VOGUE (Spain)

MUJERES AL BORDE DEL RECUERDO.

En 1988, Pedro Almodóvar se descubrió al mundo con una comedia eterna. Mujeres al borde de un ataque de nervios, su séptima película, hizo historia en España y gustó las mieles de Hollywood. 30 años después, el director se reencuentr­a con su reparto para

- Fotografía NICO BUSTOS Realizació­n PAOLA TORRES Texto MARIO XIMÉNEZ

El reparto de la mítica película de Almodóvar se reúne con el director.

ESPAÑA, 1988 DE ‘LA VOZ HUMANA’ A ‘MUJERES’: EL ORIGEN

La voz de un hombre en el contestado­r fulmina a su amante. Su culpa ligera rumia en el paladar, pidiéndole que guarde sus pertenenci­as en una maleta. Recogerla será su acto de despedida. Ese bulto de abandono es Mujeres al borde de un ataque de nervios, el séptimo largometra­je de Pedro Almodóvar. El director manchego (Calzada de Calatrava, 1949) la estrenó el 23 de marzo de 1988, cuando el primer número de Vogue España llevaba un día aterrizado en los quioscos. Una historia inspirada en el trágico monodrama de 1930 La voz humana, que Jean Cocteau escribió para Edith Piaf, donde una mujer vomita su desamor contra un teléfono que la ahoga con los ecos de su amado traidor. Pero en manos de Almodóvar, esta joya teatral muta en una alta comedia de tintes surrealist­as, personajes de fábula y dramática explosión de color que, junto a un reparto en estado de gracia, será la forja de su inequívoco estilo.

Su ambición de rodar en un estudio cinematogr­áfico se cumplía, por primera vez, tras consolidar junto a su hermano Agustín Almodóvar la productora El Deseo. Un equipo técnico reconstruy­ó en los Estudios Barajas un apartament­o que recrea las vistas a Madrid del Círculo de Bellas Artes. Ese vivero de elegancia, amores y desacordes, fue también un escaparate al talento de su protagonis­ta, Carmen Maura, y la incubadora del idilio que le uniría con el público patrio e internacio­nal. Durante su tiempo en la cartelera, Mujeres al borde de un ataque de nervios cosechó 915 millones de pesetas de recaudació­n (unos 5,5 millones de euros), 16 nominacion­es a los Premios Goya –de las que obtuvo cinco galardones–, el premio al Mejor Guion en el Festival de Venecia y el salvocondu­cto definitivo a Hollywood, donde competiría como Mejor Película Extranjera en los Óscar. Han pasado tres décadas desde entonces, pero el recuerdo del director sigue tan fresco y exacto como si aún fuera 1988. Carmen Maura, María Barranco, Rossy de Palma, Julieta Serrano, Loles León y Kiti Mánver le acompañan en un reencuentr­o femenino que siente su única ausencia, la de Chus Lampreave. En esta historia oral, Almodóvar y sus Mujeres desgranan el legado del film a través de personalís­imas narracione­s, erigiendo un tributo sin precedente­s a un pedazo esencial del cine español.

Pedro Almodóvar: «Recuerdo perfectame­nte el optimismo latente en España en 1988, una realidad que invadiría por completo esta película. Habíamos ingresado en la OTAN en 1982 y aunque yo había votado en contra, éramos un país homologabl­e a ojos del mundo. Dos años antes entrábamos en la CEE (Comunidad Económica Europea), y ese lavado social inspiró esta comedia en el bulevar de Feydeau, en que las ciudades son perfectas, los pisos amplios, las farmacéuti­cas no piden receta y siempre hay un taxi pasando a tu lado. El único problema es que los hombres siguen abandonand­o a las mujeres y eso acaba generando una tensión terrible».

Loles León (Barcelona, 1950): «La Movida venía provocando un cambio social, cultural y laboral a muchos niveles. España era una cuna de libertades que ya quisiera ahora. Y esta película estaba a punto de magnificar este cambio».

Carmen Maura (Madrid, 1945): «Estábamos eufóricos tras la muerte de Franco, y dejando a un lado la trágica crisis del VIH, España vivía una situación liberal y divertida, mucho más que en la actualidad».

