Pronombres de género. Manual de uso.
En una sociedad que necesita de modelos de conducta para avanzar hacia el cambio, nombres como el de SAM SMITH, INDYA MOORE o ALEX MACFARLANE ponen en relieve la compleja riqueza que encierra la diversidad de géneros no binarios que experimentan miles de personas en el mundo. El futuro será empático o no será.
La historia comienza en un restaurante de comida rápida. Hora punta en el centro de la ciudad, y una persona espera su pedido enfundada en una microbermuda vaquera y camiseta de tirantes amarilla. Pronto acapara la atención de otros usuarios, atascados en la idea de cómo el sujeto de su atención escapa a la masculinidad de su género. De la nada, un hombre se acerca para insultarle y vejarle, advirtiendo que su aspecto y atuendo es un insulto para los demás y obligando a la policía local a personarse en el lugar. La agresión, lejos de ser ficticia, tuvo lugar en un McDonald’s cercano a la plaza de Catalunya de Barcelona, y más allá de la flagrante homofobia del agresor, suscita una pregunta más profunda. «¿De quién es el problema? ¿De la persona que atrae la atención o de su espectador intolerante, falto de recursos para entender una apariencia distinta a la que entiende su cerebro?». Ofrece la reflexión Pitu Aparicio, una educadora social especializada en género, sexualidad y drogodependencias que lleva diez años trabajando con adolescentes en cursos de sexualidad, género y coeducación. «Mi pregunta es una llamada a la responsabilidad para todos, una invitación a asumir que somos nosotros quien, a menudo, no estamos para asumir y aprehender la diversidad de género».
Esta instancia a replantearnos cómo trata la sociedad con personas de género no binario –ya sea bajo los nombres de género fluido o no binario, agénero, e incluso los anglosajones genderqueer y genderfuck– sirve para poner en relieve la ignorancia que aún existe en torno a ellos. Sin ir más lejos, Sam Smith sorprendió el pasado 13 de septiembre con un sincero y humilde alegato en cuanto a su género en su cuenta de Instagram: «He decidido cambiar mi pronom
bre a ELLX/ELLXS. Después de toda una vida en guerra con mi género he decidido abrazar lo que soy, por dentro y por fuera. Estoy muy emocionado y me siento muy privilegiado de rodearme de personas que apoyan mi decisión, aunque he estado muy nervioso de anunciar esto porque realmente me importa lo que la gente pueda pensar. Entiendo que habrá muchos errores y fallos de género, pero todo lo que pido es que, por favor, lo intentéis. Todavía no estoy preparado para hablar sobre lo que significa ser de género no binario, pero estoy deseando poder hacerlo. Sed amables». Así, una estrella musical que suma 27 millones de seguidores en sus redes sociales consiguió dar un paso agigantado para la normalización de un asunto que aún precisa de figuras que construyan su imaginario. La cultura en la que vivimos hace imprescindible la existencia de referentes como Smith, Ruby Rose, Lena Waithe o Alex MacFarlane, que en 2003 se convirtió en la primera persona con «sexo indeterminado» en su carnet de identidad australiano. «Estos referentes son imprescindibles para que la sociedad avance», añade Aparicio. «Cuando la población puede empatizar con esa figura pública, es cuando empiezan a estar listos para asumir una lección en su estructura mental y social».
Según la antropóloga Gayle Rubin, que en 1984 acuñó el concepto ‘sistema sexo/género’, es importante no pasar por alto la raíz del conflicto: si nacemos con órganos genitales femeninos, se nos asocian unos atributos y rasgos que no tienen por qué ser necesariamente los que desarrollemos en el futuro. Esto es lo que Rubin definió como conductos de género, describiéndolos como el «conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas». El error, según su tesis, está en que siempre que dotemos a alguien de un atributo que arranca en su nacimiento, estamos culpándole de que no lo satisfaga en el futuro.
