CON VISTAS A LA PRADERA
LA DISEÑADORA NEOYORQUINA BATSHEVA HAY ABANDERA, CON SUS VESTIDOS ROMÁNTICOS DE CORTE CAMPESTRE, UN MOVIMIENTO ESTÉTICO QUE SE VINCULA A LA INTELECTUALIDAD Y PONE ESTAMPADOS A UNA NUEVA MODERNIDAD EN EL ARMARIO FEMENINO.
Un vestido de Laura Ashley, atesorado por Batsheva Hay desde su adolescencia, tuvo la culpa de todo. Al verlo completamente desgastado, y ante la imposibilidad de arreglarlo, la costurera neoyorquina se propuso recrear el patrón para poder confeccionar varias versiones. Rastrear eBay en busca de tejidos fue lo que terminó de alimentar su pasión creativa. Por eso, en 2016, a sus 35 años, decidió abandonar el despacho de abogados de Manhattan donde trabajaba para convertir su apartamento en un taller de costura a tiempo completo. El resultado fue un repertorio de vestidos, de corte campestre e innegables referencias amish, que hubieran enloquecido a las mujeres de la familia Ingalls. ¿Un movimiento estético arriesgado? Más bien una defensa acérrima de la sobriedad como herramienta para combatir la hipersexualización que domina la imagen que la moda da de la mujer hoy. «Mis prendas apelan a esa nueva mirada femenina y ponen de relieve cómo nuestra cultura cada vez es mas escéptica frente a los planteamientos de la sexualización masculina», explica Hay. Su trabajo parte de una exploración concienzuda de la vestimenta tradicional estadounidense, a través de la cual extrae sus aspectos más hermosos y contundentes, dejando al margen las nociones más anticuadas de la feminidad. «Es imposible negar la influencia que el pasado tiene sobre la forma en que vestimos hoy», asegura. Ese romanticismo a lo La casa de la pradera ya prolifera en las aceras de las grandes ciudades, simbolizado lo que ella llama «el lujo urbano definitivo: la libertad de elegir la ropa que queremos llevar»