VOGUE (Spain)

MI VIDA DE REVISTA

- Fotografía G ORKA P OSTIGO Texto MARIO XIMÉNEZ

El diseñador JEAN PAUL GAULTIER lleva cinco decenios apostando por la diversidad en la belleza y la moda. Sus creaciones han pasado de dinamitar prejuicios sobre sexo y género a protagoniz­ar exitosas exposicion­es. En su enésima aventura sube su arte a los escenarios. Bienvenido­s a su musical autobiográ­fico, FASHION FREAK SHOW, en el teatro Folies Bergère de París, lugar de culto para el creador.

Poca gente se emocionarí­a tanto con un suflé al Grand-Marnier como Jean-Paul Gaultier (Bagneux, ). «¡Mira cómo ha subido el bizcocho! ¿Y qué me dices del olor? Me llevaría años conseguir algo tan perfecto», exclama, emocionado como un niño, mientras hunde la cuchara en el postre. Uno podría pensar que se encuentra ante un goloso sin redención si no fuera porque el entusiasmo se repite al hablar de la simpatía de la camarera que le ha atendido. O del sol que ha decidido asomar en París este miércoles de septiembre. Pequeñeces por las que cualquier mortal pasaría de largo se convierten en una verbena de estímulos en sus manos. Inspeccion­ando el plato del periodista, confiesa: «Siempre me he emocionado con lo que a otros les parecían nimiedades. De hecho, puede que ese haya sido uno de los secretos para no aburrirme nunca».

Estamos en La Régalade, un restaurant­e recién reformado en el distrito IX de París. El lugar de la cita ha sido escogido por el creador de šš años por estar a escasos de metros del teatro Folies Bergère, institució­n de la ciudad que albergara los mejores espectácul­os de cabaré en las primeras décadas del siglo XX. En este templo vetusto, de fachada art déco e interior enmoquetad­o, Gaultier ha desarrolla­do lo que él mismo ha bautizado como Fashion Freak Show y describe como un «espectácul­o híbrido, cruce entre los desfiles de moda y la revista tradiciona­l». Un musical autobiográ­fico que dirige y diseña junto a la directora de cine Tonie Marshall, la coreógrafa Marion Mottin o el músico Nile Rodgers, y que desvela a Vogue España en la víspera de su première.

En el vestíbulo del teatro, desperdiga­das por el suelo, se reconocen las prendas que le han hecho responsabl­e de varias revolucion­es en la moda del último siglo: la falda-pantalón de su primera colección masculina, The male object (El hombre objeto), que fijó en ¤¥ sus intencione­s de sacudir tópicos en cuanto a sexo y género; una chaqueta de torero en tela vaquera que diseñó en , fruto de su gusto por España; las ceñidas camisetas trampantoj­o de Les Tatouages, que imitaban en § cuerpos cubiertos de tatuajes. Con un simple repaso visual puede vislumbrar­se por qué sus osadías éticas –y estéticas– le han valido el cansino apodo de enfant terrible de la moda, pero es imposible quedarse solo con su faceta de provocador nato.

En su medio siglo de carrera, Gaultier también ha ejercido de director creativo de la firma Hermès (entre ««¥ y « «), expandido su enseña con la alta costura que hoy ocupa el grueso de su negocio, tras abandonar el prêt-à-porter en « §, y vinculado su nombre a la élite de la cosmética, en la que triunfa con la pareja de perfumes Le Male y Classique, aupados por el lanzamient­o de Scandal en « ¬, y su versión más descarada, By Night, a mediados de este año. Ultimando detalles del espectácul­o sentado en el patio de butacas, saltando del inglés al italiano con algun guiño al español, Jean-Paul Gaultier es un raro ejemplo de frescura sin prejuicios en la industria que ahora caricaturi­za sobre las tablas.

¿Cuándo imaginó por primera vez este musical? Creo que a los nueve años. A esa edad, mi abuela solía ver todos los programas de espectácul­os que se emitían en televisión desde el Folies Bergère de París. Yo entonces vivía en Arcueil, una zona a las afueras de la ciudad, y no era muy común ver aquel derroche de

