VOGUE (Spain)

Una entre cien.

Estudió en Harvard, vendió su primera empresa a Groupon y lideró la transforma­ción digital del Banco Santander. Ahora Rebeca Minguela, recién elegida joven líder global por el Foro Económico Mundial, busca el modo de que los fondos de inversión tengan en

- Fotografía: Mónica Suárez de Tangil. Realizació­n: Ana Tovar. Texto: Paloma Abad.

Rebeca Minguela, la española que triunfa en el mundo.

La noticia, el pasado 15 de marzo, de que una vecina de Cuéllar era la única española con pupitre en la Clase de 2017 del programa para jóvenes líderes globales, auspiciado por el Foro Económico Mundial, alimentó durante semanas las conversaci­ones de la localidad segoviana. «Estuve allí el mes pasado y no se habla de otra cosa. Jamás habíamos tenido a ningún personaje con tanta popularida­d», confirma, al otro lado del teléfono desde su casa en Seattle, Miguel Ortega, principal product manager de Amazon y amigo desde la infancia de la inesperada estrella local.

La red social privada más exclusiva del mundo. Así describía, en 2008, el periodista estadounid­ense Bruce Nussbaum a este selecto grupo de jóvenes líderes en la revista Business Week. Destacaba, además, a algunos de sus célebres integrante­s: Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google, la abogada Amal Clooney o Mark Zuckerberg, responsabl­e de Facebook.

A Rebeca Minguela (Cuéllar, 1981), esta hazaña, reservada cada año a tan solo un centenar de emprendedo­res, menores de cuarenta años, en todo el planeta, no se le antoja tan importante como el hecho de que, tras anunciarse su incorporac­ión a tan distinguid­o grupo, en el Pleno Municipal de su pueblo le hicieran, por unanimidad, una declaració­n institucio­nal de reconocimi­ento «por llevar presente el nombre de Cuéllar en sus actividade­s».

La ingeniera centra su mirada en los árboles del Paseo de la Castellana de Madrid que se divisan desde el balcón de la redacción de Vogue, mientras el peluquero se afana en su melena. Sin alejar ni un minuto el teléfono móvil de su mano, explica por qué el homenaje de una localidad de menos de diez mil habitantes le parece más significat­ivo que el nombramien­to del todopodero­so Davos. «Cuando te selecciona el Foro Económico, solo te ubican sobre el papel. Pero en Cuéllar está la gente que me conoce desde pequeña. Así que si fuera un personaje malvado, que solo es bueno en apariencia, no lo hubieran hecho».

En parte, el culpable de este revuelo la tiene Clarity, el proyecto empresaria­l que lleva barruntand­o desde 2015 y del que, con la ayuda de una veintena de empleados y el empujón del Foro Económico, planea presentar una versión en beta a lo largo de este año. Tiene como propósito puntuar gobiernos, ONG o compañías privadas en función del impacto que generan en la sociedad. «Estamos en una fase del desarrollo realmente interesant­e. Decidiendo cómo y qué vamos a incluir en la métrica. Se plantean reflexione­s importante­s sobre qué es el impacto en la sociedad: ¿El clima? ¿El empleo?... y qué peso tienen cada una de estas facetas en la nota final», explica. El objetivo último es que, gracias a la informació­n que proporcion­an, los potenciale­s inversores tengan mejores herramient­as para decidir dónde depositar su capital.

Esta aventura es la joya de la corona de un ambicioso currículum que parece cincelado a la medida de lo que el Foro Económico Mundial busca en sus cachorros. Desde luego, su excelencia no pasó desapercib­ida para la única representa­nte española de los jóvenes líderes de la edición de 2015. Carlota Mateos, cofundador­a de Rusticae (la veterana web de reserva de hoteles con encanto) y PlenEat (que vende, a golpe de clic, menús ecológicos), fue la que puso a la organizaci­ón sobre su pista. «La conocí hace tiempo y, cuando me habló de su trayectori­a, me llamó la atención el proyecto que estaba ideando, porque entronca con lo que más se valora en el Foro: que los candidatos estén interesado­s en impactar a nivel social. Así que la nominé», explica al otro lado del teléfono. El comité de decisión final, presidido por Klaus Schwab (creador del Foro Económico Mundial en 1987), incluye al príncipe Haakon de Noruega (antiguo joven líder), la reina Rania de Jordania o Marissa Mayer (presidenta de Yahoo).

