Santidad y ciencia en la ciudad de Ujjain
Ujjain es una de las siete ciudades sagradas de la India y uno de los cuatro lugares donde se celebra el Kumbh Mela. Estas multitudinarias peregrinaciones se celebran en los cuatro lugares donde cayeron unas gotas del néctar de los dioses. Pero al lado de tanta divinidad, de tanta santidad, también hay muchas otras cosas, no en el lado de la religión sino en el de la ciencia. Ujjain está atravesada por el meridiano que ha definido, históricamente, la hora en la India. Un recuerdo de esa historia es que ahora la hora oficial de este país es GMT + 5:30, saltándose la convención de la mayoría de los países del mundo, que cambian de hora en hora respecto al meridiano de Greenwich. También se encuentra prácticamente sobre el Trópico de Cáncer, por lo que es un lugar muy apropiado para observaciones astronómicas. En la primera mitad del siglo XVIII, el rajá Jai Singh II hizo construir allí, a orillas del río Shipra, un pequeño observatorio, el quinto de la serie que incluye Delhi, Jaipur, Benarés y Mathura, aunque este último ha sido destruido. Allí, alineadas, hay 34 grutas artificiales, algo similar a Ajanta. Pero ahí en medio está la excepción: el templo Kailasanatha, una de las glorias de la arquitectura –aunque tal vez sería mejor decir de la escultura– de toda la historia de la humanidad. Si el resto de los templos de Ellora y todos los de Ajanta son cuevas en las que se han reproducido los elementos del interior de los edificios al tallar la roca, en el Kailasanatha la proeza ha sido infinitamente mayor. Al llegar puede parecer que es un templo como otros que hay en la India, solo que este no ha sido construido sino tallado. Durante generaciones los obreros tallaron la montaña con un plan muy preciso. Las esculturas, los obeliscos, cualquier elemento exento que en otros lugares ha sido colocado en cualquier momento, aquí ha sido tallado de la roca madre porque alguien lo concibió así. Y nadie pudo cometer ningún error. Ahora, más de trece siglos después de que se consagrara este templo que representa el monte Kailash, la morada de Shiva en el Himalaya, se recorre con una sensación de asombro e incredulidad. Hay estatuas de elefantes de tamaño natural, paneles que representan escenas del Ramayana y el Mahabharata. Hay uno en el que aparece el demonio Ravana zarandeando al monte Kailash, y al verlo sientes que te enfrentas a un mundo extraño, del que apenas puedes entender algo. Pero, como decía el místico Vivekananda, no hay que intentar comprender el mundo sino contentarnos con maravillarnos ante lo que encontramos.