VOGUE (Spain)

Bob Dylan: la moda en una canción

Las letras del cantautor, también dejaron un pequeño espacio para la ¿Qué canta este icono estético sobre las tendencias?

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ob Dylan, flamante nuevo Premio Nobel de Literatura, se burló del mundo de la moda. Es una teoría, al menos. Hay que remontarse a 1966 y su (enorme) álbum Blonde on Blonde, en el que aparece la canción Leopard-Skin Pill-Box Hat, uno de sus clásicos ejercicios de blues eléctrico. En su letra, el cantautor parece ridiculiza­r a una chica que compartió sábanas con él pero ya no. Quién sabe si compartier­on trocitos de corazón incluso. Y lo hace porque habla de que ella se ha comprado un nuevo sombrero. El pill-box hat es un pequeño tocado que se puso de moda entre la sociedad americana en los años sesenta; visualicen, por ejemplo, los que lucía Jackie Kennedy a juego con sus vestidos. Es justo ese.

Pues bien, ese nuevo sombrero de su antigua chica tiene un estampado de leopardo. Ese es el juego: cómo un complement­o refinado y que inspira sofisticac­ión se convierte en vulgar cambiándol­e la piel. A criterio de Dylan, claro. Se convierte en vulgar porque ella ha decidido llevarlo así. Y ocurre que, además, en 1966 el punto álgido de la tendencia ya había pasado. Ella lleva un sombrero vulgar y pasado de moda. Ella es una víctima de la moda. Ella ya no es la mujer que él conoció. «Te he visto con tu nuevo novio, se podría decir que te quiere por tu dinero pero no, te quiere por tu nuevo sombrero de leopardo», dice la letra. Puro despecho, claro... ¡pero es que además explica tan bien muchos procesos de este universo fashion! Es un resumen perfecto de cómo la moda marca lo que transmitim­os, de cómo un estampado puede significar tantas cosas.

La anécdota sorprende si tenemos en cuenta que Dylan –además de influir, ahí está el premio, en universos ajenos al suyo como la Literatura– se convirtió con el paso del tiempo en un auténtico icono de moda. Nunca lo buscó, probableme­nte, pero la música ejerce ese poder sobre la industria: influye porque todas las tribus urbanas se definen, sobre todo, gracias a su ropa. La calle es la moda y no al revés. Ahí está el Bob Dylan de sus años acústicos, con camisas de ante, tacón cubano y gafas Wayfarer negras; el Dylan eléctrico, con camisas de lunares, pantalones pitillo y botas Chelsea; o el cantautor de los 70, con sombreros de cowboy y camisas de franela. El diseñador John Varvatos le dedicó una colección entera en 2015, y no es extraño intuirle en las propuestas estilizada­s de Hedi Slimane o en el marcado carácter folk americano de Ralph Lauren. Bob Dylan es tan nuestro, tan del mundo de la moda quiero decir, como James Dean o Audrey Hepburn. Es un lugar común, confortabl­e, inspirador.

Y, por cierto, esa chica del sombrero raro, según apunta otra de las teorías sobre la canción, era Edie Sedgwick, musa de la factoría de Andy Warhol, mujer fatal de lunar junto a la boca y brazos de alambre que nunca acababan. También musa, cerrando el círculo, del lado más salvaje de la juventud que siempre ha inspirado todo esto de hacer ropa. En muchas de sus imágenes luce sombrero, normalment­e boina de niño malo tipo Oliver Twist, con gafas encima como un aviador. En otras, una pamela alocada. Pero un pequeño tocado, no. Ni siquiera de leopardo. Pero se supone que las canciones de amor nunca hablan de ninguna mujer en concreto, ¿no?

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