COLECCIÓN
Colección Crucero de Dior
A CABALLO ENTRE EL MITO, LA FANTASÍA Y EL SUEÑO, MARIA GRAZIA CHIURI CELEBRA EL PODER Y LA FEMINIDAD DE LA MUJER EN LA COLECCIÓN CRUCERO 2019 DE DIOR, INSPIRADA POR LA ACTITUD INDEPENDIENTE DE LAS CHARRAS MEXICANAS.
La mujer que decide por sí misma y alcanza lo que se propone en un mundo de hombres sin renunciar a su feminidad no es leyenda, existe. A ella apela Maria Grazia Chiuri en su nuevo manifiesto: «El mensaje es que las mujeres pueden hacer cualquier cosa que se propongan», explica la directora creativa de la división femenina de Dior, a propósito de la colección crucero 2019 de la casa francesa. No, esta vez no hay eslóganes feministas explícitos, más o menos airados, estampados en camisetas con vocación mediática y superventas. Por fin, el poderoso simbolismo de las prendas es el que toma la palabra.
Presentada a finales de mayo en la arena de los Grandes Establos del Domaine de Chantilly, al norte de Francia, la propuesta resort de la firma es una oda tanto a la libertad como a la tradición, encarnada en la figura de las escaramuzas, las jinetes eléctricas mexicanas. «Son el primer equipo femenino que participa en los rodeos. Y es increíble cómo se ha hecho un sitio por derecho en este deporte [tan rudo] llevando a gala las prerrogativas de su condición femenina», continúa la diseñadora italiana (Roma, 1964). La imagen de las mitológicas amazonas, eterno ideal de belleza y poder, ha espoleado a Chiuri a explorar un código indumentario cuya dimensión deportiva sobrepasa las fronteras del género. El resultado es otra vuelta de tuerca a su discurso desde que tomó las riendas de la marca, hace ya dos años, esta vez incidiendo en cierta ensoñación romántica: «Las siluetas resultan muy potentes, pero, al mismo tiempo, también son realmente Dior, ligeras, bellas».
Lo cierto es que la directora artística se ha dejado llevar por el realismo mágico adscrito a la literatura latinoameri- cana de mediados del pasado siglo, en el que lo irreal y extraño ocupan el espacio de lo cotidiano y común. Como Alejo Carpentier, García Márquez o Isabel Allende –a cuya primera novela, La casa
de los espíritus, alude directamente–, Chiuri presenta una estampa tan épica como poética, en este caso a través de la figura de la mujer charra, que puede leerse como una actitud ante la realidad. «El mito, la fantasía y el sueño tienen su propia verdad interna», sentencia.
La silueta de la escaramuza, con su cintura de avispa y sus voluminosos y ornamentados vestidos, define una colección que también quiere evocar un proverbial saber hacer artesano. Las monumentales faldas de tul, acentuadas por extravagantes cinturones anchos, encuentran su contrapartida en las clásicas chaquetas Bar que Christian Dior instaurara en 1947. Y el toile de Jouy, el tejido de algodón indiano estampado por el anverso, especialidad de Chantilly (al igual que el encaje, también presente), recorre conjuntos de americana y pantalón de aire ecuestre, otra revisión de los archivos de la casa. La sombra de la apropiación cultural, para el caso, parece controlada: «Los nexos entre ciertas tradiciones del sur de Italia o Francia con las de Sudamérica son evidentes», concluye Chiuri. Al fin y al cabo, la naturaleza de la moda no es de dónde viene, sino a dónde llega