La vibrante colección de Richard Quinn para Moncler.
CON SOLO CUATRO DESFILES A SUS ESPALDAS, EL DISEÑADOR BRITÁNICO SE HA CONVERTIDO EN UNO DE LOS NOMBRES MÁS RELEVANTES DE LA moda británica. SU ESTÉTICA CONTUNDENTE, DE ESTAMPADOS VIBRANTES Y SILUETAS VOLUMINOSAS, PROTAGONIZA SU PRIMERA COLECCIÓN PARA Moncler.
No resulta sencillo encontrar el estudio de Richard Quinn (Londres, 1990). Escondido bajo las vías del tren, en el barrio londinense de Peckham, y flanqueado por garajes y empresas de construcción, la edificación de ladrillo rojo de una planta difícilmente trasluce lo que se esconde en su interior. Tres imponentes impresoras industriales, dos de ellas digitales y una manual, y más de una centena de voluminosos vestidos estampados con flores descansando sobre una mesa central, confirman que el negocio del número 6 de la calle Station Passage poco tiene que ver con el de sus vecinos. «Nací y me crié en esta zona de la ciudad. Mi padre tiene su empresa de andamios en esta misma calle. Sentía que mi lugar estaba aquí y no en East London», reflexiona el diseñador inglés.
Con tan solo cuatro colecciones a sus espaldas, Richard Quinn se ha convertido en uno de los nombres claves para entender el panorama actual de la industria de la moda británica. Graduado en diseño de moda en Central Saint Martins, con una posterior especialización en estampados –cursó un máster al respecto en dicho centro–, la belleza dramática de sus creaciones ha seducido a crítica y público. También a la reina de Inglaterra, que el 19 de febrero de 2018 se sentó junto a Anna Wintour en la primera fila de su desfile de otoño/invierno 1819 –nunca hasta entonces su majestad había acudido a uno–, antes de entregarle el primer premio Isabel II al mejor diseñador británico. «No supe que vendría hasta el día anterior. Y cuando tienes a 15 costureras haciéndote mil preguntas tu último pensamiento es que la reina va a ver tu colección. Pero fue muy bonito, sobre todo porque estaban mis padres, impactados con su presencia», bromea. «Además, la noticia tuvo un alcance internacional y al día siguiente teníamos decenas de peticiones de medios de comunicación de todo el mundo».
No era esta la primera vez que Richard Quinn ganaba un concurso. En 2017, pocos meses después de haber fundado su firma homónima, el creador se hacía con los 50.000 euros del premio al mejor diseñador otorgado por el gigante H&M. «Los comienzos siempre son duros, así que ese dinero llegó en el momento oportuno. Me recorrí el país en busca de equipamiento de segunda mano. Todas las mesas de trabajo que ves las hice yo mismo», recuerda. Con un olfato infalible para los negocios, Quinn encontró la forma de rentabilizar aquellas impresoras a través del alquiler de las mismas a otras firmas de lujo británicas, como Burberry, Ports 1961 o JW Anderson, además de prestárselas gratis a estudiantes y otros jóvenes diseñadores. «En mi familia desde pequeño me enseñaron que hay que trabajar duro para poder comer. Y, a través del alquiler de las impresoras, al menos nos da para pagar los gastos del estudio», concede.
Parapetado tras una fachada de timidez, Quinn esconde una voluntad férrea, imprescindible cuando no se siguen los dictados generales de la industria. A la producción artesanal de sus estampados, todos realizados en su taller, suma la fabricación local de casi el 100% de sus colecciones, a excepción de algunos bordados realizados en India: «Mientras estudiaba, conseguí una beca en Stella McCartney. Allí aprendí que no hay otra forma de hacer las cosas que de manera sostenible. Que cada cual tiene que buscar su patrón de conducta, pero que cada pequeño gesto cuenta. Además, al producir en Inglaterra tenemos más poder de rectificación sobre los diseños». También ha impuesto su fórmula de compra y venta a los distribuidores de sus colecciones, entre los que se encuentran Matchesfashion, Net-a-Porter o Bergdorf Goodman. El diseñador produce bajo pedido, sin posibilidad de rebajas o devoluciones. «Tengo un equipo de gente a la que hay que pagar todos los meses. No somos hermanitas de la caridad. Así que si quieres diez vestidos de un modelo, los hacemos y los pagas. Hasta ahora nadie se ha quejado», afirma.
Con un equipo compuesto por cinco personas fijas, entre ellas la hermana del creador, con la que trabaja codo con codo desde el principio, la firma alterna sus colecciones propias, que desde 2018 presenta en el calendario oficial de la semana de la moda de Londres, con colaboraciones con marcas como Liberty, H&M, Debenhams y Moncler. La última, a la venta desde el pasado 12 de septiembre y que ya cuenta con segunda parte, prevista para el próximo mes de febrero, se enmarca dentro del proyecto Moncler Genius, donde ya participan otros nombres como Simone Rocha o Pierpaolo Piccioli, y que forma parte de la nueva estrategia global de imagen del grupo italiano, cuyos ingresos han aumentado un 19% en el último ejercicio. «Giovanna Battaglia es una de nuestras clientas, además de amiga de Remo Ruffini [presidente y director general de la firma]. Por lo que tengo entendido, un día ella llevaba uno de nuestros abrigos y a él le gustó. Vinieron a verme para ver si estaría interesado en colaborar con ellos y, por su puesto, dije que sí. El proyecto es genial», concede. La colección, que consiste en una serie de plumíferos y monos de punto, además de zapatos y bolsos, reúne alguna de las obsesiones más recurrentes del creador inglés. «Las siluetas, con grandes volúmenes, están inspiradas por la alta costura, y los estampados de flores son maximalistas. Me gusta esa idea de opulencia, aún cuando todos los diseños tienen un corte deportivo. El resultado es algo surrealista y kitsch. Entendiendo que todo está hecho de forma intencionada», explica.
Precocidad y talento se aúnan en la figura de este joven creador, que no solo duplica ventas con cada nueva colección, sino que además, creativamente hablando, se ha convertido en una de las promesas más incuestionables de la moda británica. En su mesa de trabajo, situada en la segunda planta del taller junto a una de sus impresoras digitales ya renovadas, se acumulan los bocetos de la que será su quinta colección, primavera/verano 2020, y uno de los desfiles más esperados de la temporada. «Este no es un negocio basado en la vanidad. Por supuesto que tenemos que vender, pero nada de lo que hago tendría sentido si no causase emoción, o si mis colecciones estuviesen vacías de sentimientos. Quiero que mis desfiles sean recordados dentro de unos años y que cuando una mujer se compre uno de mis diseños lo mantenga en su armario toda tu vida», afirma