Celebrar la diversidad
En las semanas previas a la celebración del Orgullo Gay –la conmemoración de aquella significativa revuelta en favor de los derechos LGTBQI+ que estalló el 28 de junio de 1969 en torno al local nocturno Stonewall Inn de Nueva York y convirtió a las activistas Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera en personalidades históricas–, repasar las colecciones del diseñador Charles Jeffrey (Glasgow, 1990) ayuda a recordar que aquello no fue precisamente una fiesta. Y que, de hecho, queda mucho camino por recorrer. «Hay una gran cantidad de trabajo autobiográfico en mis colecciones», reconoce este diseñador, estilista, dj, ilustrador y quién sabe cuantas etiquetas más, conocido en la moda como Charles Jeffrey LOVERBOY. «Las dos últimas en particular han sido muy personales», continúa. «En la de otoño, exploramos la idea de sufrir acoso por ser diferente. El desfile era más una mirada celebratoria a los cuerpos únicos: cuerpos trans, cuerpos gays, ¡cualquier cuerpo! Creo que es importante entregarse a estas narrativas porque soy muy afortunado por haber recibido este foco, y una manera de devolverlo para mí es llamar la atención sobre estos asuntos», explica.
Estos días, sus ideas se materializan en una colección cápsula de camisetas que ha desarrollado para Topshop y Topman y en la que cinco artistas de su círculo cercano, para los que ha ejercido como comisario, subrayan algunas de las reivindicaciones más importantes del colectivo: el derecho al reconocimiento de su género (Ryan Driscoll), el derecho a adoptar (Axel Gutapfel), el derecho a casarse (Stephanie Linn), el derecho a alistarse en el ejército (Frances Wilks) y el derecho a la intimidad ( James Spencer). Un porcentaje de las ventas se donará a la organización Diversity Role Models, que lucha contra el bullying por homofobia, bifobia y transfobia en los colegios británicos.
Su acercamiento creativo, fundamentado en la experiencia íntima, la con(s)ciencia y el privilegio, rezuma honestidad. «Charles Jeffrey es actualmente el defensor de todo lo que hay de humano, creativo y alegre en la moda británica», escribía la periodista Sarah Mower, crítica jefe de Vogue Runway, en junio de 2017.
La historia de LOVERBOY es, de hecho, una historia de celebración. Mientras estudiaba la carrera de Diseño de moda en Central Saint Martins, fue invitado a festejar su cumpleaños en la sala Vogue Fabrics de Dalston, en Londres. El éxito de la velada fue el germen de una
clubnight que organizaría en adelante: ese Loverboy por el que comenzaría a ser conocido y en el que no solo fraguaría a su comunidad de colaboradores –artistas, drag queens, músicos, poetas... – sino que le permitiría también sufragar los gastos de su máster en la escuela londinense. «No organizamos ya las fiestas, ¡pero desearía que pudiéramos hacerlo!», reconoce. «Desafortunadamente, la marca y todos los proyectos que estamos desarrollando están demandando todo nuestro tiempo. Pero a pesar de todo, la comunidad sigue estando en el corazón de todo lo que hacemos. Ha sido una suerte poder lanzar esa colección verdaderamente fantástica con Topshop y Topman para el Orgullo junto a algunos de mis amigos».
El reconocimiento a esa mirada desprejuiciada, y caleidoscópica, no ha dejado de crecer. Con su tercera colección, en 2016, Dover Street Market le pidió que realizara una instalación en su tienda de Nueva York. Supondría, de hecho, su primer (y muy anhelado) viaje a la Gran Manzana; una auténtica fantasía para un diseñador que solo contaba con 26 años. Y en 2018 ha sido una de las firmas finalistas del prestigioso premio LVMH. Reputado, sí, pero aún una marca pequeña –cuenta con cuatro empleados–, personifica las luchas de los jóvenes creadores: «Ser jefe a la vez que una persona creativa es duro. Enfrentarse a diferentes egos y a los retos que eso acarrea. Estar solo, a la vez que ser extrovertido, a veces todo a la vez. ¡Pero tengo un montón de ayuda!». He gets high... with a little help from his friends