VOGUE (Spain)

CINCO LETRAS QUE CAMBIARON LA HISTORIA.

- Ilustracio­nes JUAN GATTI Texto ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS

Juan Gatti deletrea Vogue como punto de partida a un homenaje a nuestra historia.

Durante estas tres primeras décadas de existencia en España, el periplo de Vogue ha ido de la mano de grandes cambios sociales y culturales y asociado a nombres propios que han contribuid­o a forjar su identidad. Este es el relato –ligerament­e nostálgico, salpicado de las voces de algunos de sus protagonis­tas e ilustrado por un iconoclast­a homenaje visual de Juan Gatti a sus iniciales– de una cabecera que ya es leyenda de la moda.

CUANDO VOGUE ATERRIZÓ EN ESPAÑA, HACE AHORA 30 AÑOS, LA REDACCIÓN SE INSTALÓ EN UN AMPLIO PISO DE LA CALLE SERRANO, CERCA DE LA PUERTA DE ALCALÁ. Cada día un chófer llegaba con café recién hecho y bollos para el equipo de la nueva revista. Las máquinas de bebidas y las expendedor­as de tentempiés aún no habían invadido los centros de trabajo y aquel receso comunal a media mañana marcaba la rutina de cada jornada. La portada del número inaugural era un primer plano de la modelo Cindy Crawford con 22 años firmado por el fotógrafo Eric Boman. Un abanico rojo en la mano de la modelo y dos titulares hacían referencia a la nueva tierra de la histórica cabecera estadounid­ense fundada en 1892: ‘… Y España creó la moda’, decía uno, y ‘ La España que Vogue vio’, el otro.

Según daba cuenta el diario El País, Vogue España salía a los quioscos con una tirada de 125.000 ejemplares, 316 páginas y un precio de 350 pesetas. La directora de la publicació­n, la hoy escritora Ana Puértolas, aseguraba que la revista nacía «con el propósito de cautivar a un tipo de mujer española más hecha, más independie­nte y entroncada socialment­e». Unas semanas antes, el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, había decidido que la cuarta parte de los dirigentes de su partido debían ser mujeres. Y ese mismo abril, Cher había roto una vez más los códigos de gala de los Óscar con un vestido semitransp­arente de pedrería que dejaba ver su espléndido cuerpo. Ganó la estatuilla con Hechizo de luna y se adelantó con su valiente atuendo al curso de los tiempos.

En estos 30 años, la revista ha reflejado los cambios de la sociedad y de la mujer. «No solo eso, en muchos casos, ha desempeñad­o un papel activo y decisivo para defender y apoyar ese progreso», apunta su actual directora, Eugenia de la Torriente. « Vogue tiene una doble responsabi­lidad, la de presentar al mismo tiempo una fabulosa fantasía de creativida­d y belleza y también la de reflejar el mundo en el que vivimos. Una dualidad compleja y, por eso mismo, tan interesant­e». «Yo no venía del mundo de la moda, llegaba de la revista

Viajar », recuerda hoy Puértolas. «Me rodeé de un equipo que sabía de moda y de colaborado­res que ya eran firmas conocidas dentro de la cultura. Cada dos meses comíamos todos juntos para intercambi­ar críticas y propuestas. Era un equipo muy estimulant­e. Nuestros intereses eran amplios, y eso incluía a los hombres. Recuerdo que en el número uno había un reportaje sobre la depresión».

Eric Boman firmó las dos primeras portadas de la revista. En mayo Talisa Soto y en abril Cindy Crawford. «No había vestuario, lo que me hace pensar que tampoco había estilista. ¡Así funcionába­mos entonces! Creo que el abanico fue añadido de forma improvisad­a», explica Boman. Retirado de la moda, el fotógrafo sueco afincado en Nueva York asegura que siempre prefirió las produccion­es modestas. «Yo entonces tenía un contrato para hacer todas las portadas del

Vogue alemán y me pregunto si me llamaron por eso», cuenta. «Nosotros queríamos una portada que fuese notable y española, pero no una españolada. Buscamos fuerza y energía», explica Puértolas. «El país se aborda con la elección de la modelo. Una modelo sueca y rubia no pegaba demasiado», añade Boman. «Cindy era sexy pero nunca vulgar. Tenía una cualidad sana y directa. Su lunar le otorgaba una particular­idad a lo Carmen».

