VIAJAR, SOÑAR, VESTIR.
¡Ay! Que llega el ferragosto, y tenemos que sentarnos encima de la maleta a ver si nos cabe todo. Y vestirnos para el viaje. O, desvestirnos, si nos inspiramos en las celebrities del reality world a las que solo les falta pijama y orinal cuando bajan del avión –privado– abrazadas a la almohada, y con cara y pelos de haber dormido fatal… Criaturitas.
Perdón por el brote de nostalgia, pero antes sí sabíamos viajar. El low cost tendrá muchas ventajas, pero ha convertido el mundo en un enjambre de turistas ávidos de encontrar lo mismo que en casa, en un paisaje diferente. Esta frase para esculpir en mármol no es mía. La soltó la genial Fran Lebowitz en su reciente viaje a España, presentada por Jonathan W. Anderson in person, en un gran momento del verano madrileño, gracias a Loewe Conversations. Ella ni se viste ni se desviste. Va igual esté donde esté: blazer, pantalones y botas en verano, en invierno, en Madrid o en Nueva York, en barco o en avión.
Antes, el mundo era un lugar inexplorado. Viajar era algo extraordinario, y como tal lo abordábamos. Hoy día las trolleys repiquetean por las aceras de las ciudades como martillos neumáticos. Cargamos con demasiadas cosas y, claro, hay que arrastrarlas. Con todo lo que Grace Kelly era capaz de sacar de su adorable maleta en La ventana indiscre
ta: un sueño de camisón de gasa, unas zapatillas de raso dignas de una princesa, artículos de aseo y hasta una vaporosa bata a juego. La Rear Window
Overnight Case se fabricó en su día, ex profeso para ella, y tuvo tal éxito que la casa Mark Cross la vende todavía, igual que hace Hermès con el célebre Kelly.
Entonces, las señoras viajaban con un look a lo Eva Marie Saint en Con la muerte en los talones: traje sastre, casquete, guantes, bolso y zapatos con el tacón razonable para recorrer las terminales de los aeropuertos, antes de que uno tuviera que caminar varios kilómetros hasta llegar a la puerta de embarque. Para viajar, una no necesitaba más que lápiz de labios, una muda de ropa interior y un buen libro. Y el que llevaba Eva Marie lo cambió por una noche en el tren con Cary Grant.
Ahora, nos plantamos el chándal y las zapatillas a lo Britney Spears y subimos a un Madrid-Ibiza como el que toma el bus, pero tenemos que salir del avión escoltados por la policía para defendernos de las hordas en modo despedida de soltero, uniformadas con camisetas de motes bochornosos y adminículos comprados en sex shops. Si para casarse hay que pasar por esto, no es de extrañar que cada vez se case menos gente. Quizás habría que mirar un poco más al pasado y volver a vestirse para viajar