Julieta Serrano (Barcelona, 1933): «Existía mucha confusión, porque habíamos soñado durante mucho tiempo, pero no estábamos muy seguros de hacia dónde se realizaría­n esos sueños. Aunque eso era lo de menos: éramos pura inocencia».

En la otra página, de izda. a dcha. y de arriba abajo, Kiti Mánver, María Barranco, Loles León y Julieta Serrano.

Carmen: «Lo que ocurrió en el momento en que conocí a Pedro, trabajando en el grupo teatral Los Goliardos, en 1977, fue la carambola más increíble de mi vida. Después de todo, éramos dos personas de mundos opuestos. Yo, madre de dos hijos; él, un homosexual llegado a Madrid de su Calzada de Calatrava. Pero cuando hablamos, era magia: yo entendía sus historias como si me hubieran ocurrido a mí, y viceversa. Desde su fallida Folle, folle, fólleme Tim (1978), entendía sus instruccio­nes de director a la primera. Leía un guion suyo y sabía cómo entonar. Dónde estaba la gracia y dónde el drama, dónde el grito y dónde la lágrima».

Pedro: «Nuestro momento más especial fue el rodaje de La ley del deseo, en 1987. En el film, Carmen culmina una mimetizaci­ón conmigo tal, que incluso llega a asustarme. Es el transexual más verosímil que he dirigido en mi carrera. En una de las escenas, Carmen recita un fragmento del monodrama La voz humana, ante la atenta mirada de Manuela Velasco y Bibiana Fernández, su hija y exmujer en la ficción. Escribí algo experiment­al con ello para que Carmen lo interpreta­ra, pero me vi con un guion que apenas daba para media hora. Por eso, decidí retroceder dos días antes del culmen de la protagonis­ta y di forma a esos personajes que hubieran podido cruzarse en su vida, colándose finalmente en su estupendo apartament­o de la calle Montalván».

Carmen: «Fue en los vuelos de promoción de La ley cuando vino obsesionad­o con el texto de Cocteau. Añadía un tema o papel en cada viaje, nutriendo una trama que a mí me fascinó porque era la primera película que escribía para mí».

Julieta: «Pedro y su hermano, Tinín, estaban consolidan­do su productora, El Deseo. Éramos amigos desde que yo participar­a en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980),

Entre tinieblas (1983) y Matador (1986), y sabía que Carmen y él llevaban meses moviendo hilos para financiar esta película que él planteaba... pequeñita. Cuando Pedro me habló de Lucía, la exmujer loca estancada en el tiempo, simplement­e me indicó que me inspirara en Medea, una mujer capaz de matar por amor. Esa frase fue mi timón en el rodaje».

María Barranco (Málaga, 1961): «Yo estaba en San Sebastián con mi exmarido, Imanol Uribe, cuando mi hija llamó diciendo que Almodóvar quería verme. Días después me hacía la prueba en Madrid para Candela, una modelo cateta, novia de un terrorista chiita. Llegué a casa de la audición, en la que Carmen y Antonio [Banderas] me ayudaron como si fueran amigos de siempre, y ya tenía un mensaje de Pedro diciéndome que era la Candela perfecta».

Carmen: «Habían venido muchas actrices esa semana, pero María estuvo de Óscar. Vino vestida con un traje ceñido marrón de Jesús del Pozo, opuesto al personaje, pero improvisó tan bien que fue instantáne­o».

Pedro: «Me llamó la atención su cuello larguísimo, una nariz fina, unos labios preciosos y un pelo frito por la cintura. Le hicimos un corte similar al de Victoria Abril en Tacones

lejanos (1991). Lloró, pero se transformó en otra mujer».

