UN RODAJE AL BORDE DEL COLAPSO

Julieta: «Grabábamos unas 12 horas diarias, la mayoría en Estudios Barajas. Yo hacía doblete con la serie Gatos en el tejado (Alfonso Ungría, 1988) pero ni muerta rechazaba la oferta. Llegaba de madrugada, me desmaquillaba y a las ocho me recogían para Mujeres. Los últimos días de rodaje empalmé 72 horas sin dormir, volando en moto por un Madrid vacío. Fue una locura, pero uno de los trabajos más divertidos de mi vida».

María: «El resto de actrices eran más experimentadas, pero yo era igual de niña que mi papel y se me notó el mes entero. Vivía atacá pensando que me iban a echar o que metería la pata, pero en el momento límite Pedro me daba una indicación y cuadrábamos la escena».

Rossy: «Yo también era neófita, porque en La ley me encarno a mí misma. Fue duro a veces por cosas que surgieron, ¿pero qué rodaje no lo es?».

Carmen: «Los ratos buenos dieron paso a otros más amargos e ingratos. Pero aún así, me veo fantástica en todas las escenas. Tiene que ver con una creencia que se ha erigido en torno a la mujer Almodóvar: muchas creen que si él te toca con una varita mágica, te vuelves graciosa y catapulta tu carrera. Pero conozco a mucha gente que ha trabajado para Pedro y nunca captó su humor. Cuando nos reencontramos en Volver (2006), el primer ensayo también fue el último. Me dio la primera indicación e hice lo que quería a la primera. A ambos se nos puso la piel de gallina por algo insólito: 20 años después, la magia seguía intacta».