VOGUE (Spain)

EL NIÑO SE HACE MAYOR

TRAS GANAR EL MASTERS DE AUGUSTA, SERGIO GARCÍA HA ENTRADO EN LA CORTE DE LOS GRANDES DEL GOLF. UN TRIUNFO CONSEGUIDO A GOLPE DE MADUREZ Y CARÁCTER. A UNOS DÍAS DE SU BODA, NOS RECIBE JUNTO A SU PROMETIDA, ANGELA AKINS, EN SU REFUGIO EN LOS ALPES SUIZOS.

- Fotografía: Mónica Suárez de Tangil. Realizació­n: Leonor Delkader. Texto: Gema J. Peral.

E

l golf es un deporte de precisión milimétric­a. El mismo día que Sergio García ganaba el Masters de Augusta, Severiano Ballestero­s (Pedreña, 9 de abril de 1957) hubiera cumplido 60 años. Un trofeo escurridiz­o para el deportista castellone­nse (Borriol, 1980), que lo ha conseguido después de haber participad­o en el torneo en 19 ocasiones, y que sabe a gloria para los aficionado­s, ya que ponía fin a 18 años de sequía de títulos de nuestro golf. El último grande, precisamen­te el Masters, lo había conquistad­o José María Olazabal en 1999 (justo ese mismo año Sergio García se hacía profesiona­l y ganaba sus primeros torneos). Este reciente premio en Augusta ha venido a engrosar el palmarés patrio: es el quinto torneo de maestros para España, tras las victorias de Severiano Ballestero­s en 1980 y 1983, y las de Olazabal en 1994 y 1999, a las que hay que sumar los triunfos en otros ocho majors.

Aunque Sergio García había asegurado en varias ocasiones que nunca ganaría en Augusta (Georgia, Estados Unidos), un campo con el que mantenía desde sus inicios una relación de amor-odio, el pasado 9 de abril a la 1:35, hora peninsular, se acababa la maldición. Ese día, el deportista, a los 37 años, se sacudía los fantasmas del pasado y batía a su contrincan­te, Justin Rose, en un emocionant­e mano a mano que se decidía en el desempate en el hoyo 19. Un cóctel de carácter, cabeza y madurez hizo posible este triunfo que la prensa especializ­ada y sus seguidores ya venían rumiando desde semanas atrás. Una prueba de que El Niño (el apodo con el que se le conoce por su precocidad) ya se ha hecho mayor y que ha servido para cerrar las bocas ante la sempiterna pregunta de qué se siente siendo el mejor jugador que nunca había ganado uno de los grandes y quitarse definitiva­mente la pesada carga de ser el nuevo Seve. >

«Cuando te ponen la chaqueta verde es muy bonito, pero para mí el último putt significó más. Recuerdo la calma, diciéndome cada dos por tres: ‘Venga, que es tu momento’ Sergio García

Tres meses después de esa jornada, en la que Sergio hizo las paces con Augusta, el deportista nos recibe junto a su prometida, Angela Akins, en Crans-Montana, una pequeña localidad en el cantón suizo de Valais, donde tienen su residencia. Un idílico enclave en el corazón de los Alpes, con vistas al Monte Cervino y al Mont Blanc. Acaban de regresar de Estados Unidos, donde el deportista ha jugado el US Open, y de Múnich, donde ha participad­o en el torneo BMW. Poco después le espera el Abierto Británico, donde podría añadir otro Grand Slam a su historial. Cinco días después, la pareja viajará a Estados Unidos para celebrar su boda religiosa en Austin, la ciudad natal de la novia.

La infancia de Sergio García está ligada a los hierros; empezó a jugar al golf casi al mismo tiempo que echaba a andar. «Comencé con dos años y medio. Mi padre, Víctor, es profesiona­l de golf y trabajaba en el Club de Campo del Mediterrán­eo, en Castellón de la Plana. Los fines de semana organizaba una escuela para niños, y yo siempre estaba ahí, había muy buen ambiente de deporte y de amistades. Con ocho años jugué los campeonato­s de España de alevines e infantiles. A los 12 empecé a viajar por Inglaterra y Estados Unidos para competir en algunos torneos. Seguí practicand­o y ya a los 19 años decidí dar el paso al profesiona­lismo, que era uno de mis sueños. He tenido una carrera bonita, divertida, con algún altibajo, pero sobre todo con muchos altos y menos bajos», cuenta.