plumas y joyas entre las mujeres del barrio, así que me crié admirando a mujeres como Joséphine Baker. Como era complicado ganar el dinero suficiente para comprar ninguna de esas prendas o ponérselas a mis amigas, tomé a Nana como primer maniquí. Nana es, si no me equivoco, su oso de peluche de la infancia. Exacto. En los recreos, me dedicaba a dibujar bocetos de los trajes que veía en el Folies, y se los aplicaba a ella. Mi profesora de Primaria me descubrió con las manos en la masa y me colocó, con la intención de humillarme, mis dibujos en la espalda para después pasearme por el colegio con ellos. Pero ocurrió al contrario: todas las chicas me pidieron que empezara a dibujarlas. ¿Cuánto hay de nostalgia en recuperar un género sumido desde hace décadas en cierta decadencia? Hay algo, sí, por la ternura de aquellos recuerdos. Cuando acabé viendo una revista en directo, a los …† años, la cosa había empeorado bastante. Las bailarinas llevaban los pechos directamen­te fuera en casi todas las actuacione­s, y los trajes no tenían la calidad de antaño. El técnico de luces dormía siestas entre escenas, y algunas se acababan haciendo a oscuras. Tengo que confesar que aquello me decepcionó bastante. Y de los años setenta, solo guardo buen recuerdo de Revue, con Renèe ‘ Zizi’ Jeanmaire, que diseñó Erté y vistió magistralm­ente Yves Saint Laurent. Más tarde trabajé con Madonna y con proyectos de danza y música, pero esto es mi primera revista propia. Tiene cierta justicia poética, ¿no? Supongo que eso le hizo querer usar su experienci­a como temática. Es que el argumento no podía ser otro que yo mismo, porque mi vida es el espectácul­o más surrealist­a que conozco. La moda puede ser un mundo un tanto ridículo, de ahí que algunas figuras esperpénti­cas se reflejen en varios personajes. Hemos cruzado referencia­s a mis coleccione­s, como el James Blond de Andreja Pejic en el otoño-invierno ˜™……, con otras a musas y amigas como Farida Khelfa o Anna Cleveland, que además actúa. España ha sido uno de los países a los que más ha acudido en busca de refugio e inspiració­n. ¿Cómo se refleja este vínculo en el musical? Hay una capa de matador y también proyeccion­es de Kika, la película de Pedro Almodóvar para la que diseñé el vestuario de Andrea Caracortad­a, el personaje de Victoria Abril, en …œœž. Pero mi nexo con España se resume bastante bien en un nombre: el de Rossy de Palma. Se le ha tildado de provocador nato durante toda su carrera. ¿Qué opina ahora de que algunos le definan como un clásico? En muchos casos, la idea de provocació­n venía más de la percepción ajena que de mis intencione­s. Mi objetivo nunca ha sido causar impacto por el hecho de hacerlo, sino expresar lo que para mí es normal. Desde que empecé, en …œ¡¢, vi que la moda estaba alejada de la mujer porque funcionaba de espaldas a ella. Quise hacer algo que aunque no fuera por la vía de lo práctico, hiciera a las chicas soñar como lo hace un libro o una película. Añadió la división de alta costura a su negocio de prêt-à-porter en . ¿Por qué decidió quedarse solo con la primera en ? Para ser honesto, creo que la moda hoy se centra más en mostrar y vender algo más que prendas. La gente está mucho menos obsesionad­a que hace una década (cuan- do esta industria era mucho más elitista) con eso de aparentar, pero a la vez somos mucho más consumista­s que entonces. Los japoneses, por ejemplo, arramplan con todo lo que ven e inundan las tiendas de lujo, por lo que uno podría lanzarse a pensar que la moda se ha democratiz­ado. Esto es bueno para la economía, pero te obliga a pensar en qué concepto quieres vender y a quién quieres llegar. Antes de dedicarse exclusivam­ente a su firma homónima, ejerció de director creativo para la casa Hermès, entre y . ¿Qué diferencia­s marcan ambos trabajos? Toda mi vida he trabajado con y para otros, desde que empecé como asistente de Pierre Cardin en …œ¡™. He diseñado prendas para Madonna, Pedro Almodóvar, Luc Besson. Siempre funciono de manera similar: creando una historia concreta en cada caso. De mi experienci­a trabajando con otros he aprendido una cosa: no hace falta tener un gran presupuest­o para hacer algo bueno, sino trabajar con gente abierta a aceptar nuevas ideas. ¿Qué piensa el hombre que en enfundó a sus colegas masculinos en faldas sobre la corriente de la moda sin género que ahora defiende esta industria? Cuando yo diseñé las primeras faldas para hombre, que tenían pantalones debajo de las mismas, no era mi intención ridiculiza­rlos. No era irónico. Quería que se entendiera que un clásico del armario femenino también puede funcionar para ellos. Voy a poner un ejemplo sencillo, pero muy significat­ivo: la americana que llevas tiene un bolsillo interior en el pecho para tu cartera. Pero si fueras una mujer, no lo tendrías. Porque en el mundo que hemos construido, son ellos los que pagan. ¿Es su primera colección en –bautizada El hombre como objeto– en efecto una respuesta a esa doble moral? Sí, pero es una reflexión que venía de tiempo atrás, cuando me topé en el París de los años sesenta con una valla publicitar­ia de la marca de ropa interior masculina Eminance. Era una imagen en blanco y negro que mostraba a un hombre impresiona­nte en calzoncill­os, y una pareja que se paró junto a mí murmuró: «El modelo debe ser gay», y siguieron caminando. Daban por hecho que un varón heterosexu­al jamás se exhibiría así, cuando estaban acostumbra­dos a empacharse de mujeres semidesnud­as a todas horas en cine y televisión. Desde entonces, siempre he querido demostrar que más allá del macho alfa y la hembra hipersexua­lizada, hay un mundo de maravillos­as posibilida­des. Uno de sus primeros trabajos fue en Jean Patou, cuya reapertura acaba de ser anunciada. ¿Qué opina de reactivar firmas históricas? No hay una regla universal, creo que se trata de entender el espíritu de la marca y saber combinarlo con tu identidad para no quedarte alienado. [Hedi] Slimane logró cosas impensable­s en Saint Laurent, viniendo de un predecesor catastrófi­co. ¿Y usted, se plantea entregar el testigo de su firma en el futuro? Solo se me ocurre una persona a la que no me cuesta imaginarme en el cargo. Y es, precisamen­te, Slimane ¬

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