La pasarela rinde homenaje a las brujas.
Esta temporada la pasarela no ha podido resistirse a sus hechizos, celebrando así un símbolo que, más allá de lo estético, reivindica un profundo sentido de la sororidad.
De Salem directas a un salón de costura. La alargada sombra de la bruja se pasea esta temporada por las pasarelas con una intención que busca reconciliarse con sus raíces feministas. Desde el aquelarre victoriano de Rei Kawakubo en el final de su desfile de Comme des Garçons, hasta los símbolos esotéricos bordados en las prendas de Viktor & Rolf. Pero no pensemos en personajes legendarios sacados de un tratado casi mitológico. La bruja moderna, como explica Lisa Lister en su libro Witch. Unleashed. Untamed. Unapologetic. (ed. Hay House), «representa esa parte de cada una de nosotras que ha sido censurada, ignorada o castigada. Una bruja es una mujer en plena facultad de sus poderes». De una u otra forma, su atractivo forma parte de un campo creativo por el que han paseado tanto cineastas como diseñadores. Que se lo digan a Alexander McQueen, quien dedicó su colección de o/i 2007 a Elizabeth Howe, una pariente que descubrió en su árbol genealógico, y que fue acusada y ejecutada en los juicios de Salem de 1692. La nueva colección de H&M Studio, sin ir más lejos, es una celebración de la hechicería traducida a las necesidades de la vida urbanita. La industria se aferra de este modo al misticismo para seducir a un nuevo sector del mercado que busca satisfacer sus necesidades inmateriales por encima del mero consumismo