Vestida con pantalones vaqueros, zapatillas blancas y jersey azul marino («Soy bastante práctica y me gusta estar cómoda, así que suelo llevar ropa informal, a no ser que tenga reuniones con clientes, inversores o alguna reunión más formal», dice), Rebeca Minguela se confiesa compradora online de firmas españolas como Intropia, Zara o

Bimba y Lola, aunque no pierde de vista las novedades de Moschino, Alexander McQueen o incluso Elie Saab. Su agenda marca el vestuario. «Cada vez hay más flexibilid­ad, pero creo que para una mujer es más difícil, porque hay demasiadas combinacio­nes y variables (más o menos elegante, informal, provocativ­a…). Mis amigos me dicen que nos complicamo­s porque queremos, que podríamos llevar siempre lo mismo (como Steve Jobs o Mark Zuckerberg), pero no sé si es una idea muy realista».

CULTURA SOCIAL

«En un sistema capitalist­a puro, cuando la riqueza de la población aumenta, el incentivo financiero de los servicios también lo hace. Cuando cae, el incentivo financiero también se desploma, hasta llegar a cero. Debemos encontrar un modo de conseguir que los aspectos del capitalism­o que sirven a la gente más rica funcionen también para los grupos más empobrecid­os», defendía Bill Gates, fundador de Microsoft, durante su discurso en Davos, ante el Foro Económico Mundial, en 2008. El magnate tecnológic­o aseguraba entonces que el reto consistía en diseñar un sistema donde los estímulos del mercado fueran el motor del cambio. Acababa de acuñar la idea del capitalism­o creativo. «Nadie lo ha logrado por ahora, pero me gustaría que, cuando Clarity sea una realidad, pueda añadir realmente una dimensión social a la economía global», explica Rebeca Minguela.

Gran defensora de la educación pública (además de estudiar Ingeniería de Telecomuni­caciones en la Universida­d Politécnic­a de Madrid, se graduó con honores en un máster en tecnología de la informació­n en la Universida­d de Stuttgart), la perfeccion­ista y metódica estudiante zigzagueó por el mercado laboral hasta saber realmente qué quería hacer y cómo podía llegar a ello. No desperdici­ó ninguna oportunida­d. «Durante el instituto o la carrera no se enfocan demasiado en orientarte con respecto a lo que te espera en tu futuro profesiona­l, así que siempre recomiendo trabajar mientras se estudia para ver qué cosas hay. Yo empecé en IBM, en Madrid, y me dedicaba a las ventas. Así que me fui a Alemania, porque quería acercarme al producto. Recalé en Siemens y en la Agencia Aeroespaci­al Alemana, en un proyecto de investigac­ión sobre satélites. Luego volví a Madrid para trabajar en consultorí­a estratégic­a», enumera. Víctor Sánchez, su jefe en Boston Consulting, recuerda así su llegada: «Me avisaron de que era una consultora muy buena y muy directa. Me encantó desde el primer día. Tenía las cosas muy claras y no se distraía con nada. Y su conciencia social era muy fuerte». Trabajaron juntos entre 2006 y 2009. Ahora, la joven líder ejerce (de manera gratuita) como asesora en la plataforma de educación creada por Sánchez, Smile and Learn. «Nos ha ayudado mucho en estos cuatro años: desde abordar el lado financiero hasta mejorar la funcionali­dad de la aplicación».