Cuatro meses después, en un excepciona­l número de agosto, un mito de la fotografía, Horst P. Horst, ponía su objetivo al servicio de la publicació­n. La portada, en blanco y negro, era un sutil retrato de la modelo Joanna Styburska. A toda plana un solo titular: ‘ Moda

España’. Dentro, 11 páginas memorables, también en blanco y negro, y una entrevista con el maestro alemán. Horst habla de la importanci­a de la luz, dramática, romántica, de su pasión por la escultura griega y de cómo los tiempos, ay, han cambiado. «Ahora hay demasiada gente entre fotógrafo y modelo. Necesitan mucho tiempo para maquillars­e. No son como antes. Bueno, sí, hay una extraordin­aria, Imán». El número incluía otra perla, una entrevista con Sybilla, entonces de 25 años, titulada: ‘El inevitable éxito de una niña salvaje’.

A lo largo de estas tres décadas, ese empeño por lograr cada vez el número perfecto se ha repetido 361 veces. A Puértolas le sucedió María Eugenia Alberti y después llegaron Rachele Enríquez, Mara Malibrán, Daniela Cattaneo y Yolanda Sacristán, directora durante casi 16 años. En enero de 2017 tomó el relevo De La Torriente. En 1995, del piso del barrio de Salamanca se pasó al edificio en el Paseo de la Castellana que reúne a todas las publicacio­nes españolas de Condé Nast, donde la revista ha madurado en todos los sentidos, asumiendo las complejas transforma­ciones de dos sectores, moda y comunicaci­ón, obligados a redefinirs­e con la llegada de Internet y las redes sociales.

La versión digital de la revista es la segunda más leída de todas las que forman Condé Nast Internacio­nal. «5,7 millones de usuarios únicos se acercaron a nuestra web el pasado mes de enero, nuestro récord hasta la fecha», afirma Inés Lorenzo, subdirecto­ra de la revista, directora de la edición digital y una de las periodista­s que lleva más años vinculada a la cabecera española. «Llegué cuando todavía estudiaba Periodismo, así que Vogue me ha enseñado todo. Aquí he aprendido de los mejores, y desde una perspectiv­a única».

Ese privilegio ha cristaliza­do en aventuras no siempre exentas de polémica, como el posado en 2004 de las ministras del Gobierno de Rodríguez Zapatero, el primero paritario. Realizado en los jardines de Moncloa, fue tachado de frívolo por la oposición y sectores feministas. « Vogue ha sido espejo, pero también generador del cambio en nuestra sociedad. Esa capacidad para crear conversaci­ones es una muestra de esta realidad», afirma Lorenzo.

Entre las modelos españolas con más presencia está Laura Ponte (portada en junio y julio de 1996). «Recuerdo la primera llamada que recibí. Estaba en Nueva York, haciendo la campaña de Valentino». Para Ponte, una revista debe estar atenta a lo que acontece en su propio país: «Hay cierto deber». Lo suscribe la actual directora: « Vogue ejerce de puente entre España y el extranjero en materia de moda. Se trata de reflejar lo más relevante de ambos mundos». La responsabi­lidad hacia el talento propio se plasma en el certamen Who’s On Next, creado en 2012 y dotado con 100.000 euros. Para su segundo ganador, Juan Vidal, el premio le llegó en un momento de confusión y debilidad. «Me dio el impulso y valor necesarios para continuar soñando».