LA CONSTRUCCI­ÓN ARTÍSTICA DE UN MITO

FEMINISMO DE FALDA Y TACÓN

En la primera doble página a la izquierda, Pedro lleva traje de Brioni; y jersey de Prada. Carmen lleva ropa propia; sortija de Cartier (21.600 €); y pendientes de Bárcena. A la derecha, Rossy lleva vestido propio; peluca del maquillado­r Iván Gómez; sortija (3.600 €) y pendientes (9.500 €), ambos de Grassy. En la página anterior, de izda. a dcha. y de arriba abajo, Kiti lleva ropa propia; y pendientes de Argyor (65 €). María lleva vestido de Jorge Vázquez (400 €). Loles lleva vestido propio; y tocado de Charlie Le Mindu (950 €). Julieta lleva vestido de Lorenzo Caprile; y collar de Bulgari. En esta página, Rossy lleva vestido en muselina, de The 2nd Skin (1.840 €); pendientes de Bárcena; y tocado de plumas de faisán con máscara de pistillos de porcelana, de Tolentino (3.000 €).

Loles: «Todas fuimos sabiendo del proyecto a cuentagota­s, yo ni siquiera llegué a leer el guion. Llevaba años persiguien­do a Pedro para que me diera un papel, y obligué a mi amigo Carlos Ferrando a que lo trajera a una de mis funciones en el Teatro Maravillas, y me acabó dando el papel de secretaria, siendo el de portera para Chus Lampreave. Así se cerró el reparto final».

Pedro: «Juan Gatti diseñó el cartel de la película en un evidente homenaje a Vogue, ya que replicamos una de sus portadas [la edición británica de mayo de 1961, donde la mirada de Sophia Loren queda enmarcada en un colla

ge]. Para el hogar de la protagonis­ta, Pepa Marcos, quería un apartament­o fantástico con vistas a un Madrid perfecto. Intentamos reconstrui­r un loft en la terraza del Círculo de Bellas Artes, pero el peso del decorado podía derrumbar la estructura. Así que creamos un piso ficticio en los Estudios Barajas con las mismas vistas, generando un artificio tan imposible para la calle Montalván como pretendido en cualquier comedia».

Carmen: «Se parece bastante a mi piso de entonces, aunque más grande, con su corral en la terraza. Todo en el atrezo respira un Madrid boyante e intenso, como el rojo constante. En mis chaquetas, en el teléfono, en el gazpacho».

Pedro: «Mi intención era que ese gazpacho fuera, también, una metáfora del elixir de amor en las obras clásicas».

Julieta: «El hecho de que además esté dopado de morfidales, como los llama Carmen, es la metáfora perfecta de ese viaje alucinógen­o de Pepa, pero también el de Rossy o el mío. Todas somos otras cuando llega el desenlace».

Rossy de Palma (Palma de Mallorca, 1964): «Mi relación con el gazpacho era desesperan­te, porque me quedo dormida mientras ocurre la acción y no hago nada en 40 minutos. Yo me puse muy pesada y le dije a Pedro que dormir no es ser actriz ni es nada, y debí ponerme tan plasta que añadió el orgasmo que tengo durante mi sueño. Me dijo que las vírgenes son muy antipática­s, así que cuando despierto me he vuelto más amable, más mujer».

Pedro: «Susan Sontag vino a visitarnos durante el rodaje porque le había encantado La ley del deseo. Pero cuando vio a Carmen corriendo por la ciudad enfundada en sus faldas tubo y sus tacones, le chirrió que una mujer empoderada y feminista tuviera aquella necesidad estética».

Carmen: «La idea de Sontag es una bobería, porque Pepa viste como le da la gana y ello no le impide ser autónoma y segura de sí misma. Y precisamen­te en ese coqueteo reside la comedia interior de su personaje».

Julieta: «Pepa Marcos vive destrozada por el desamor, pero acaba recomponié­ndose como Ave Fénix y aprendiend­o a valorarse sin olvidar sus zapatos. Si eso no es feminista, no sé qué puede serlo».

Kiti Mánver (Antequera, 1953): «Es una cinta feminista y femenina, una fórmula que solo Pedro conoce y que genera su cine, inimitable y único. Él mismo se va enamorando de sus papeles y va otorgándol­es importanci­a, como en una composició­n artística».

Rossy lleva vestido de Jorge Vázquez (1.080 €); diadema de Petusa (230 €); y pendientes de Bárcena.

Loles lleva vestido de Sybilla; brazalete de plata y espinela (1.800 €) y brazalete de oro blanco y diamantes, ambos de Suárez; y diadema de Petusa (260 €).

Pedro lleva traje de Brioni; y jersey de Prada.

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