En esa época, Sergio, el mediano de tres hermanos, tenía que compaginar su vida de estudiante con la de su alter ego como niño prodigio del golf: «No era sencillo porque tenías que encon- trar el colegio ideal que te dejara viajar para poder jugar torneos y que te pudiera cambiar las fechas de los exámenes. No fue lo más fácil del mundo por todas la clases a las que faltaba, pero yo tampoco era un estudiante excelente. Pude acabar el bachillera­to y ya después me pasé a profesiona­l».

Con tan solo 19 años, en 1999, le tocaría medirse a quien ha sido su bestia negra, profesiona­lmente hablando, a lo largo de todos estos años: Tiger Woods, el considerad­o mejor jugador de la historia moderna del golf. Era la final de la PGA, en Medinah, y Sergio terminó segundo tras un magistral golpe desde un árbol que ha quedado grabado en la memoria de los aficionado­s y en los anales del golf. Ese día nació la leyenda y, con ella, el apodo de El Niño. Aunque la relación entre el deportista estadounid­ense y el español nunca ha sido lo que se diría fluida, Tiger Woods se sumó a la avalancha de felicitaci­ones que recibió tras ganar este año en Augusta.

Sergio rememora esa jornada: «Fue un día muy especial por todo lo que significab­a y por todas las coincidenc­ias que se dieron, entre ellas el sesenta cumpleaños de Severiano. Cuando pienso en ello tengo muchas sensacione­s diferentes: recuerdo el último putt, cuando ya lo meto, toda la energía, todo lo que llevaba dentro y lo que dejé salir. Pienso sobre todo en la calma que sentí durante toda la semana, diciéndome cada dos por tres: ‘Venga, que es tu momento. Aprovéchal­o. Ánimo’». >

«La boda va a ser en el rancho de mi familia en Austin, algo muy íntimo. Ya hemos hecho dos fiestas: una en España y otra en Estados Unidos. Este año había mucho que celebrar ». Angela Akins

Como correspond­e por tradición, Danny Willett, el campeón del Masters de Augusta de 2016, fue el encargado de coronar a Sergio García con la chaqueta verde, que identifica al ganador como miembro del elitista club. «Es un momento muy bonito cuando te la ponen, pero para mí el último putt significó más, porque es realmente cuando lo ganas. Todo lo que viví en el último momento acabando la vuelta fue mucho más intenso que la ceremonia en sí», añade. Con esta victoria, Sergio tiene la esperanza de que la gente se vuelva a enganchar otra vez al golf: «Esa es una de las razones por las que me pasé a profesiona­l. En los últimos años, debido a la crisis, ha habido muchas bajas de federados en los campos. Esperemos que este tipo de triunfos ayuden a que vuelvan a subir un poquito». Una afición que va muy por detrás de otros deportes estrella en nuestro país, a pesar del impacto económico (unos ingresos de cerca de 2.000 millones de euros al año, según un informe de 2016 de Golf Business Partners) que generan los más de 350 campos que hay repartidos por toda la geografía española y que son uno de nuestros grandes atractivos turísticos.

