PUERTAS ABIERTAS
Ariadne Artiles nos muestra su nueva casa en Las Palmas de Gran Canaria.
Uno sabe y siente cuándo un espacio es su hogar. Ya me pasó en Madrid y esta es la segunda vez que me sucede con una casa. Antes de comprarla ya la sentía mía. Salí de la primera visita diciéndole a mi madre: ‘Mamá, voy a vivir aquí’». Dicho y hecho. Un año después, Ariadne Artiles (Las Palmas de Gran Canarias, 1982) recibe a Vogue en su nuevo domicilio isleño, un dúplex junto a la playa urbana de Las Canteras, la favorita de los habitantes de la ciudad con sus más de dos kilómetros de arena dorada. «Es una casa muy deseada y llegó en el momento perfecto», explica la modelo que, aunque salió muy joven de la isla, confiesa que siempre soñó con una casa «en estos charquitos donde me crié». Cuando se quedó embarazada sintió que era el momento de volver y tener un lugar donde dejar las cosas y no tener que hacer maletas. Un hogar, en definitiva. Buscó durante mucho tiempo hasta dar con él. Ya a punto de dar a luz, con la ilusión de que su hija Ari naciera ahí, se lió la manta a la cabeza y empezó a tirar muros y a romper techos. «El espacio tenía muchas posibilidades. Podía derribarlo todo y dejarlo diáfano. Quería una cocina amplia y abierta, que ocupara parte del salón. Era una de mis prioridades. Me gusta cocinar para la familia y los amigos, pero es aún más divertido si tienes a alguien en la barra picoteando contigo con un buen vino». El resultado, dice, es una casa acogedora y familiar, en la que se respira hogar y playa, que inspira vacaciones. «Cada rin- cón es muy mío, muy nuestro. El baño de Ari está hecho con mucho cariño, diseñé los muebles y le abrí una ventana al salón de la buhardilla –el espacio favorito de la modelo–. Me recuerda a las casas que dibujan los niños. Otro lugar maravilloso es la habitación, desde donde vemos y oímos el mar. Solo eso. Son momentos que no se pueden explicar».
Implicada personalmente en la decoración, contó además con el consejo de su cuñado, el interiorista Luis García Fraile, –«un mago de la decoración»–, a la hora de definir algunas cosas. La madera, los colores naturales, el azul y la vegetación son protagonistas en la vivienda. «El verde nos transmite el poder de la naturaleza, pone un toque salvaje dentro del hogar. Las plantas son una parte muy importante de cómo nos sentimos en casa», puntualiza. Los sombreros también ocupan un lugar sustancial en la decoración, cubriendo, por ejemplo, las paredes de la entrada o del vestidor de la modelo.
Me he enamorado de cada pieza que hay en la casa. Quería crear espacios acogedores y que respiraran naturaleza. Por eso, casi todos los muebles son de madera –la mayoría adquiridos en Asitrade (Madrid)–, los lavabos de piedra natural o las lámparas de fibras de palmera de fabricación artesanal». Entre todos, Ariadne muestra especial querencia por una bañera antigua que trajo de Londres, su silla infantil de madera rosa que treinta años después ha rescatado de la casa de su
madre para Ari y que tantos recuerdos infantiles le traen, o la butaca de lactancia.
Alos 17 años, Ariadne Artiles cambió la apacible vida isleña por una existencia nómada. De 2000 a 2005, vivió en Miami; luego regresó a Europa y en 2008 volvió a cruzar el océano para instalarse a Nueva York, donde residió varios años. «Realmente no es una ciudad americana, sino del mundo. Me gusta mucho la mezcla que hay. Allí conocí el yoga, en el centro Jivamukti, una práctica que mantengo a día de hoy y que me ha cambiado y ayudado a sentirme mejor», comenta esta mujer que ha hecho del bienestar un estilo de vida. Tras Nueva York, vuelta a Madrid hasta que hace aproximadamente un año se instaló en su tierra natal para entregarse en cuerpo y alma a la familia. «Todo –dice– esta- ba planeado. He trabajado mucho durante dieciséis años. Soy como una hormiguita y las cosas me han salido bien; he ahorrado para poder vivir ahora de esas inversiones. Me puedo permitir tener mi tiempo, parar y disfrutar cada segundo de mi hija. No quiero perderme nada. Todo lo demás es secundario. Pretendo que sea feliz con lo que de verdad importa y enseñarla eso en una sociedad de consumo no va a ser fácil, pero creo que la educación y la humildad son dos grandes valores que dicen mucho de nosotros».
Esta nueva etapa en la isla no es, sin embargo, definitiva. «No he vuelto para siempre. Me siento ciudadana del mundo, aunque con los años
tono. uno se Siempre va haciendo vi la más isla autóc- como un paraíso –continúa–. Los canarios sabemos que este es un lugar privilegiado para vivir, pero con 17 años, uno es muy inquieto y la necesidad de explorar el mundo estaba ahí, al alcance de mi mano. Ahora valoro más que nunca la forma traquila que tenemos de vivir, ese slow life innato».
No obstante, la modelo no es una persona de ‘ parar del todo’, le gusta estar siempre en activo y tener nuevos proyectos, pero de otra manera. «Quiero gozar de la vida desde casa y si puedo acoplar el trabajo a mi nueva situación lo hago; si no, busco otras opciones». Entre estas, nos avanza, está el libro que está escribiendo. «Hace unos meses me llamó Planeta para que plasmara mi experiencia personal y mi actual estado vital, el estilo de vida saludable que me rodea, así como la cocina de Ari». Cocinar siempre ha sido uno de sus grandes placeres y ahora, dice, tiene el tiempo para dedicarse a este proyecto que saldrá a la luz el año que viene: «Me parece una gran iniciativa poder compartir esta experiencia que tanto me ha enriquecido en este tiempo».
En cualquier caso, concluye la modelo, «no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado para darte cuenta de cuánto has cambiado tú. La vida nómada me ha enseñado a valorar cosas que de adolescente no apreciaba. Ahora me siento una mujer fuerte con una necesidad de vivir lo más sencillo de la vida»