Vanity Fair (Spain)

MERECE LA PENA COMPROMETE­RSE?

Pregunté en una charla aparenteme­nte insustanci­al. “¿Para qué casarse si ya estás bien?”, insistí. “No te casas tan solo por ella, también lo haces por ti. Es un símbolo. El símbolo de tu compromiso”. Una respuesta que jamás olvidaría.

- POR JESÚS TERRÉS

Todavía recuerdo la conversaci­ón que tuve con el director de esta revista. Fue una de esas charlas aparenteme­nte insustanci­ales, el año no lo tengo claro del todo, quizá sería otoño de 2016, pero sí recuerdo que estábamos sentaditos — como casi siempre en aquella época, en el sofá bajo la escalera del Milford. Juan Bravo, siete. Hablábamos de todo y de nada, relatos chicos de vidas a punto de dar un vuelco, no hacía tanto que yo había conocido a la que hoy es mi mujer, sobre la mesa un par de gin- tonics bajitos de ginebra y con mucho hielo, la tarde ya se dirigía sin permiso hacia el añil del cielo. Nunca Madrid es tan Madrid como en septiembre porque sí, acabo de caer, todavía quedaban restos del tostado del verano que ya no era sobre mis brazos. Somos náufragos del verano que nos abandona cada otoño.

A punto de caer la noche le pregunté sin ambages: “¿Merece la pena compromete­rse?”. Él se casaba pronto y yo, la verdad, nunca pensé mucho en nupcias. Esas cosas siempre eran para otros, pero un runrún —nuevo, luminoso, huidizo— sí sentía aquí dentro. “¿Para qué casarse si ya estás bien? Si tan solo son cuatro papeles”. No caviló mucho la respuesta. “No te casas tan solo por ella, también lo haces por ti, es como el candado con el que cierras la maleta cuando viajas. Es un símbolo. El símbolo de tu compromiso”. Aquel día seguimos a lo nuestro (vivir furiosamen­te) pero aquellas palabras se hicieron anchas en los días que vendrían, como las ideas que inoculan en la memoria de los protagonis­tas de Inception, la película de Christophe­r Nolan con Leonardo DiCaprio, Marion Cotillard y Cillian Murphy. No podía pensar en otra cosa. El símbolo del compromiso con la vida que quería tener, con ese hogar portátil que es la persona que amas, con el camino que quería (eso lo tenía claro) andar. En el fondo se trataba de firmar con tinta ese anhelo. No es por los demás. Es por mí.

El compromiso llegó tan solo pasados unos meses ya con la primavera cubriendo de buganvilla­s las terrazas, en una playa de nadie en el norte de Mallorca, no muy lejos de la bahía de Pollença. Una cala donde los pinos besan el agua, mar de poetas, en el horizonte nada más que un turquesa imposible, gaviotas flotando sin prisa a tres pasos de la orilla. Nunca lo imaginé: aquel candado no me apresó, todo lo contrario, me hizo sentir más libre que nunca. Al fin ya sabía qué patria defender, por qué pelear, dónde refugiarme cuando llegaran los días grises. Llegaron los días grises —es imposible lo contrario— y aquel amor fue mi refugio. Nos casamos tan solo un año después. Ahora sé que compromete­rte es apostar, ahora sé que la vida solo merece la pena ser vivida cuando decides no guardarte nada. El credo de mis conviccion­es, desde entonces, crece un poquito cada día. La bondad de un animal, los amigos de verdad (si lo piensas, son poquísimos), el café de cada mañana, la poesía de Carlos Marzal, los ratitos con mi madre frente a la chimenea, andar ligero, una botella de vino blanco frente al mar, la belleza del mundo. Ser fiel a mí mismo. Escuchar con el corazón. No es por los demás. Es por mí.

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 ?? ?? COMPAÑERAS DE VUELO Las gaviotas, aunque no están siempre junto a su pareja, son aves monógamas.
COMPAÑERAS DE VUELO Las gaviotas, aunque no están siempre junto a su pareja, son aves monógamas.

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