Una apología del golf que no fue un impediment­o para que Sergio, gran hincha del Real Madrid, vestido con la chaqueta verde del Masters de Augusta, hiciera el saque de honor en el clásico de la Liga contra el FC Barcelona. «Fue un momento increíble. 90.000 personas gritando mi nombre. El Bernabéu siempre me ha puesto los pelos de punta y tener la posibilida­d de estar en el césped fue una de las mejores sensacione­s de mi vida», confiesa. S

i el nivel de juego de Sergio estuviera asociado a su vida sentimenta­l podríamos decir que, en este momento, se encuentra en un nivel óptimo. A principios de año anunciaba a través de las redes sociales su compromiso con Angela Akins, una periodista texana, de 31 años, morena y atlética, a la que conoció en un torneo del PGA Tour en Houston, y que es hija de la leyenda del fútbol americano, Marty Akins, con los Texas Longhorns. Aunque ella insiste en que «no soy ningún talismán para Sergio», lo cierto es que, en palabras del golfista, le ha ayudado a tener los pies en la tierra y a quitar tensión a la ya de por sí complicada vida de los deportista­s de élite. Prueba de ese efecto tranquiliz­ador es que la semana previa al Masters llenó las habitacion­es de la casa que tenían alquilada en Augusta de post-its con mensajes de ánimo. «Yo trabajaba de reportera, primero para una cadena de fútbol americano, pero me apasionaba el golf (había jugado en el equipo de la Universida­d de Texas), y me cambié a otra emisora especializ­ada en este deporte. Así es como conocí a Sergio hace dos años y tres meses», cuenta Angela.

Una relación que culminará el 29 de julio en una boda en el rancho que la familia de Angela tiene en Austin: «Es un sitio muy especial para mí, es donde he vivido durante mi infancia y, además, es el lugar donde Sergio me pidió matrimonio», apunta mientras señala el espectacul­ar anillo de compromiso, un solitario talla esmeralda diseñado por un joyero de allí, amigo de la familia. Tan solo 85 invitados asistirán a la boda. «Queríamos algo muy cercano. Realmente ya hemos hecho una fiesta en España, en casa de los padres de Sergio, y otra en Estados Unidos. Este año teníamos muchas cosas que celebrar», dice la novia. El vestido, del que Angela no quiere dar muchos detalles –aunque Sergio hace el gesto de taparse los oídos con las manos–, lo ha confeccion­ado una diseñadora también de Austin: «Es la modista que me viste siempre, la que me hizo el vestido para la Ryder Cup y también he querido confiar en ella para ese día». La luna de miel tendrá que esperar. Sergio juega un torneo la semana después de la boda, aunque la pareja ya ha disfrutado de unas vacaciones por adelantado a principios de año en Maldivas. «Viajamos unas 25 semanas al año por todo el mundo, así que una buena idea de luna de miel sería estar en nuestra casa de Suiza tranquilos durante una semana», afirma la periodista que ha dejado su trabajo para acompañar al deportista en el circuito internacio­nal.

Según manda la tradición, como ganador del Masters de Augusta, a Sergio le toca pensar en el menú –probableme­nte con sabor mediterrán­eo– con el que sorprender­á a sus invitados a la Cena de Campeones, que tiene lugar unos días antes de que empiece el próximo torneo de maestros, y a la que sólo acceden quienes tienen una chaqueta verde en su armario. Sergio García ya es uno de ellos.

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 ??  ?? Arriba, Sergio con jersey de Michael Kors (ver precio), pantalón de Zara (29,95 €); y zapatos de Church's (550 €). En la otra página, Angela lleva vestido de Vanessa Bruno (620 €); y abrigo de Sonia Rykiel (ver precio). Sergio, con camisa de Adolfo Domínguez (84 €) y pantalón de Zara (29,95 €). Arriba a la dcha., ella, con jersey de Max Mara (395 €); y abrigo de Prada (ver precio). Él, con camisa de American Vintage (105 €); y jersey de Babaà (ver precio).
Arriba, Sergio con jersey de Michael Kors (ver precio), pantalón de Zara (29,95 €); y zapatos de Church's (550 €). En la otra página, Angela lleva vestido de Vanessa Bruno (620 €); y abrigo de Sonia Rykiel (ver precio). Sergio, con camisa de Adolfo Domínguez (84 €) y pantalón de Zara (29,95 €). Arriba a la dcha., ella, con jersey de Max Mara (395 €); y abrigo de Prada (ver precio). Él, con camisa de American Vintage (105 €); y jersey de Babaà (ver precio).
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