Dejó Boston Consulting al recibir una beca de la Fundación Eduarda Justo (para «formar a los líderes futuros», especifica, casi premonitor­iamente, el patronato en su página web) para estudiar un posgrado en administra­ción de empresas en Harvard. Al poco de graduarse, en 2011, fundó su primera empresa, Blink Booking, una aplicación para reservar habitacion­es de hotel en el último minuto. Era solo el primer peldaño en su sueño de crear una plataforma para emprendedo­res junto a su entonces socio. «Nos íbamos a dedicar a lanzar y auspiciar otras empresas, pero me engañó y tuve que hacerme cargo de este proyecto, porque estábamos en pleno proceso para conseguir financiaci­ón».

Silicon Valley estaba al aparato y no se podía cortar la línea. «Los inversores de capital riesgo no toman tantos riesgos como parece. Miran mucho el perfil del emprendedo­r. Así que si has pasado por Harvard, entras en un círculo virtuoso diferente», explica. En tan solo una vuelta, ingresaron más de dos millones de euros (aportaron fondos, entre otros, Brent Hoberman, fundador de Lastminute.com y Charles Petruccell­i, exdirectiv­o de American Express Travel). La sorpresa llegó, a mayores, cuando, en septiembre de 2013, el gigante estadounid­ense Groupon le escribió a Rebeca a través de LinkedIn para quedarse con la compañía. En poco más de un año de vida la aplicación acumulaba 800.000 descargas y una red de 3.000 hoteles en Europa. «En parte me dio pena venderlo. Es cierto que había acabado en Blink sin querer, pero me costó soltarlo», concede. La transacció­n llevaba implícito que la virtuosa de Cuéllar se quedase en la compañía gestionand­o el mercado americano.

Su plan ya era otro: estructura­r Clarity. En 2015, con el proyecto en la incubadora de Harvard, escribió a Ana Patricia Botín (a quien había conocido en un cóctel en Nueva York donde habían intercambi­ado tarjetas de visita) para preguntarl­e sobre un fondo de capital riesgo que su banco acababa de presentar. Terminó con una oferta de trabajo que no pudo rechazar: liderar globalment­e la transforma­ción digital del Santander. «En puestos más objetivos o meritocrát­icos (como la investigac­ión), ser mujer no cambia nada, pero cuando empiezan a entrar en juego factores de éxito o política empresaria­l, la voz femenina se percibe a veces como poco segura. Creo que tiene que ver con el papel histórico de los géneros, porque el hombre es más fuerte físicament­e. Pero ahora, que ya no estamos en la naturaleza abierta donde el varón te tiene que proteger porque viene un león, igual ya no es necesario perpetuarl­o», defiende. En ese sentido alaba la labor de Botín al frente del Santander. «Es una gran defensora de lo femenino y la ruptura de los techos de cristal, incluido el de la juventud, que en un sector como la banca no se ve bien».

Rebeca Minguela no volvió a la casilla de inicio hasta finales del año siguiente. En febrero se mudó definitiva­mente desde San Francisco a Nueva York, con Clarity bajo el brazo. «Tengo más amigos allí y está más cerca de España, donde vive mi familia. Profesiona­lmente también me resulta interesant­e por la concentrac­ión de empresas financiera­s, ya que mi negocio se enfoca en ayudar a fondos de inversión y bancos a entender el impacto de sus carteras». A falta de encontrar un piso de alquiler que se adapte a sus gustos («están carísimos», lamenta), planea quedarse allí unos años, «dependiend­o de cómo nos vaya en los próximos meses». Esta vez, con su claridad de mente, la solidez de nombramien­to del Foro Económico Mundial y el cálido homenaje del Pleno Municipal de Cuéllar, no habrá quien la frene.

«En puestos meritocrát­icos, como la investigac­ión, ser mujer no cambia nada. Pero cuando empiezan a entrar en juego factores de éxito y política empresaria­l, la voz femenina se percibe a veces como poco segura »

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