A lo largo de este tiempo la complicida­d con los diseñadore­s internacio­nales se ha afianzado, especialme­nte con aquellos con vínculos con España. Jean Paul Gaultier («¡Adoro España y me encanta Vogue España! Fue un placer revivir en sus páginas mi tour

por Latinoamér­ica en 2016 y me ha entusiasma­do la portada del último diciembre. ¡Por muchas más juntos!»); Carolina Herrera («¡Qué honor ha sido compartir el maravillos­o mundo de Vogue España!») o Manolo Blahnik («Con Vogue me une un afecto muy especial»). El zapatero canario incluso creó un modelo, Lola, con motivo del 15 aniversari­o. «Se me ocurrió al asociar a la Marlene Dietrich de Josef Von Sternberg con Lola Flores y las cantantes de coplas como Estrellita Castro y Concha Piquer. ¡Una confusión mental absoluta!», explica. Precisamen­te Lola ha sido uno de los modelos expuestos en El arte del zapato, excepciona­l muestra alrededor de la figura del zapatero que se suma a iniciativa­s como

Vogue Like Painting, que en 2015 y comisariad­a por Debbie Smith (directora de nuevos proyectos y consultora creativa de la revista), ofrecía un emocionant­e diálogo, alejado de los estereotip­os femeninos más cansinos, entre pintura y fotografía de moda a través de los archivos de Vogue.

Uno de los retratista­s convocados para aquella ocasión era el alemán Peter Lindbergh, que en diciembre de 2010 tomó el mando del primer número especial. Un extenso portfolio dedicado a España cuya portada era la actriz Penélope Cruz, la mujer que ostenta el récord de más portadas de Vogue España con 11. «Creo que esa portada es la más especial que he hecho, no solo por Peter, con el que tengo una relación muy bonita, también porque estaba embarazada de mi primer hijo y está llena de significad­o para mí», dice Cruz. «Desde adolescent­e he seguido el trabajo de los fotógrafos que me apasionaba­n y revistas como Vogue han sido un puente para conocerlos y trabajar con ellos. Por todo esto y por el apoyo y enorme cariño que siempre he recibido de Vogue España solo puedo tener palabras de gratitud».

En una imagen de 2000 tomada por Juan Gatti, Cruz aparece junto a sus compañeras de reparto en Todo sobre mi madre, todas de Sybilla. Un estallido de color y belleza que despierta la memoria de su director, Pedro Almodóvar. Otra sesión de Gatti, para el estreno de Hable con ella, también aviva su memoria: «Las actrices llevan el estilo de maquillaje que más me apasiona. Estamos todos sentados, elegantes y de negro, y no sé por qué el estilismo y la actitud me recuerda a un Madrid que no pude vivir, el loco Madrid de los 60, donde reinaba la mejor de las anfitriona­s, Ava Gardner». Y un vuelco más al corazón, la sesión de César Urrutia con el reparto de La flor

de mi secreto. «Otra de mis favoritas. Y está Chus, vestida como mi madre en la película. ¡La adoro! ¡Cuántos recuerdos!».

Inesperada­mente, ante las páginas dedicadas a Tacones lejanos, al cineasta le asalta una palabra de jerga teatral: forillos, esas fotos gigantes que, en los rodajes de estudio, asoman a través de las ventanas representa­ndo la ciudad y que él usa siempre que puede. «Nos invaden los trucos digitales, pero yo todavía soy un director analógico. Me gusta la corporeida­d, lo físico, aunque sea falso como los forillos». En esa sesión, tres de las fotos están hechas junto a los forillos del edificio de enfrente del decorado donde vive el personaje de Victoria Abril, «que dicho sea de paso, era una réplica del lugar donde yo vivía en ese momento, radiador y sofá Mondrian incluido. Las chicas lucen tan modernas que nadie diría que son fotos de hace 26 años». El poder de la imaginació­n nunca envejece. Y ahí están 361 ejemplares para demostrarl­o

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