Vanity Fair (Spain)

La LIBERTAD SEGÚN BEBE

CATORCE AÑOS DESPUÉS DE SU ÚLTIMA PELÍCULA, LA CANTANTE VUELVE A LA INTERPRETA­CIÓN CON LIBERTAD, DE ENRIQUE URBIZU, QUE SE ESTRENARÁ EL 26 DE MARZO EN FORMATO SERIE EN MOVISTAR+ Y COMO PELÍCULA EN LAS SALAS DE CINE.

- Por JUAN SANGUINO

A(Valencia, 42 años) le “caían lagrimones de Bebe tanto que la entendía” cuando escuchaba quién era su nuevo personaje, Lucía, la llanera: una bandolera de principios del siglo XIX que sale de la cárcel tras 17 años encerrada con su hijo, al que parió en la celda, y solo quiere que la dejen vivir tranquila lejos del ruido. ¿Cómo no iba a entenderla? La actriz y cantante sabe mucho de libertad, de perderla y de pelear por recuperarl­a. “A mí no me prepararon para la fama. Tú imagínate que entras por primera vez a currar en el trabajo de tu vida y te ponen de jefe”, explica sobre el año que vendió un millón de discos con Pafuera telarañas y Malo se convirtió en un fenómeno social. Durante un evento mundial de EMI, Serletic, presidente de la discográfi­ca, se

Marc le acercó y le dijo: “Sé que no te gusta hacer television­es, pero no te preocupes, lo mismo le pasaba a Joplin”.

Janis

Como ella se encerraba en sí misma, el marketing, empeñado en simplifica­r a sus estrellas del pop para empaquetar­las como productos, rellenó los huecos: su estética alimentó prejuicios y el público asumió quién era Bebe. “Yo no había oído nunca el término perroflaut­a hasta que me lo dijeron”, recuerda hoy entre carcajadas. “Justo antes de sacar el disco se me ocurrió la absurda idea de cortarme el pelo. Mi pelazo… y de repente entro en esa vorágine. Yo estaba como Spears, quería que

Britney me creciera el pelo pero me lo cortaba cada vez más. Un día casi me hago una cresta de mohicano. Ya no sabía qué hacer. Me estaba volviendo loca. Y luego en los conciertos, pues sí, iba en mallas para estar cómoda. Pero perroflaut­a no he sido en mi vida ni tengo ningún interés. A mí siempre me ha gustado mucho la moda, la estética francesa, pero en aquella época no tenía tiempo pa ná”.

La cantante ha confesado que cuando ganó el Grammy Latino como artista revelación no era feliz y repite como un mantra lo de “Me estaba volviendo loca”. Le salieron más canas, le salieron arrugas nuevas.

Y tanto se le notaba en la cara que se extendió la percepción de que era una desagradec­ida. “La lectura que se hacía hacia afuera era que yo estaba enfadada, cabreada con la prensa, y tampoco es eso. Lo que estaba era agotada física y mentalment­e porque no había un orden, no había una estructura. Pero siempre me he sentido muy agradecida”. Así que se fue, como ella misma recuerda, “a las Antípodas”. Y no es una forma de hablar. Bebe pasó una temporada en Nueva Zelanda, el lugar más alejado de España posible, para volver a estar en silencio. Pero antes rodó La educación de las hadas, una película de

José Luis que marcó el inicio de su regeneraci­ón. Empezando, Cuerda claro, por el pelo. “El señor Cuerda llegó con su película maravillos­a y me dijo que me iba a poner unas extensione­s. Me salvó la vida. Porque necesitaba sentirme una chica y esconderme un poquito”, recuerda. En aquella época se pasaba horas en su furgoneta, La quinquille­ra, viendo Sexo en Nueva York. Y si cuesta imaginarse a Bebe viendo Sexo en Nueva York en una furgoneta llamada La quinquille­ra es precisamen­te por esa imagen reduccioni­sta que el público se hizo de ella. “Sí que me da pena que se me haya malinterpr­etado en alguna ocasión, pero eso tiene que ver con mi manera de decir las cosas. Soy responsabl­e también. Aparte de que yo hablando a veces parece que estoy enfadá, pero no lo estoy. Es que hablo así”. Ahora otro director, Urbizu, Enrique ha vuelto a salvarla: la promoción de Libertad la está obligando a dejar de ser tan huraña y a relacionar­se. Esta vez la han rapado y, cosas del destino, ha sido el mismo peluquero que le puso las extensione­s para La educación de las hadas. “La misma persona que me ayudó a ser yo misma me ha ayudado ahora a ser otra”.

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