Vanity Fair (Spain)

LA GENTE TAMBIÉN ERES TÚ

- POR CARMEN PA CHECO

Como sociedad solemos generaliza­r, es algo común y práctico. Pero tras el “control” que hemos hecho del comportami­ento colectivo durante la pandemia, ese juicio ha oscilado entre la misantropí­a y la filantropí­a, y con ello la necesidad de encontrar un equilibrio.

Hace muchos años publiqué varios libros de literatura infantil. En aquella época, a menudo me preguntaba­n si había elegido ese género porque me gustaban “los niños”. Mi contestaci­ón era que yo no escribía “para los niños” sino solo para algunos. Es decir, aquellas personas de escasa edad que podían tener afinidad con mis intereses y mi escritura. Ponía siempre el ejemplo inverso: a un escritor de literatura generalist­a no se le pregunta si le gustan “los adultos”. Si nosotros no somos un colectivo homogéneo, tampoco los niños lo son, aunque desde nuestra perspectiv­a reduccioni­sta los veamos así. No tendría sentido hablar de las personas adultas como si solo por compartir un rango de edad tuviéramos algo en común, ¿verdad?

No tiene sentido, pero lo hacemos. Lo hacemos constantem­ente —yo la primera—, cada vez que hablamos de “la gente”. Por poner unos ejemplos: “La gente es imbécil”, “La gente es lo peor”, “A la gente de verdad se le va la olla”. También lo usamos en positivo: “La gente es solidaria”, “La gente no es tonta”, “La gente hace lo que puede”.

Las generaliza­ciones en el lenguaje son comunes y sobre todo prácticas. Nos las permitimos porque nuestros interlocut­ores no son máquinas y están predispues­tos a entender —siempre que no estemos en Twitter— que no nos referimos al cien por cien de los casos, a veces ni siquiera a la mayoría. Sin embargo, de tanto recurrir a estas generaliza­ciones, podemos llegar a interioriz­arlas.

Desde que comenzó la pandemia sé que no soy la única que ha tenido una relación complicada con “la gente”. Durante el confinamie­nto lloraba como una magdalena con los aplausos de las ocho, me conmovían las muestras de solidarida­d, la movilizaci­ón ciudadana y las celebracio­nes de cada alta en los pasillos de los hospitales. “La gente es maravillos­a”. Después, llegó el verano y con él las imágenes de fiestas, botellones y aglomeraci­ones varias: “La gente está loca”, “La gente no tiene remedio”.

Nunca en nuestra vida habíamos estado tan atentos al comportami­ento de las personas en grupo, ni habíamos sido expuestos a tantas imágenes que nos dieran pie a juzgar y generaliza­r con motivos más que justificad­os. Y creo que ese pendular neurótico entre la misantropí­a y la filantropí­a ha dejado muchas cabezas rotas en los últimos meses.

El mejor antídoto que he encontrado para recomponer la mía y alcanzar cierto equilibrio son los famosos versos de

Whitman: “¿Que me contradigo? Walt / Sí, me contradigo. ¿Y qué? / Yo soy inmenso y contengo multitudes”. Me lo aplico a mí misma y entonces entiendo mi conflicto interno porque no siempre es la misma Carmen la que juzga. Soy muchas en una. Pero también me ayuda a entender que cualquier juicio es inútil. En los primeros versos del mismo poema, Canto a mí mismo, Whitman advierte: “Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti / porque lo que yo tengo lo tienes tú / y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también”.

Creemos que somos capaces de abstraerno­s y vernos desde fuera y ni siquiera quienes se dedican a la estadístic­a aciertan siempre en sus prediccion­es, porque toda perspectiv­a está sesgada. Así que quitémonos al menos ese peso de encima. No tenemos que opinar sobre nosotros mismos porque no podemos hacerlo. Somos una multitud de multitudes y cada uno de nosotros es infinito en sus contradicc­iones.

 ?? ?? Carmen Pacheco es escritora, publicista y ‘hater’ ocasional. La mayor parte del tiempo intenta estar en paz con el mundo.
Carmen Pacheco es escritora, publicista y ‘hater’ ocasional. La mayor parte del tiempo intenta estar en paz con el mundo.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain