VUELVE LA DIVA
Hay ciertas cosas que distinguen a una diva de la ópera del resto de la humanidad. Para entender que (Kansas, 1969) pertenece a Joyce DiDonato ese selecto grupo, basta con verla en escena. Allí despliega el mismo carisma vestida de Vivienne Westwood para interpretar a la seductora maga Alcina de Händel o como la monja de Dead Man Walking, versión operística de la historia que Susan Sarandon interpretó en el cine. Y eso no está al alcance de cualquiera. Pero lo más asombroso es que ni por asomo se nota que detrás hay mucho trabajo. Todo en ella parece brotar sin esfuerzo, aunque sepamos que no es así. Otro de sus logros es haber puesto de acuerdo a los aficionados más exquisitos y a un público popular. La prueba: los tres Grammy que atesoran sus discos. No tan difundida es su faceta como activista —así le gusta denominarse—, donde colabora en iniciativas para aliviar la situación de los presos o de los niños refugiados. Porque hoy hasta las grandes divas se mojan.
Menos conocido es que desde 2015 vive en Barcelona. Quizá por eso últimamente se ha prodigado en nuestros escenarios, aunque, como asegura, “el español no es un público fácil: tienes que ganarte el aplauso”. Pronosticamos muchos aplausos en sus actuaciones para el Festival de Verano de El Escorial y el Festival Internacional de Santander —6 y 8 de agosto, respectivamente—, junto a la pianista Carrie-Ann Matheson. Después volverá con una selección de arias barrocas en el Palau de Les Arts de Valencia —13 de diciembre— y la gira del disco Songplay en Oviedo, Barcelona y el Teatro Real de Madrid —enero de 2021—. Si aún no lo han escuchado en vivo, es la ocasión de remediarlo: lo entenderán todo de inmediato.