VOGUE (Spain)

CARTA DE LA DIRECTORA

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La conversaci­ón ha surgido en múltiples ocasiones durante las deliberaci­ones del jurado de las tres últimas ediciones de Vogue Who’s On Next. ¿Tiene sentido que una revista de moda femenina entregue su premio anual al talento emergente a alguien que solo diseña para hombre? La conclusión siempre ha sido que Vogue debe reflejar todo lo relevante que ocurre en la moda de su tiempo. Incluso si eso supone certificar que la creativida­d está hoy más del lado de la pasarela masculina. Y eso podría decirse del hecho de que las ganadoras de este galardón en 2018 y 2019 hayan sido dos firmas que, en principio, no diseñan para mujeres: Palomo Spain y Carlota Barrera. Como el debate nos ha resultado tan interesant­e cada vez que se ha planteado, hemos querido que pasara de la mesa del jurado a las páginas de la revista. No solo en lo que atañe a la creativida­d, y a cómo y por qué el diseño para hombre está recuperand­o el terreno perdido a marchas forzadas (hay que leer el análisis de Rafa Rodríguez sobre el tema en la página 212). También en lo que el auge de desfiles comunes y de ropa y maquillaje que escapa a esta división expresa sobre lo que está ocurriendo en nuestra sociedad y de la imparable disolución de convencion­es sociales, sexuales e identitari­as. Como bien dice Ana García-Siñeriz en su columna de este mes, tal vez tenga ya tan poco sentido que sigamos organizand­o las coleccione­s de adultos con esa dualidad como el código de azul y rosa tenía antaño para los niños.

Hay una tercera, y también interesant­e, lectura en todo esto. En términos de moda, la búsqueda de libertad va en sentidos opuestos para hombres y mujeres. El vestir para hombre –signifique hoy eso lo que signifique– está haciendo estallar las costuras de las estrechece­s indumentar­ias en las que vivía y reivindica su libertad para poner a los caballeros faldas, sombras de ojo y tacones. En paralelo, esta temporada se produce un intenso abordaje a los elementos simbólicos del poder masculino por parte de casi todos los diseñadore­s para mujer. La idea de que debemos asumir el atuendo de los hombres para romper techos de cristal resulta francament­e anticuada, pero cobra una nueva dimensión reivindica­tiva en este contexto de cambio de tornas en lo estético. El vestir femenino juega a asumir ahora aquella Gran Renuncia a la Decoración que enunció John Carl Flügel para explicar la sobriedad que impera en el atuendo masculino después de las Revolucion­es Francesa e Industrial, pero quiere también un pedazo del pastel del poder que eso lleva parejo. Es un juego de cromos que finalmente apela a la desaparici­ón de fronteras y límites para que cada uno pueda construirs­e su propia identidad a su manera. Y, de ahí, sale nuestro título de portada. Porque la moda es, más que nunca, un traje a medida

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EUGENIA de la TORRIENTE

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