FLORENCE SEGÚN GERWIG
En el mes que visita España, con motivo del festival Bilbao BBK Live, la cantautora británica Florence Welch conversa con Greta Gerwig –su amiga actriz y realizadora– quien aún disfruta del éxito cosechado por su ópera prima Lady Bird. De su estrecha conexión nace esta historia de oscura fantasía cotidiana.
Estamos en una casa. Se trata de un desvencijado caserón victoriano, no muy lejos del océano. La pared se viste de papel desgastado en oro y plata. Los techos agrietados se descascarillan por la lluvia. La vivienda es toda puertas y rincones secretos. En una de sus estancias se acumulan fundas vacías de violín e incontables óleos de turbulentos paisajes marinos. Otra habitación, inexplicablemente, desborda mariposas. En la cocina, entre frascos de encurtidos y pilas de comida en lata, destaca sobre la mesa de formica un pastel de cumpleaños cuyas velitas rosas se derriten sobre la cobertura blanca. Vemos a una mujer vistiéndose, preparándose para salir. Para marcharse. Se pone un pantalón elegante. Una capa. Una pizca de barra de labios. Baja con cautela las escaleras. Día tras día recrea este mismo ritual. Nunca pasa de la puerta. Quizás mañana…
El ambiente de la primera producción de moda que firma Greta Gerwig recuerda mucho a un set de cine, con ella como directora y la cantante británica Florence Welch en el papel protagonista. «Es como un cruce entre Safe con algo de
Grey Gardens y La semilla del diablo », describe Gerwig, de 34 años. «El tema era crear una fantasía oscura, la de Florence, atrapada para siempre entre cuatro paredes como ama de casa», explica Gerwig.
Ella también lleva meses atrapada en su particular bucle interminable: la gira de prensa de Lady Bird, película que escribió y dirigió. En el film, que retrata la épica silenciosa aunque profunda del tránsito hacia la edad adulta, Saoirse Ronan interpreta a una adolescente con un exacerbado sentido de su propio destino (a pesar de la premisa de que se trata de un relato autobiográfico, su artífice insiste en que no lo es). Tal trabajo le reportó a Gerwig un Globo de Oro a mejor película musical o de comedia así como cinco nominaciones al Óscar, incluida la de mejor película. Por su parte, Ronan también recogió un Globo de Oro a mejor actriz. Para Gerwig, que coescribió las películas Frances Ha y Mistress America junto a su pareja, Noah Baumbach, pero que hasta este año era principalmente conocida por su faceta de actriz, la promoción de Lady Bird ha significado, sobre todo, hablar mucho (responder cuestionarios, entrevistas, reportajes, como este mismo). Pero tanta charla, asegura, no ha sido del todo desagradable, ya que cuando comparece como actriz afronta siempre una especie de negociación incómoda ajena a su cuerpo, que limita con lo existencial. «Siempre me sentía como si fuera yo en el papel de Greta hablando sobre mi papel. Una sala de espejos que te impide ver lo que hay detrás», expresa. «En cambio, sí que era Greta cuando dirigí la película, y soy Greta cuando te hablo sobre la realización de la película, y no hay ningún forcejeo extraño en mi interior». Con este proyecto se aprecia enseguida lo feliz que es detrás de la cámara. «Esta es la primera vez que hago algo en muchos meses», dice. «Y está siendo divertido». G erwig y Welch se conocieron hace cinco años. El álbum Ce
remonials de Welch comenzaba a despegar en EE.UU. y Gerwig recibía grandes críticas por su actuación en Frances Ha. El mundo de la moda las reclamó enseguida. Fue precisamente en un de esos eventos donde Welch detectó a su alma gemela –o, al menos, a otra mujer igual de alta y atractiva, también con un vestido prestado y el mismo terror disimulado en los ojos–. «Cuando apareció Greta, pensé: ‘¡Qué alivio!’. Corrí en su busca y le dije: ‘¡Lo que haces me enloquece!’. Y ella, encantadora, me contestó: ‘¡Y a mí lo que haces tú! Siempre salgo a correr con tu música’».
La cantautora, a pesar de lo salvaje y audaz que resulta cuando se sube al escenario (en Coachella, en 2015, dio un salto volador que acabó en un pie roto), confiesa que en la vida real es increíblemente tímida. Esa noche se quedó con el contacto de Gerwig, pero jamás se le ocurrió usarlo. Sin embargo, el pasado mes de septiembre –cuando Welch trabajaba en la continuación de su disco de 2015 How Big, How Blue, How Beautiful, y soñaba con que colaborasen en él sus artistas favoritos– lo hizo. «Estas canciones pueden ser triunfales y emocionantes, pero a la vez irresolubles; y a pesar de la alegría y la fortaleza, subyace en ellas un sentimiento que lo cuestiona todo de manera contante. Ahí pensé que Greta me entendería».
Se reunieron en Nueva York, entre los gofres y los pierogi del Veselka, un restaurante ucraniano, y hablaron de compartir proyecto. «Una de las partes de la realización de Lady Bird que más disfruté fue trabajar en la música con Jon Brion», cuenta Gerwig. «Poder entrar en el mundo interior de otra persona es muy emocionante. Cuando te encanta la obra de alguien y desarrolla una labor artística que tú nunca podrías hacer, es como contactar con algo supremo que nos sobrevuela. Tiene unos superpoderes que nunca entenderé, pero que a la vez amo».
«CUANDO APARECIÓ GRETA EN AQUELLA FIESTA CORRÍ EN SU BUSCA Y LE DIJE: ‘LO QUE HACES ME ENLOQUECE’ » FLORENCE WELCH
Como Welch, cuando Gerwig actúa, se desinhibe completamente. Por ello, a menudo se le achacan erróneamente la seguridad y el punto de locura que suelen presentar sus personajes. Aun así, hasta el encargo de la revista W, las experiencias de Gerwig en la moda frente al objetivo le despertaban una preocupación desmedida por no ser en realidad modelo y un miedo irracional a acabar rompiendo la ropa sin querer.
«Es muy curioso ver las facetas en las que cada cual se siente libre», observa Gerwig, recordando lo que le comentó una vez Rebecca Miller, quien la dirigió en Maggie’s Plan. «Rebecca es muy buena actriz, pero nunca le llenó del todo. Me dijo: ‘Uno de los grandes placeres de dirigir es que te vuelves invisible, y eso es genial’. En el rodaje de Lady Bird por fin entendí lo que quería decir»