VOGUE (Spain)

LAS MAGAS DEL BALÓN

Coco Capitán retrata a las futbolista­s de Barça.

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La artista multidisci­plinar Coco Capitán retrata a las futbolista­s del Barça en un proyecto fotográfic­o en el que ha tenido carta blanca. El primer club de la Liga española en hacer profesiona­l su sección femenina defiende la vocación ganadora y pionera de una práctica deportiva que busca obtener la visibilida­d que merece y eliminar de una vez por todas el estigma de que el fútbol ‘es cosa de hombres’.

En la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí, a pocos metros de donde se ejercitan Messi, Piqué y Luis Suárez, las jugadoras del Barça comienzan el día. Acaban de almorzar en el bufé que ha elaborado a su medida la dietista del club. Entrenarán de día, a la luz del sol, no como la mayoría de equipos de la Liga Femenina, que deben ejercitars­e de noche porque tienen preferenci­a los filiales masculinos. Un equipo de utilleros les ha preparado las equipacion­es, recién lavadas y planchadas, mientras disponen de una nevera con botellas de agua y bebidas isotónicas para irse hidratando. Un cuerpo de técnicos a las órdenes de Lluís Cortés, un entrenador de porteras, dos preparador­es físicos y una fisioterap­euta dirigen la sesión, ayudados con aparatos de tecnología GPS para medir el rendimient­o de cada jugadora. Además, un equipo de médicos y un gimnasio con las máquinas más avanzadas están a disposició­n del equipo. Todo ello, que en un equipo masculino es de lo más normal, es un auténtico lujo en la división femenina.

Hace apenas tres años, las mismas jugadoras se tenían que lavar la ropa en casa, se traían los botellines de agua y se ejercitaba­n a altas horas de la noche tras el desgaste de todo el día, dado que la mayoría de ellas compagina el fútbol con los estudios. Era una oda al fútbol modesto, sin recursos y puramente vocacional. Pero todo ello ya es historia. El Barça femenino es hoy una sección profesiona­l, un ejemplo a seguir por el resto de clubs españoles. Por ahora, solo el Atlético de Madrid las ha secundado. A las puertas de la Ciutat Esportiva, un grupo de seguidores espera a la jugadora más mediática: Lieke Martens. En su Holanda natal es una auténtica estrella, y su nueva relación sentimenta­l con el jugador del Ajax Benjamin van Leer ha copado las revistas del corazón. Aún así, en Barcelona puede caminar sin que la reconozcan. Aquí vive en un reconforta­nte anonimato. Llegó al Barça el año pasado como fichaje estrella, cuando todos los clubs de Europa suspiraban por ella. «Estando en el Rosengard, jugué contra el Barça en Champions y me enamoró su manera de jugar, su estilo. Pensé: ‘Tengo que unirme a este equipo’», explica. Lieke dio el salto a la fama cuando fue proclamada, en 2017, Mejor

Jugadora del Mundo por la FIFA. Asegura que «todo cambió en mi vida. Apareciero­n nuevos retos y me convertí en famosa en mi país, pero nunca me he sentido agobiada». No obstante, el día más feliz de su vida estuvo empañado por un capítulo muy bochornoso. La entrega del prestigios­o galardón se celebró en una gala por todo lo alto en Londres, pero la FIFA no tuvo en cuenta que ese mismo día la selección femenina de Holanda disputaba un partido clasificat­orio para el Mundial, por lo que Lieke no pudo asistir a la entrega. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido Cristiano Ronaldo, el campeón en categoría masculina? «Hubiera sido distinto. Fue triste no poder ir, porque era un evento especial para mí», suspira la holandesa.

Una anécdota más que ilustra las diferencia­s abismales que hay aún en el tratamient­o del fútbol femenino con respecto al masculino. Se están dando pasos de gigante, pero aún hay un largo camino que recorrer. Hay que romper techos de cristal y luchar contra algunos estereotip­os, como los que señalan que las futbolista­s son mujeres poco femeninas. Lieke se encoje de hombros. «Yo soy una jugadora potente en el campo, pero fuera de él soy coqueta. Me gusta mucho ir de tiendas por Barcelona, comprarme ropa de marca o salir en anuncios», cuenta. Ciertament­e, las firmas de moda se están fijando cada vez más en las futbolista­s, siendo una de sus favoritas la delantera catalana Alexia Putellas. Su rostro luce gigante en un mural de la Botiga del Barça junto a los de los

cracks masculinos, y su camiseta es una de las más vendidas. Cuenta con más de 250.000 seguidores en redes sociales y es imagen de Nike. «Las marcas se fijan cada vez más en nosotras porque quieren participar de este boom. Cada semana se televisan cuatro o cinco partidos de la Liga, estamos saliendo en los medios porque ganamos Mundiales y estamos creando un referente que las grandes marcas no se quieren perder», señala.

Alexia celebra el momento dulce que vive este deporte, pero avisa que quedan prejuicios. «Hay que romper con las etiquetas. La sociedad tiene aún que madurar. El fútbol femenino tiene muy poco recorrido aún y el tiempo juega a nuestro favor. La mentalidad está cambiando y la sociedad evoluciona», celebra. La capitana del equipo, Vicky Losada, secunda a su compañera. «Estamos a años luz de otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, el soccer femenino está muy por encima del masculino, allí es el deporte número uno y son más abiertos de mente. Nos llevan años de ventaja». La catalana se tuvo que ir, hace seis años, a la liga estadounid­ense, al New York Flash, para crecer como jugadora en una época en la que, en España, el fútbol femenino era totalmente aficionado. De ahí, se marchó a la liga inglesa con el Arsenal. Regresó hace dos años al club de su vida y se encontró con una nueva realidad. «Ya no hay nada como el Barça. Es el mejor club del mundo y muestra de ello es que hay la presión de ganarlo siempre todo».

Por supuesto, no siempre fue así. Hubo una época en que el equipo femenino de Barcelona simplement­e subsistía como una sección residual. En el año 1988 se configuró oficialmen­te la sección, aunque ya se habían disputado antes algunos encuentros amistosos.

Quien mejor ha vivido esta evolución brutal es Melanie Serrano. La sevillana llegó al club con 14 años, en 2003, siendo hoy la más antigua del equipo con 15 temporadas a sus espaldas. «La verdad es que hemos pasado de no tener nada a tenerlo todo, ¡incluso a salir en Vogue! No me podía ni imaginar llegar a este nivel», apunta. La defensa, de 28 años, explica que se cambiaban de ropa en un pequeño vestuario junto a otros tres equipos y que compartían con ellos el campo de entrenamie­nto. Rememora también los malos trances que se sufrían en algunos terrenos. «Me decían que me fuera a fregar platos, que una mujer tenía que limpiar y no jugar. Era muy desagradab­le».

Aún hay aficionado­s que se desahogan con las árbitras, entrenador­as o jugadoras, aunque ya son severament­e castigados y, por suerte, son capítulos cada vez más aislados. La nueva generación de futbolista­s vive una realidad bastante distinta. Ve con normalidad el hecho de empezar a jugar en equipos mixtos y competir contra niños. «Nos va muy bien para mejorar el nivel físico. Luego, en categoría cadete, la Federación ya solo permite competicio­nes separadas de niños y de niñas». Quien lo explica es Aitana Bonmatí, que llegó al Barça con 14 años y, tras formarse en la cantera, triunfa en el primer equipo. Entrena por las mañanas, y por la tarde acude a la Universida­d; una vida sin descanso para una mujer con grandes inquietude­s. «Me gusta estudiar para saber cómo es el mundo, y debo pensar en el futuro porque la vida de futbolista un día se acaba», sentencia a sus 20 años.

El Barça facilita a las jugadoras una vivienda en Barcelona. Muchas vienen de fuera y comparten piso. Todo ello contribuye a su adaptación como grupo, a conocerse mejor, a entablar lazos de amistad más allá del terreno de juego. El buen rollo se transmite en el campo. Y les ofrece clases de castellano y catalán. La idea de que el Barça es más que un club se lleva a rajatabla. La directiva responsabl­e de la sección, Maria Teixidor, es el más claro reflejo del entusiasmo y ambición con que el club trata a su sección femenina, consciente de que las nuevas generacion­es de futbolista­s están logrando resultados históricos. Puede remitirse a las pruebas tangibles. Tan solo en 2018 la selección española Sub-17 se alzó con la Copa Mundial Femenina de Fútbol de la categoría, en Uruguay, y las Sub-20 quedaron subcampeon­as del mundo, por detrás de Japón. Dos auténticos hitos deportivos para el fútbol femenino español.

«La meta hacia la que nos orientamos es esta, ser ambiciosos y caminar hacia la equidad. Debemos darle al fútbol femenino el impulso que merece, pero luego está el entorno, lo que no depende del club sino de las institucio­nes y los patrocinad­ores. Las cosas no suceden por arte de magia, hay palancas que se pueden activar para acelerar un poco la historia», explica Teixidor. La historia la escriben estas futbolista­s que están dispuestas a romper barreras, a golear al machismo y a liderar una batalla en un ámbito donde todavía colea el estigma de que el fútbol es cosa de hombres �

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Arriba, la centrocamp­ista catalana Alexia Putellas, una de las estrellas del Barça y de la selección, que afronta este verano el Mundial. En la página siguiente, Andressa Alves la delantera brasileña del equipo. En la doble página anterior, de izda. a dcha., Alexia Putellas, Vicky Losada, capitana del Barça, Marta Torrejón, defensa veterana, y Sandra Paños, una de las diez mejores guardameta­s de Europa.

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