La dificultad para quienes viven y sienten fuera del binarismo es evidente usando lo cotidiano como ejemplo. Desde el momento de acudir a un cuarto de baño, donde entrar al que no corresponde con su apariencia externa le supondrá un problema con otras personas, hasta el proceso de crearse una cuenta en una red social como Facebook. En el caso de Estados Unidos, en 2014, la plataforma de Mark Zuckerberg amplió a 54 las opciones identitarias. «Para mucha gente esto no significará nada, pero para algunos tendrá un impacto y significa un mundo», razonó entonces el ingeniero de Facebook Brielle Harrison. En España, de momento, la compañía admite tres opciones: masculina, femenina o neutro (con opción de personalizar esta última), sin adoptar hasta ahora la medida de su homóloga anglosajona. ¿Por qué se necesita esta variedad de opciones? La actriz Indya Moore, conocida por su papel en la serie Pose sobre la escena del voguing en los años ochenta, lo argumentaba con certeza en su perfil de Twitter el pasado septiembre: «Los pronombres de género no binario no son complicados o inconvenientes. Lo inconveniente es estar rodeada de gente que reconoce tu existencia a base de discutir tu identidad, ilegitimizarte, intimidarte y asesinarte porque no experimentas el género del mismo modo que ellos». No obstante, Moore añadía que «en lugar de criminalizar a la gente por ser ignorante, lo que todos deberíamos hacer es proporcionar más educación al respecto».
Una educación que parte de algo tan sencillo y a la vez tan ignorado por muchos, según Pitu Aparicio, como la importancia de discernir entre conceptos como sexo, género y orientación. «La identidad es aquello con lo que te identificas: una mujer u hombre cis se identifican con su sexo, mientras que una persona trans no se identifica con su género asignado al nacer. La palabra ‘trans’ habla del tránsito, pero en este también hay muchos estadios posibles. De hecho, existe una parte muy invisibilizada de la población que no se identifica con su género de nacimiento, pero tampoco tiene necesidad o intención de transitar hacia ningún otro», arguye. «En tercer lugar, es importante separar estos dos conceptos de orientación, que habla exclusivamente de hacia quién van dirigidos nuestros deseos sexoafectivos». Otros conceptos sobre orientación a separar son los de bisexual y pansexual, este último más célebre desde que la cantante Janelle Monáe se definiera como tal en una entrevista a Rolling Stone. En el documental Genderbende (2017), la directora Sophie Ros explora cómo la bisexualidad se refiere a un espectro más reducido, el binario, mientras la pansexualidad abarca a todos los géneros no binarios como posibles objeto de deseo y atracción. Un término en el que también se han incluido personajes como Miley Cyrus, Bella Thorne o Kristen Stewart, que en 2015 concedía: «Creo que en unos años, habrá mucha más gente que no necesite pensar en si es gay o hetero. Simplemente, cada uno hará lo que sienta».
La educación a la que Moore aludía en su tuit debería también ir ligada al lenguaje, pero este factor todavía tiene un largo camino pendiente. El pasado septiembre, casi en paralelo a la inclusión del pronombre ‘they’ en el diccionario estadounidense Merriam-Webster, varios colectivos feministas y LGTBI iniciaron una petición para que la Real Academia Española hiciera lo propio con diferentes propuestas de sufijos neutros. Su respuesta fue la siguiente: «El uso de la @ o de las letras ‘e’ y ‘x’ como supuestas marcas de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género». Y añadía: «No es esperable que la morfología del español integre la letra ‘e’ como marca de género inclusivo, entre otras cosas porque el cambio lingüístico, a nivel gramatical, no se produce nunca por decisión o imposición de ningún colectivo de hablantes».
Pese a que cierto inmovilismo en el lenguaje pueda ralentizar los pasos de este proceso de visibilidad, Chenta Tsai Teng propone desde el activismo, el arte y la música, un punto de vista esperanzador: «Creo que es importante entender que la cultura occidental ha eliminado una amplitud de miras que nuestra ancestralidad sexual practicaba y aceptaba. Para que las historias de género no binario tengan cabida en nuestra sociedad y sean aceptadas, debe haber referentes, desde luego. Pero estos han de hablar por sí mismos, ya que cada persona tiene su propia historia. La única manera de visibilizar de verdad realidades alternativas no es solo visibilizarlas: es escuchar a cada una de ellas»