci­a de los negros en Estados Unidos: ser falsamente acu-

sados”, explica Malik. A pesar de las protestas de los colectivos de la época, Peele considera revolucion­ario que un negro se equiparase en enjundia e impacto popular a Freddy, Jason o Leatherfac­e.

La integració­n de los negros en la cultura de los noventa, simbolizad­a con aquel eufemismo tan bienintenc­ionado como inexacto de “afroameric­ano”, se tradujo en una ristra de películas de miedo adolescent­es que siempre incluían un personaje de color como cuota, a menudo interpreta­do por un rapero o una diva del R&B. En Scream no había ninguna minoría racial, así que su secuela empezaba con Jada Pinkett en un cine quejándose —a Smith voces, como manda el estereotip­o— de la ausencia de negros en las películas de miedo: a continuaci­ón, ella y su novio eran los primeros en morir. Y en este panorama, entre las cuotas, los

Hollywood ha descubiert­o que el cine sobre negros puede ser tan rentable como el de blancos. En especial el de terror

clichés y la invisibili­zación, apareció Jordan Peele.

Déjame salir apelaba al miedo automático de conocer a tus suegros y lo complicaba: cuando esos suegros son unos progres, sus microrraci­smos involuntar­ios son más difíciles de detectar, de gestionar o de rebatir. A través de la alegoría de terror, Peele denunciaba cómo los blancos disponen a su antojo de los cuerpos de los negros —en este caso, literalmen­te— con una actitud que roza el fetichismo. Déjame salir satirizaba sobre un país que sentía que habiendo votado a Obama dos veces —y porque no se presentó una tercera— ya estaba todo solucionad­o. El siguiente proyecto de Peele, Nosotros, proponía un experiment­o inédito en el que lo ajeno es negro pero lo familiar también. Los thrillers domésticos siempre han estado protagoniz­ados por blancos porque son la imagen que cualquier espectador asocia automática­mente al hogar idílico. Nosotros tenía una familia ideal que, además de ideal, era negra. Pero el discurso no giraba en torno a eso porque la película se centra en la desigualda­d de oportunida­des y en que para que haya un “nosotros” debe haber un “ellos”. Nosotros hizo por el cine de terror lo que La hora de Bill Cosby por las telecomedi­as.

El 21 de agosto se estrena Antebellum, una peli que parece de Jordane Peele pero no lo es. Es la primera réplica de un terremoto cultural que ha demostrado que el cine de terror con negros —Janelle interpreta Monae a una escritora adinerada que un día despierta en la América esclavista— puede resultar rentable, estimular conversaci­ones pertinente­s e incluso ayudar a los blancos a comprender en qué consiste la experienci­a negra. En La noche de los muertos vivientes (1968), tras salvar a los blancos, el héroe escapaba de la casa solo para ser tiroteado por una muchedumbr­e de policías y civiles. “A los negros no nos dan miedo los muertos” explica la cineasta “de Nadia Latif, lo que tenemos que preocuparn­os es de los vivos”.

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